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domingo, 22 de septiembre de 2019

La persona que sufre necesita atención profesional… y humana

La técnica sola no es suficiente para cuidar a las personas. Los profesionales debemos ofrecer nuestros conocimientos técnicos, pero también aportar la esperanza, apoyo y consuelo que también necesita el enfermo, aunque, a veces, le cueste decirlo; la ciencia debe ir acompañada del acercamiento humano para ser más eficaz. El grado de responsabilidad de una sociedad se mide por su compromiso con los cuidados a quienes son frágiles, dependientes, vulnerables, marginados, sufrientes… Afrontamos un aumento del número de personas con cáncer, con enfermedades crónicas o edad avanzada. Además, estamos en una sociedad multicultural, en la que debemos adaptarnos a las necesidades de todos los pacientes, según su cultura.

El alivio del sufrimiento es una necesidad que debe ser transformada en derecho, y este sufrimiento debe aliviarse en varias dimensiones: las personas tienen necesidad de que se les alivie el dolor y cualquier otro síntoma molesto; tienen necesidad de apoyo emocional, por lo que tienen derecho a ayuda psicológica; tienen necesidad de satisfacer sus necesidades espirituales, necesidad de ser acompañados y derecho a no morir solos.

Vivimos en un mundo desigual y nada equitativo. Según la OMS, sólo el 5% del gasto mundial en investigación sanitaria está relacionado con las necesidades de los países en vías de desarrollo, que sufren el 93% de la mortalidad prematura. Si pretendemos corregir una desigualdad dando a todos lo mismo, no ayudamos a las personas que viven esa desigualdad; hemos de tratar de corregir la falta de equidad, y esto se consigue si damos a cada uno lo que necesita.

“La responsabilidad de una sociedad se mide por su compromiso con los cuidados a los frágiles, dependientes, vulnerables…”

Las necesidades de los seres humanos en relación con su salud van más allá del simple modelo de curación de la enfermedad. La comprensión del paciente en su modo de reaccionar ante la enfermedad y el sufrimiento exige del médico una actitud al servicio de la persona. Nuestro cuidado ha de ir orientado a la persona que padece la enfermedad, no a la enfermedad que padece la persona. La compasión con quien sufre, la competencia profesional del médico y la autonomía del enfermo, junto con el respeto de los derechos humanos, son la base para cuidar desde la ética médica.

Jacinto Bátiz

La persona que sufre es la única que sabe qué es sufrir y qué le alivia. El sufrimiento es una dimensión fundamental de la condición humana. “Lo que supone un sufrimiento intolerable para el ser humano es tener una experiencia desagradable que cree que no tendrá fin” (Friedrich Nietzsche). “El sufrimiento es una respuesta espiritual o psicológica negativa frente a una situación angustiante” (Daniel Callahan). “Debemos escuchar, explorar y responder al sufrimiento de cada paciente” (Ramón Bayés). Hemos, pues, de humanizar nuestra atención profesional a las personas que sufren. Si el médico se basa en la dimensión objetiva de la enfermedad, en los síntomas y manifestaciones orgánicas, y el enfermo vive la crisis de todo su mundo, sus valores, expectativas y relaciones, el encuentro entre ambos será difícil.

“El cuidado debe orientarse a la persona que padece la enfermedad, no a la enfermedad que padece la persona”

El aspecto espiritual quizás sea la parte más desconocida de nuestra disciplina médica, pero es la que los pacientes demandan más en sus últimos días. Los profesionales de cuidados paliativos no somos dueños del proceso de final de vida de las personas, sólo sus compañeros de viaje. El acompañamiento espiritual debería considerarse un aspecto clave de la persona enferma, que exige una preparación básica del profesional, tan importante como el control de los síntomas o los cuidados generales, si pretendemos cuidar a la persona que sufre de forma integral.

El acompañamiento espiritual es la práctica de reconocer, acoger y dar espacio al diálogo interior del que sufre, para que él mismo pueda dar voz a sus preguntas y dar vida a sus respuestas; es ayudar a la persona a despertar o a sacar a la luz el anhelo, su búsqueda interior. La espiritualidad es también otro universal humano, y negar nuestra naturaleza espiritual para el trabajo clínico es un claro factor de deshumanización. Recuperar la dimensión humanística de la relación entre las personas es, sin duda, un elemento decisivo en la calidad asistencial que se merecen quienes sufren.

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