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domingo, 6 de octubre de 2019

La sostenibilidad no puede minar la libertad de prescripción

Una de las funciones más importantes de los especialistas clínicos es la prescripción de tratamientos que ayuden a los pacientes a alcanzar sus objetivos terapéuticos. Los tratamientos médicos se indican tras un proceso de deliberación clínica, realizado con cada paciente, de forma individual. Es un proceso ético en el que debemos elegir, sin restricciones predeterminadas y junto con el paciente, la mejor opción entre las validadas científicamente. Por eso, más que de “libertad de prescripción”, me gusta hablar de la responsabilidad de elegir y de la obligación de tomar decisiones que se ajusten a las necesidades del paciente.

Fernando Carballo, presidente de Facme.

En la elección de la alternativa terapéutica apropiada deben valorarse algunas premisas. La primera es que el tratamiento esté validado y autorizado. La segunda, que sea el más adecuado al problema de salud del paciente o esté entre los considerados como igualmente adecuados en caso de haber alternativas. La tercera es que este juicio de adecuación se establezca teniendo en cuenta las características individuales del paciente, así como su participación informada. La cuarta, pero no menos importante, es que la elección sea justa; es decir, que atendiendo a las premisas anteriores, cumpla criterios de eficiencia, no vulnere la equidad y no establezca privilegios orientados a la maximización del beneficio individual más allá de lo necesario.

Los biosimilares pueden y deben ser prescritos, pero la ética y la experiencia nos exigen actuar con prudencia

Ante las diversas decisiones que se están tomando en hospitales y regiones con respecto a la sustitución entre tratamientos biológicos de referencia (innovadores) y los biosimilares, creo que es necesario profundizar en la segunda premisa. Los biosimilares, una vez aprobados por las correspondientes agencias y autorizados en nuestro SNS, no sólo pueden, sino que deben ser prescritos. Sin embargo, la ética y la experiencia nos exigen que actuemos con prudencia. No estamos en la misma situación que con los genéricos, ya que no se puede establecer identidad sino sólo biosimilitud, lo que sugiere que deberían ser empleados en nuevos pacientes, pero no para sustituir tratamientos de enfermos individuales que estén respondiendo adecuadamente al tratamiento.

En la actualidad, no contamos con suficiente evidencia científica que soporte el ‘multi-switch’

La realidad es que, en la actualidad, no contamos con suficiente evidencia científica que soporte el multi-switch (es decir, cambios repetidos entre biosimilares). Por tanto, el camino del uso de los biosimilares nos dice que actuemos con cautela, y eso pasa por mantener los circuitos habituales, aceptando que no deben tomarse decisiones sucesivas de cambio exclusivamente por razones de oportunidad de compra, sino por criterios sostenidos y sostenibles en el tiempo de adecuación de los tratamientos.

Desacuerdo por escrito

Desde las sociedades científicas, defendemos que cualquier cambio de tratamiento debe ser valorado y autorizado por el médico responsable, en base a criterios clínicos y a las recomendaciones de eficiencia, informando en todo momento al paciente. En caso de que el médico no considere oportuno un cambio, debería hacerlo constar en la historia clínica del paciente y solicitar, por la vía normalizada del centro, que se tenga en cuenta la indicación. El médico tiene la responsabilidad sobre el paciente y lo que le pase, y en ello radica la importancia de que todo clínico que no esté de acuerdo con una decisión impuesta de cambio de tratamiento, lo haga constar por escrito en la historia clínica.

Los médicos somos sensibles a los criterios de eficiencia y, por tanto, deberíamos estar siempre presentes en los comités locales o regionales que establecen juicios de compra y políticas de uso de medicamentos. En este sentido, deberíamos poder participar en todas las etapas de la toma de decisión de la cadena de autorización y uso de medicamentos en los hospitales, ya que somos los que mejor conocemos la patología y al paciente. Así se evitarían innecesarios malentendidos y se respetaría nuestra libertad para prescribir.

Todos tenemos la obligación de hacer sostenible el SNS, pero esa sostenibilidad debe alcanzarse tomando las mejores decisiones en todos los niveles y, para ello, las sociedades científicas jugamos un rol muy importante. Una normalización de los tratamientos de obligado cumplimiento sería opuesta a la esencia de la relación médico-paciente.

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