“El hombre es indescifrable, aunque vivamos mil años, las personas siempre nos darán sorpresas”, escribe el pediatra Juan Casado por boca de uno de los protagonistas de su primera novela, El embrujo del violonchelo. Siguiendo esta premisa parecen moverse los personajes -algunos entrañables; otros, odiosos, y los menos, banales- en esta historia intrigante que transcurre en un pueblecito durante el siglo pasado. Un médico rural, una violonchelista, un alcalde, un maqui, un campesino y su mujer trazan varias tramas que se cruzan hasta alcanzar un final sorprendente. Sin ser autobiográfica, tiene el sello inequívoco de la perspectiva de los médicos, cuya labor les coloca en un lugar privilegiado para observar la verdad humana.
PREGUNTA. ¿Qué hay de usted en don Anselmo?
RESPUESTA. Esta no es una novela autobiográfica, aunque sí me he inspirado en lo que he visto y vivido. Es ficción ambientada en un pueblecito inventado en La Mancha, durante la segunda mitad del siglo pasado, donde sitúo a varios personajes fruto de mi imaginación. Uno de ellos es un médico rural que llega al pueblo tras haber ejercido con éxito en la ciudad. Allí dedica su vida a los pacientes, con esa filosofía del médico integral, el que no solo se preocupa del hígado o del soplo o de la fiebre, sino de la persona que sufre angustia, ansiedad y miedo.
P: Y es una forma de trabajar que siempre ha propugnado…
R: Para mí el paciente es lo importante. Médico es el que cuida la salud de los pacientes, no el que elimina un síntoma. A veces, el médico no tiene un tratamiento, ni una cirugía que ofrecer; entonces solo se puede ayudar hablando, dando ánimos; también tenemos que estar ahí, acompañando.
P: ¿Se está perdiendo esa forma de ejercer la medicina?
R: No lo creo. Hay médicos de todo. La tecnología ayuda mucho y permite hacer mejores diagnósticos. Pienso que los buenos médicos, aunque se hayan superespecializado, siempre tienen en cuenta el alma del paciente.
“Quería hacer un homenaje a esas mujeres fuertes y sensibles que han vivido en el mundo rural”
P: El mundo rural está muy presente en toda la novela. De hecho, el narrador es un campesino. ¿Por qué esa elección?
R: Es un mundo que conozco bien. Buscaba reflejar la vida en los pueblos pequeños, lugares por los que el tren pasaba, si lo hacía, una vez al día. La novela empieza con la historia de este campesino cuyo nieto tiene tosferina, lo que supone un reto para el médico del pueblo. Esos abuelos sufren además porque tienen que ocultar la situación del niño a su madre; como es chelista, no puede estar con ellos. Me interesaba relacionar el mundo del campo con el de la música. En los pueblos, también existe la sensibilidad para gozar del arte, algo fundamental para tener una vida plena.
P: ¿Qué tiene de especial el violonchelo?
R: Es un instrumento que llega al alma. Cuando llora, parece que lo hace una persona. También me gusta mucho el sonido del piano y de la flauta, lo cierto es que disfruto mucho de la música clásica.
P: Milagros, la violonchelista, es solo una entre el plantel de personajes femeninos que aparecen por la novela.
R: Sí, algunas de las que describo son fuertes, pero sensibles. Son capaces de guiar a las personas que están a su alrededor, y corregir el rumbo si va hacia la maldad. Me gusta pensar que es un homenaje a las mujeres en el mundo rural. Son personas, muchas veces desapercibidas, que han conseguido que sus familias tiren hacia adelante en situaciones muy duras.
P: El único escritor al que cita en la novela, es también, por cierto, una mujer, Teresa de Jesús.
R: Me parece una mujer extraordinaria. La descripción de su amor por Jesucristo es maravillosa. Es una gran escritora, que no se conoce lo suficiente en nuestro país.
“El chelo es maravilloso, llega al alma; cuando ‘llora’ parece que lo hace una persona”
P: Entre tanto personaje, ¿tiene alguno favorito?
R: Me he encariñado mucho con don Anselmo. Incluso cuando al final de su vida conoce a otro médico más joven, que está más informado de los avances, sigue dispuesto a aprender. Es de esos médicos que no se jubilan. Para él no hay vacaciones, pues se debe a sus pacientes. También me encariñé con el joven al que perseguían solo por estar afiliado a la UGT. Se ve obligado a pasar veinte años escondido como las alimañas en el bosque. Y aunque se adapta bien a la vida con los maquis, nunca dispara un tiro a nadie, porque cree que hay que tener esperanza en la condición humana y está convencido de que nunca se debe acabar con una vida.
P: ¿Y cuál es el que más le ha costado retratar?
R: Puede que el de Feliciano, el alcalde falangista tan poderoso como temido, porque es difícil ponerse en la piel de una persona peligrosa para sus semejantes.
P: Es cruel, pero con matices…
R: Todos los personajes evolucionan. Me gustaría pensar que he transmitido un canto de esperanza a la condición humana. A pesar de las condiciones dramáticas que existen, la humanidad tiene futuro.
“El médico que ve a la persona más que al síntoma entra en contacto con mucho material literario”
P: Como no podía ser de otra manera siendo pediatra, se nota que le gusta recrearse en la descripción de la infancia.
R: Sí, disfruto describiendo las etapas de la infancia y sobre las relaciones de los niños con sus padres y con los abuelos. La verdad es que me lo he pasado muy bien escribiendo esta historia. Lo he hecho por eso, por diversión y como mucho, para entretener a mis amigos. No pensaba publicarla, pero mi hija me animó y cuando la envié a la editorial, me sorprendió que quisieran hacerlo.
P: ¿Tiene ya pensado de qué irá la siguiente?
R: Sí, incluso la tengo empezada, pero es pronto para hablar de ella.
P: ¿Por qué cree que la escritura es una afición tan frecuente entre los médicos?
R: Si eres ese tipo de médico que comentaba antes, el que ve a la persona más que al síntoma, estás en contacto con individuos muy diversos y eso es una gran fuente de material literario.
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