La Organización de las Naciones Unidas (ONU) hizo público días atrás el informe Enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica, de la relatora especial Dubravka Šimonovi y realizado de acuerdo con una resolución previa de su Asamblea General. Con ello se alinea con la Organización Mundial de la Salud (OMS, organismo de la ONU) que publicó en 2015 una declaración al respecto; de hecho, ONUy OMS reunieron conjuntamente a un grupo de expertos el pasado mes de abril en Ginebra para tratar este asunto. La ONU y la OMS ponen el focoen una realidad mundial heterogénea que, por tanto, también incluye a países desarrollados con buenos sistemas sanitarios públicos, como el nuestro.
Se trata de un problema tan cierto como complejo y poliédrico, y la principal dificultad estriba en definir con precisión el concepto violencia obstétrica, acuñado en Venezuela en 2007 dentro de una ley a favor de los derechos de las mujeres. El término hace referencia a aspectos del proceso de embarazo y parto que van desde la falta de información y consentimiento informado y el trato infantilizador de la embarazada a la realización de cesáreas y técnicas de riesgo (maniobra de Kristeller) innecesarias y rutinas de beneficio cuestionado como son la episiotomía o la posición supina de la mujer durante el parto.
Dejando de lado una visión feminista del problema, que sería la más fácil, en el trasfondo de la violencia obstétrica se observan cuestiones igualmente relevantes como la medicalización y deshumanización del proceso reproductivo, la medicina paternalista (centrada en el médico) y los derechos fundamentales del paciente (como el de autonomía). Puede estarse en contra del concepto pero no parece racional ignorar el problema al que alude, que aflora en continuas sentencias y que ya se ha traducido en una corriente social a favor del peligroso parto en casa y la aparición de figuras oportunistas como la de la doulas. Afrontar este problema obliga a confrontar “parto tecnocrático” (práctica obstétrica moderna, según Robbie Davis-Floyd, 1993) y parto natural, entre los cuales seguro que hay un modelo intermedio mucho más eficiente y satisfactorio, especialmente para las mujeres.
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