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lunes, 29 de octubre de 2018

Entre genética y estilo de vida

Respecto a los aspectos implicados en la aparición de esta enfermedad, Vicente Arrarte explica que la hipercolesterolemia viene asociada a distintos factores: “unos genéticos, como el trastorno hereditario, y otros relacionados con los hábitos de vida. Una alimentación inadecuada, el sedentarismo y la obesidad se asocian con la aparición y un peor control de este factor de riesgo”.

Para Escobar, aunque en la etiopatogenia de la hipercolesterolemia contribuyen factores genéticos, y en otras ocasiones se asocia a ciertas patologías, lo cierto es que son los factores ambientales, y en particular la dieta, los que tienen un impacto más relevante en el desarrollo de la dislipemia: “De hecho, los cambios en el estilo de vida (dieta, sedentarismo, obesidad) están haciendo que las cifras de colesterol estén aumentando en nuestro entorno, no sólo en la población adulta sino, lo que es más preocupante, también en los niños y adolescentes”.

Factor determinante

Jesús Millán, por su parte, señala que el factor genético es determinante para mantener un grupo de muy alto riesgo en la población general: “Las hipercolesterolemias por alteración de un gen pueden tener su origen en una mutación genética en el receptor de LDL (las tres cuartas partes de los casos), en la apoB o en PCSK9. Aproximadamente uno de cada 500 individuos tienen una hipercolesterolemia familiar heterocigótica, y uno de cada millón de individuos presenta una forma homocigótica”.

Barrios hace hincapié en la importancia que tiene la actividad física: “Sin duda el sedentarismo interviene tanto en el desarrollo de hipercolesterolemia en sujetos que tienen un colesterol normal y debido a la falta de actividad física pueden aumentar sus cifras, llegando a una situación de hipercolesterolemia, como también a los pacientes que ya tienen la enfermedad, en el sentido de que el sedentarismo puede dificultarles un buen control de la misma, ya que habitualmente se asocia con obesidad, síndrome metabólico y diabetes. Por tanto, el sedentarismo per se lo que hace es favorecer el sobrepeso, lo que consecuentemente altera el perfil lipídico. Algo similar ocurre con el estrés y las emociones, aunque aquí la relación no es tan directa. El factor emocional afecta más al componente funcional que al propio perfil lipídico, pero si es cierto que las emociones pueden derivar en una situación de ansiedad que al final favorece una ingesta excesiva de alimentos y también una reducción de la práctica de ejercicio físico, dando lugar a sobrepeso y obesidad, pero la incidencia se produce más por el aumento de peso que a través de la propia situación emocional”.

Lo más común es que este paciente presente otras comorbilidades asociadas

Además de los factores desencadenantes, hay que tener en cuenta las comorbilidades que tiene la hipercolesterolemia. En este sentido, Vicente Arrarte recuerda que los factores de riesgo cardiovascular tienden a asociarse, “y, por ello, la obesidad suele relacionarse con trastornos metabólicos que llevan a la diabetes y a la dislipemia. Otros factores de riesgo, como la hipertensión y el tabaquismo, tienden a potenciar la aterogénesis cuando se suman a la dislipemia”.

Carlos Escobar comenta que estudios realizados en España muestran que aproximadamente dos tercios de los pacientes con hipercolesterolemia presentan al menos otro factor de riesgo cardiovascular, y que uno de cada tres padece enfermedad cardiovascular establecida: “Afortunadamente, en los últimos años existe una concienciación evidente por parte de los médicos acerca de la importancia que tiene valorar globalmente el riesgo cardiovascular del paciente, de tal forma que ante un paciente que tenga un factor de riesgo se debe investigar la presencia de otros. De poco sirve controlar un factor de riesgo de manera aislada si no se hace nada por abordar y manejar el resto”.

 

Lo último

Según un estudio de la Universidad Católica de Corea, grandes fluctuaciones en las cifras de colesterol y de otros factores podrían aumentar el riesgo de ECV o ataque cardiaco. En el estudio, publicado en Circulation, se analizaron los datos de 7 millones de adultos cubiertos por la aseguradora del gobierno coreano. Se observó que las personas con más variabilidad en las cuatro medidas valoradas (IMC, presión arterial, colesterol y azúcar en sangre) tenían 127 más probabilidades de morir; 43 por ciento más de sufrir un ataque al corazón y un riesgo un 41 por ciento mayor de ECV. Para los autores, estos datos muestran la importancia de concienciar sobre la necesidad de mantener estos parámetros estables en el tiempo, y de no relajarse ante analíticas favorables.

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