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sábado, 15 de diciembre de 2018

Nuevos retos en salud renal para afianzar lo ya conseguido

A pesar de que el Documento Marco para el Abordaje de la Enfermedad Renal Crónica (ERC) en España, aprobado en el Consejo Interterritorial en 2015, ha obtenido excelentes resultados en el tratamiento y atención en las fases avanzadas de la enfermedad, sus objetivos en materia de prevención y detección precoz están lejos de cumplirse, como demuestra, por un lado, el 40 por ciento de infradiagnóstico de la enfermedad y, por otro, su creciente prevalencia, asociada al envejecimiento, pero también a factores de riesgo evitables en estilos de vida y alimentación.

Un dato resulta bien elocuente: en 2014, la enfermedad renal crónica era la duodécima causa de muerte en nuestro país. Dos años después, el Observatorio Mundial de la Salud corrigió ese dato, y la situó como octava causa de mortalidad en España. Es, por tanto, el momento de reenfocar la estrategia nacional, dedicando mayores esfuerzos y recursos sanitarios hacia el diagnóstico temprano y la promoción de la salud renal. No sólo es necesario desde un punto de vista estrictamente sanitario, sino también para la sostenibilidad del sistema: solo el tratamiento renal sustitutivo (TRS) -que apenas recibe un 0,1 por ciento de la población- consume el 3 por ciento del gasto sanitario en España, y supone más del 4 por ciento del gasto en atención especializada.

En 2014, la ERC era la duodécima causa de muerte en España, y dos años después se situaba ya como la octava

Por ello, desde la Sociedad Española de Nefrología hemos solicitado a la nueva ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, una reunión para analizar esta situación e impulsar estrategias de promoción de la salud renal, que resultan inaplazables. En línea con el programa #codigoriñon impulsado desde nuestra sociedad, es fundamental poner en marcha un plan de salud renal que estimule los hábitos saludables y aumente el conocimiento de la población sobre la ERC y sus factores de riesgo, para que la llamada “epidemia silenciosa” deje de serlo, y avanzar en la prevención y tratamiento de la enfermedad en fases avanzadas.

Atención integrada

Otra cuestión clave en la que necesitamos avanzar es en la de la atención integrada sociosanitaria. La edad media del paciente en TRS es de 75 años y sólo podemos atender sus necesidades con un abordaje integral que cubra también los aspectos sociales y familiares. Hay que ponerse en la piel del enfermo y que esta idea impregne la atención del paciente en diálisis, adelantándonos a los posibles problemas de depresión, ansiedad, miedo y soledad; buscando no sólo la supervivencia del paciente, sino su calidad de vida, y midiendo la calidad asistencial no sólo en términos de tasas de supervivencia, sino también en términos de satisfacción del paciente y de percepción de la atención recibida.

La supervivencia a 2 años de un paciente en TRS es del 87%, algo impensable hace 50 años, e incluso hace 30

En ese objetivo, resulta crucial fomentar la atención domiciliaria del paciente crónico, incorporando las nuevas tecnologías. No sólo las tecnologías de diálisis, sino también las TICs que nos permitan comunicarnos con el paciente a distancia. Hay mucho que hacer en este sentido, y casi todo en lo que respecta a la hemodiálisis domiciliaria, empezando por informar muy bien a pacientes y familiares sobre la seguridad de esta modalidad. Y también en la diálisis peritoneal hay un gran margen de mejora.

Es preciso, pues, derribar barreras culturales que se interponen en la calidad de vida del paciente, barreras que se levantan por los pacientes y familiares, pero también por los profesionales. En este sentido, la tecnología es fundamental, pero más aún es su mantenimiento y el uso que se hace de ella; en muchas unidades tenemos ahora mucha tecnología avanzada y poco rentabilizada. Es preciso mantenerla, pero también formar al profesional en su uso.

Estrategia nacional

En definitiva, hay muchos retos en los que trabajar, y la mejor forma de hacerlo es a través de una estrategia nacional integrada que ponga el acento en las cuestiones en las que necesitamos evolucionar, sin que eso suponga un ápice de demérito a los enormes avances logrados hasta ahora.

Porque, ahora mismo, la supervivencia a dos años de un paciente en TRS es del 87 por ciento, algo absolutamente impensable hace 50 años, e incluso hace 30. Pero es lo que tiene el progreso de la medicina: que los avances que nos han llevado adonde estamos plantean nuevos retos que nos impiden darnos por satisfechos, y nos motivan para seguir pensando en cómo mejorar lo que ya hemos logrado.

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