La atención primaria, con toda su fuerza y capilaridad en ámbito urbano y rural, no sé si alguien fuera de ella se ha dado cuenta pero está pasando increíblemente desapercibida en el aluvión de información en medios y redes sobre la pandemia por el SARS-CoV-2.
Todo el mundo mirando a los centros de agudos y los tan aplaudidos hospitales de campaña, hacia el drama en las residencias de ancianos…¿y la primaria? Trabajando, resolviendo, haciendo seguimiento, previniendo, controlando, conteniendo... Hasta 500.000 casos de Covid-19 leves, la mayor parte sin haber sido sometidos a test y por tanto sin formar parte de las estadísticas, se ha calculado que podrían estar siendo atendidos y seguidos por médicos de Familia, enfermeros y trabajadores sociales del primer nivel del Sistema Nacional de Salud estos días; pocos me parecen.
El comentario más hiriente que he leído desde la primaria es este formulado en una tribuna en Diario Médico por Joan Gené, que actualmente ejerce de médico de Familia en un centro de primaria de Barcelona y que en su día fue director de la División de AP del Instituto Catalán de la Salud: “Esta fijación para buscar una cama para cada paciente les ha hecho olvidar que lo importante es evitar que los enfermos lleguen a los hospitales. Mientras los directivos se obcecan en recoger el agua que rebosa de la bañera con cubos y bayetas, se olvidan de que la atención primaria les puede ayudar a cerrar el grifo”.
En un país en el que a los políticos se les llena la boca desde hace años de que hay que potenciar el primer nivel asistencial, resulta que su aportación es poco menos que ninguneada en una pandemia de impacto y con consecuencias incalculables en España.
No recuerdo a ningún responsable político defendiendo reforzarla para tratar al máximo de personas posible en centros de primaria y, desde estos, en domicilios y en residencias. No sabemos, tampoco, cómo se han distribuido por el sistema los escasos equipos de protección individual (EPI), pero es posible que la primaria no haya sido prioridad en este reparto; en ella ya ha habido varios médicos y enfermeros fallecidos por atención a pacientes con Cobid-19.
Sin embargo, en la calle, o mejor dicho, en las casas, seguro que se habla más de la primaria que de otro nivel asistencial: “Me ha llamado ya un par de veces mi médico de Familia (o de cabecera, como aún se les conoce popularmente) para ver cómo evolucionaba”, dicen los que pasan en casa la infección con síntomas leves; “me ha llamado la trabajadora social del centro de primaria para preguntar si todo va bien”, en el caso de mayores de 80 años encerrados en sus casas y aislados de sus familiares para prevenir; también se queja de ello el taxista contagiado que insiste en seguir trabajando porque un profesional del primer nivel le está llamando cada día para pedirle que no lo haga; o aquel infectado al que le gusta salir a charlar con el vecino o a comprar sin necesidad y que en su centro de primaria no hacen más que llamarle porque les sorprende que no conteste casi nunca las llamadas de teléfono… .
Sólo hay un ámbito asistencial peor tratado: las oficinas de farmacia comunitaria, que dispensan medicamentos y dan consejos a infectados, y que también suman ya muertes entre sus profesionales y, difícil de olvidar, Fernando Simón las despreció equiparándolas, en lo que protección se refiere, a comercios de alimentación y similares.
Tampoco veremos demasiada atención a la investigación que se realiza en primaria para abordar con eficacia el SARS-CoV-2, pero se realiza. Por ejemplo, la Sociedad Española de Medicina General (SEMG) prepara un ensayo para validar la mejor resolución en el diagnóstico de la ecografía pulmonar frente a la radiografía de tórax. En el Pirineo de Lérida, por poner un ejemplo, los médicos de Familia, por su cuenta, han logrado una dotación de media docena de ecógrafos de la empresa Vinno para poder hacer más pruebas a casos sospechosos de Covid-9 de las que es posible hacer ahora con los aparatos de que disponen.
El tiempo pone la cosas en su sitio y esperemos que, cuando pase esta descomunal crisis de salud pública y muy posiblemente económica, alguien levante la mano para aclarar qué hicieron y qué podrían haber haber hecho todos los sanitarios que están más cerca de la ciudadanía. Por cierto, ¿seguirán en sus puestos el jueves y el viernes santos?
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