El agua es esencial para la vida y es el principal componente de nuestro organismo. Pero lo más importante es que la necesitamos para que todos nuestros órganos funcionen correctamente. “Ningún otro nutriente es tan esencial en cantidades tan elevadas”, enfatiza Juan Fermín Jaraiz Arias, vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cáceres y autor de las guías de alimentación del Consejo General de Colegios Farmacéuticos.
Tiene innumerables funciones. En primer lugar, actúa como transportador de nutrientes a las células y vehículo para los productos de desecho. Participa en procesos vitales como la homeostasis, manteniendo el volumen sanguíneo y la concentración de electrolitos, y en la limpieza y depuración de los riñones y otros órganos. Lubrica y actúa de soporte estructural a tejidos y articulaciones, mantiene la estructura de las células y favorece la regulación de la temperatura corporal valiéndose del mecanismo de la sudoración.
El agua es, asimismo, fundamental para el correcto rendimiento físico y cognitivo, como destaca Paula Briones Amor, vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de A Coruña: “Es muy importante para que el cerebro funcione bien. Una deshidratación leve nos va a afectar a la capacidad de procesamiento de ese cerebro a corto plazo”.
Como el agua es un elemento que nuestro cuerpo no puede sintetizar, cada día debemos aportar cantidades suficientes para compensar las pérdidas. Las necesidades varían en función de la edad, la actividad física, las condiciones ambientales, los problemas de salud, la alimentación o el uso de determinados medicamentos. De todas formas, la recomendación general de consumo de agua es de dos litros al día para mujeres y de dos litros y medio para hombres.
La sed indica ya cierto grado de deshidratación, por lo que hay que beber sin esperar a que aparezca
Si tenemos en cuenta la edad, la cantidad adecuada para los lactantes de 0 a 6 meses es de 0,7 litros/día, obtenidos de la leche materna o leche de formula adaptada, y para los que tienen entre 7 y 12 meses es de 0,8 litros/día, provenientes de la leche materna, leche de fórmula, otros alimentos y bebidas complementarias.
En niños, la ingesta de agua tiene que ser de entre 1,1 y 1,2 litros/día entre 1 y 2 años, de 1,3 litros/día entre 2 y 3 años y de 1,6 litros/día de 4 a 8 años. En el caso de los adolescentes, las cantidades son de 2,1 litros/día para niños y de 1,9 litros/día para niñas, entre los 9 y los 13 años de edad, y a partir de los 12 años son las mismas que para los adultos.
Deshidratación
Una ingesta insuficiente de agua deriva en deshidratación, que sucede cuando se produce un balance hídrico negativo porque se pierde más cantidad de la que se ingiere. “El cuerpo, aunque es una maquinaria perfecta, no está diseñado para retener agua, así que toda el agua que perdemos al respirar, orinar, defecar, sudar, etc., toda tiene que ser repuesta”, recuerda Briones.
“La deshidratación afecta a la práctica totalidad de órganos y sistemas del cuerpo pudiendo causar trastornos urológicos, circulatorios, estreñimiento, anorexia, disfunción hepática, hipotensión, somnolencia, aumento de la temperatura corporal, edema y trastornos neurológicos, entre otros efectos”, continúa Jaraiz Arias.
El Manual de Hidratación de la Vocalía Nacional de Alimentación del Consejo General de Colegios Farmacéuticos detalla cuáles son los efectos según la cantidad de agua perdida. La sed, boca seca, debilidad, pérdida de apetito y aumento del trabajo cardiaco son los síntomas habituales cuando esa pérdida es de entre el 1 y el 2%, mientras que un punto por encima, cuando es de entre el 3 y el 4%, disminuye el rendimiento físico, aparece el dolor de cabeza, la dificultad en la concentración, se reduce el volumen sanguíneo y se retiene orina.
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