La irrupción de las inmunoterapias T-CAR en el Sistema Nacional de Salud (SNS) con sus prometedores resultados es, ya, imparable. Aun sin concretar el plan de terapia celular que prepara el Gobierno como parte de una estrategia de medicina de precisión, el reto que plantean estos nuevos tratamientos es triple: su elevado coste, la dificultad de hacerlos llegar a todos los pacientes que pueden necesitarlos y las condiciones estructurales necesarias para utilizarlos en un hospital.
Sobre estos retos, y alguno más, se ha debatido en el Encuentro multidisciplinar de terapias avanzadas CAR-T: avanzando sin riesgos, organizado en Madrid por la Fundación Gaspar Casal con la colaboración de Novartis Oncology. “El financiador, el que lleve el buque de lo público atraviesa una tormenta perfecta”, ha metaforizado Guillem López-Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, en referencia a la dificultad de abordar el coste de introducir estas terapias en el SNS.
Y es que, además, el decisor no podrá contar con el apoyo de la economía de la salud, ya que las T-CAR se salen de los moldes tradicionales: “Tienen distintas indicaciones y carecen de alternativas terapéuticas comparables. Hablamos de tratamientos que curan, por lo que los análisis de coste-beneficio incremental o los años de vida ajustados por calidad (AVAC) sirven de poco. A ello se suma que los costes y precios no son demasiado transparentes“.
Por ello, López-Casasnovas aboga por “un fondo de financiación del cáncer aparte del resto, que considere valores sociales, como la disponibilidad a pagar; que internalice el coste de oportunidad, definiendo bien las indicaciones, y que evalúe el impacto presupuestario incluyendo los costes indirectos”.
Equidad
No obstante, aunque el coste no fuera un problema, que lo es, hay otro “de cantidad. Hay muchos más casos que los que podemos producir por ahora. El precio, posiblemente, bajará conforme se alcance a satisfacer la demanda, pero por ahora es complicado”, sostiene Ángela Figuera, coordinadora de trasplantes del Servicio de Hematología del Hospital de La Princesa, en Madrid.
Por ello, Figuera llama a hacer “un esfuerzo de investigación mundial que permita generar linfocitos para todos los antígenos de todos los tumores, sin competencia entre la academia y la industria, aunando esfuerzos”.
Precisamente de eso, de aunar esfuerzos, se ha hablado mucho en el encuentro. Y es que la aplicación de estos complejos tratamientos no será posible sin un abordaje multidisciplinar, donde colaboren “oncólogos, hematólogos, farmacólogos y farmacéuticos de hospital en la gestión de estos fármacos 3.0, en la preparación, el checklist de seguridad, la gestión de riesgos y la administración”, afirma José Manuel Martínez Sesmero, jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid.
Asimismo, aunque la seguridad está por encima de todo, el segundo puesto en la lista de prioridades debe ocuparlo la eficiencia, a juicio de Cristina Avedaño, jefa del Servicio de Farmacología Clínica del Hospital Puerta de Hierro, de Madrid: “Debemos crear protocolos que permitan no duplicar ni estructuras ni tareas, y facilitar la continuidad entre la terapia celular y los procedimientos que ya se realizan en Hematología y Oncología, sin compartimentar”.
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