Con la noticia de que el Ministerio de Sanidad aprobaba, la semana pasada, la financiación para la primera T-CAR en España, se cierra un año en el que la inmunoterapia, en su más amplio sentido, ha sido una de las protagonistas de la medicina. Aplicada en el ámbito hematooncológico, la variedad inmunoterápica con las novedosas células T-CAR -linfocitos T del propio paciente que se recogen por aféresis y se modifican con receptores antigénicos quiméricos-, ha demostrado que ofrece remisiones que se alargan más de cuatro años en leucemia linfocítica crónica, según indica uno de los estudios más avanzados con este tratamiento y cuyos datos publicó Science Translational Medicine. Dirigido por Carl June, de la Universidad de Pensilvania, el ensayo confirma que los linfocitos T reprogramados perduran en el organismo a lo largo de los años. La asignatura pendiente consiste en manejar y contrarrestar el potencial efecto tóxico del tratamiento que han observado otros estudios.
La estimulación del propio sistema inmune para atacar a las células tumorales es la base de un tratamiento que ha revolucionado el abordaje del cáncer: la inmunoterapia. Hace casi 20 años, esta aproximación empezó a ensayarse como parte innovadora de los intentos por atajar la enfermedad tumoral. Resultados escasamente positivos entonces propiciaron su estancamiento, y casi olvido científico, hasta que en los últimos años ha vuelto a irrumpir con fuerza, y con personalidad propia, como pieza esencial del tratamiento del cáncer.
En los últimos años han aumentado los ensayos que se centran en comprobar en qué esquema terapéutico resulta más efectiva
Parte del reconocimiento académico ‘oficial’ vino de la mano, el pasado mes de octubre, de los premios Nobel de Medicina 2018, cuando la academia sueca premió a los inmunólogos que llevaron a cabo los hallazgos clínicos relacionados con las células del sistema inmunitario: James P. Allison, del Centro del Cáncer MD Anderson de Houston, en Texas, y Tasuku Honjo, de la Universidad de Kioto, en Japón.
Se trata de uno de los premios Nobel de mayor contenido traslacional: hallazgos de la investigación básica se han convertido en la actualidad en terapias pioneras de la asistencia clínica de los pacientes con cáncer hasta el punto de que un elevado número de investigaciones se centra no ya en demostrar su utilidad, sino en comprobar dentro de qué esquema terapéutico puede resultar más beneficioso y eficaz.
Un año más, los últimos congresos mundiales de oncología, el estadounidense ASCO y el europeo ESMO, fueron las citas de la inmunooncología. Los datos presentados en estos encuentros seguían insistiendo en los buenos resultados en cáncer de pulmón, genitourinarios, melanoma, y las expectativas de expandirse en el tratamiento de otros tumores. En estos momentos, los ensayos más novedosos se orientan a determinar qué subgrupos de pacientes pueden obtener los máximos beneficios y, por tanto, perfilar biomarcadores que ayuden a determinar el marco óptimo de administración de la inmunoterapia, sin perder de vista las asociaciones con otras terapias, el momento más adecuado en su administracion -neoadyuvancia o adyuvancia- y, por supuesto, aspectos relacionados con la toxicidad de la resistencia farmacológica.
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