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sábado, 16 de marzo de 2019

Los nuevos vectores del sarampión

El sarampión es un indicador clave de la fortaleza de los sistemas de inmunización de un país, y los brotes actúan como primera advertencia de problemas sanitarios más profundos, advertía hace dos años Seth Berkley, director de la Alianza Mundial para Vacunas (GAVI). De ahí la inquietud mundial ante el aumento de casos de los últimos años. Aunque es ocho veces más contagioso que la gripe y los síntomas van precedidos por una larga incubación, lo que facilita su fácil diseminación, no es el virus más peligroso, salvo para niños desnutridos o débiles, pero en poco tiempo ha pasado de figurar en las listas de erradicación de enfermedades a ser una de las diez prioridades de la Organización Mundial de la Salud para este año: 98 países informaron de más casos en 2018 que en 2017.

La vacuna contra el sarampión, según la OMS, ha salvado la vida de unos 20 millones de niños en los últimos quince años, pero pese a la disminución del 84% de las muertes por esta enfermedad, cerca de 300 niños siguen muriendo cada día por su culpa. El año pasado, por ejemplo, Europa registró más casos que en las dos últimas décadas, con casi 83.000 confirmados y 72 muertes, a pesar de una cobertura vacunal para la segunda dosis del 90%. Y en todo el mundo las muertes anuales rondan las 100.000.

Desde septiembre pasado, Madagascar registra 83.000 casos y mil muertes, en parte por la falta de vacunas y por la coincidencia de dos ciclones, una sequía prolongada, un gobierno débil y una epidemia de peste. En Venezuela, el sarampión fue el primer indicador de que el sistema público de salud se había colapsado: casi 10.000 diagnósticos entre 2017 y febrero de 2019. Al sarampión le siguieron la malaria y la difteria, con 238 muertes a finales de 2018. “Un análisis retrospectivo encontró que la mortalidad infantil en Venezuela comenzó a aumentar en 2016 y ahora ha revertido por completo los avances logrados en este siglo”, escribe Laurie Garrett en Foreign Policy. En Filipinas, el gobierno de Rodrigo Duterte lucha para controlar una epidemia de sarampión que ha afectado a 15.000 personas en el último año y matado a 238. Las tasas de vacunación han caído al 55%, dejando a 2,5 millones de niños desprotegidos, debido a la pérdida de confianza en los servicios sanitarios tras el escándalo en el año 2017 de una vacuna experimental contra el dengue a la que se culpó de la muerte de tres niños. Muchos filipinos creen ahora que todas las vacunas son peligrosas. “La vacunación no es solo una elección individual”, añade Garrett. “Es un contrato social entre el Gobierno y la sociedad. El público confía en que el Gobierno proporcionará vacunas, garantizará su seguridad y promoverá su uso. A cambio, el Gobierno confía en que la ciudadanía se inmunice, no solo para protegerse a sí misma y a sus hijos, sino a toda la sociedad gracias al efecto rebaño”.

Al margen de catástrofes naturales o bélicas, buena parte del rechazo a las vacunas proviene de esta desconfianza de la sociedad con sus gobiernos y con la ciencia. En algunos países musulmanes, los falsos rumores de que las vacunas se fabrican con tejido porcino son suficientes para desatar la furia social. Desde 2001, la tasa de rechazo de la vacuna en Estados Unidos se ha cuadruplicado: las razones van desde los beneficios excesivos de las compañías farmacéuticas a la contaminación de las vacunas con mercurio y el temor de que sus hijos desarrollen autismo. Debido a un desgraciado estudio de 1998, luego retirado y refutado, la falsa relación entre la triple vírica y el autismo sigue perviviendo, como los ovnis de Roswell o el monstruo del lago Ness. Este mes, Annals of Internal Medicine la volvía a desmentir con un análisis del Statens Serum Institut de Copenhague de 657.461 niños nacidos entre 1999 a 2010, de los cuales 6.517 fueron diagnosticados de autismo. El 95% de toda la cohorte había sido vacunado: los que no fueron inmunizados tenían un 17% más probabilidades de autismo.

Buena parte del rechazo a las vacunas proviene de esta desconfianza de la sociedad con sus gobiernos y con la ciencia

Los temores infundados sobre la peligrosidad de las vacunas prosperan sin control en las redes sociales, a veces con intenciones políticas como las de los saboteadores cibernéticos que operan desde Rusia. “Mientras que los bots que propagan malware y spam difunden mensajes antivacunas, los trols rusos promueven la discordia”. No es casualidad, afirma Garrett, que los mayores brotes de sarampión en Europa se localicen en Ucrania y países del Este como Rumanía y la República Checa. El año pasado Ucrania tuvo más de 54.000 casos con 16 muertes. Según Unicef, se debería a falsas informaciones sobre la seguridad de las vacunas y al troleo de los rusos, enfrentados con Ucrania desde su independencia. Los botes de humo afectan incluso a los propios médicos: el 36% de los médicos checos y el 25% de los eslovacos dudan de la seguridad de la vacuna, según un informe de la Comisión Europea de octubre del año pasado. Los populismos, como el del italiano Movimiento Cinco Estrellas, o algunos sectores republicanos estadounidenses, siembran en ocasiones dudas sobre estas inmunizaciones o enarbolan el valor de la libertad individual por encima del bien colectivo. Hay también grupos religiosos, como los amish o algunas comunidades judías, opuestos desde siempre a vacunaciones y otras terapias. Y no faltan dueños de mascotas que se niegan a vacunarlas por temor a convivir con un chucho autista.

Y así, el rechazo a uno de los grandes avances médicos de la historia se vive tanto en países subdesarrollados “como entre los residentes de las lujosas comunidades de Los Ángeles como Santa Mónica y Beverly Hills, donde las tasas de la vacunación infantil son tan bajas como la que se observa en el Sudán del Sur devastado por la guerra civil”. Con la diferencia de que un niño adinerado en Beverly Hills puede salir adelante, pero uno de Tombuctú o Guatemala se enfrenta a un grave riesgo de muerte.

El personal sanitario que arriesga su vida para vacunar a los niños esquivando a los asesinos talibanes, las avalanchas del Himalaya, los guerrilleros de África Central o las inundaciones en el Amazonas, tiene ahora que enfrentarse además a la desconfianza y desinformación manipulada por líderes ignorantes y sin demasiados escrúpulos.

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