El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció que tras superar la crisis del Covid-19 se creará una comisión para estudiar el fortalecimiento del Estado de Bienestar y, muy en particular, de su modelo de Sanidad pública; y que sus conclusiones se recogerán en un Libro Blanco que oriente las reformas políticas.
Son varias las voces que se levantan en la misma dirección clamando por un Estado de Bienestar robusto, olvidando cómo apoyaron sus recortes de estos diez últimos años.
He reclamado incluso en este mismo medio, desde el 2008, la necesidad de repensar de forma ambiciosa pero a la vez sensata nuestro modelo de bienestar vinculándolo a los valores de una nueva sociedad y mirando hacia adelante.
He señalado reiteradamente el agotamiento del modelo de Sanidad fruto de la Ley General de Sanidad del1986 y la incongruencia de tener en paralelo una Ley de Dependencia, desgraciadamente, en sus primera etapas de desarrollo, cuando lo lógico sería apostar por un nuevo Modelo de Salud, que no de sanidad, desde una perspectiva holística del continuum salud-dependencia que aunara las dos en una sola desde una óptica de la ahora llamada 'Human centricity' y cuya ausencia se traduce desgraciadamente hoy en día en los problemas de atención a la gente mayor que están en residencias.
Este modelo de Salud, insisto que no de Sanidad, debe ser gestionado pasando de una arquitectura federal como la nuestra a una confederal, con consejerías transversales con capacidad de intervenir en todos los condicionantes de la salud.
Hasta ahora clamaba en el desierto, pues su necesidad no aparecía entre las prioridades de las preocupaciones de los ciudadanos y, por lo tanto, de los políticos.
Ahora de repente es, como no puede ser de otra manera por la gravedad de la pandemia, el monotema; y me alarmo ante el riesgo de volvernos locos buscando soluciones mirando atrás y no hacia el futuro.
De esta crisis saldremos a nivel mundial refundando de una vez (llevamos ya 10 años de retraso en ello) el capitalismo en su modelo neoliberal totalmente agotado, alumbrando una sociedad postcapitalista que no lo niega, que humaniza su rostro, acaba con sus excesos, aborda las desigualdades y potencia la solidaridad, pero que al mismo tiempo renueva los valores sociales en base a un equilibrio entre el esfuerzo individual, la meritocracia y la responsabilidad colectiva, para que nadie se quede atrás y que, a mi modo de ver, se refleja espléndidamente en el aserto de “mercado todo el posible, estado todo el necesario”.
Seguro que en estos momentos de inflamación no serán bien recibidos estos tipos de alertas pero haríamos un flaco favor a nuestros hijos y nietos si, en vez de mirar hacia el 2045, lo hiciésemos hacia 1945.
No nos volvamos locos, por favor.
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