Esta semana se presenta en el Colegio de Médicos de Barcelona (COMB) el Grupo Jano, “una iniciativa impulsada por profesionales sanitarios que han sufrido o sufren una enfermedad grave y que, partiendo de sus vivencias como pacientes, quieren formular propuestas y recomendaciones que contribuyan a mejorar la atención al enfermo”. La idea parte de Àlvar Agustí, director del Instituto Respiratorio del Hospital Clínico de Barcelona (sufrió síndrome de Guillain-Barré); Manel Escobar, director clínico de Diagnóstico por la Imagen del Hospital Valle de Hebrón (cáncer de páncreas), también de Barcelona, y Domingo Escudero, neurólogo del Clínico (encefalitis autoinmune).
La convocatoria de presentación de esta iniciativa me llega cuando estoy releyendo el librito Te puede pasar a ti. La sanidad pública beneficia a todos (2012, Editorial Proteus), de Albert Jovell, médico, sociólogo y paciente, que tras una larga enfermedad nos dejó en 2013.
Con sus reflexiones hizo tocar con los pies en la tierra a más de un profesional que, amparándose en la tecnificación, ejercía la asistencia sin la debida dosis de humanidad y empatía. Su “yo ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar” debería figurar en letras grandes a la entrada de todas las facultades de Medicina, el espacio donde tiene que trabajarse con más énfasis la formación de los futuros profesionales en habilidades y competencias fundamentales como la comunicación con el enfermo (en posgrado y atención continuada tampoco está de más).
Es sabido que una buena comunicación contribuye a un proceso diagnóstico-terapéutico de calidad y a una mejor adherencia al tratamiento de los pacientes; previene demandas juiciales y violencia verbal o física contra los profesionales, y reduce el riesgo de síndrome de burnout (desgaste) en los médicos.
El Consenso de Toronto publicó en 1991 una revisión sobre la efectividad de la comunicación, las deficiencias más destacadas y habituales en la práctica clínica y los métodos de enseñanza más útiles, algo en lo que posteriormente redundaron otras citas específicas internacionales; incluso llegó a crearse la European Association for Communication in Health Care (EACH). Actualmente, el exsecretario general de la CESM, Patricio Martínez, inspirado por Jovell, intenta conseguir que la relación médico-paciente sea reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Si la iniciativa de los doctores Agustí, Escobar y Escudero logra devolver a la actualidad el discurso a favor del humanismo médico, bienvenida sea.
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