La sarcopenia, o pérdida de masa muscular, tiene un enorme impacto en la calidad de vida de las personas mayores: provoca una pérdida de fuerza y funcionamiento de los músculos, además de debilidad, cansancio y problemas de equilibrio y movilidad.
Por ello, es necesario detectar cuáles pueden ser factores que favorezcan para abordarlos y, así, permitirles mantener su actividad y su independencia para la vida diaria durante muchos más años y con un óptimo estado de salud. En este contexto, un estudio de diversas instituciones españolas, entre ellas la Universitat de Valencia (UV), han evidenciado la relación entre la sarcopenia y la obesidad derivada de esta afección con la falta de proteínas en la alimentación de mujeres y abre la puerta a establecer recomendaciones de ingesta proteica “acordes” a las realidades de personas mayores.
El punto de partida del trabajo es que el envejecimiento general de la población se encuentra relacionado con el aumento de la prevalencia de la enfermedad sarcopénica, especialmente entre las mujeres mayores. Esta patología se encuentra estrechamente relacionada con la nutrición y, concretamente, con el consumo proteico en los adultos mayores. Por ello, el objetivo del estudio fue evaluar la posible relación entre un bajo consumo de proteínas y una mayor prevalencia de la enfermedad sarcopénica, un peor patrón dietético y un menor rendimiento físico en mujeres posmenopáusicas residentes en la comunidad.
Sobre una muestra inicial de 237 mujeres, han participado un total de 164 mayores de 65 años, independientes, reclutadas en un centro social municipal de Valencia (Benimaclet). “La participación fue voluntaria. Se incluyeron a mujeres con 65 o más años de edad que estuviesen inscritas en el centro de mayores en el que se realizó el estudio. Todas debían suscribir el consentimiento informado y completar todas las fases de valoración del estudio. Los criterios de exclusión fueron presentar enfermedades que implicasen un deterioro severo de la masa muscular (Parkinson, Alzheimer, deterioro cognitivo severo, ictus, distrofia muscular y cáncer) y/o estar ausentes del centro los días en los que se realizó el estudio”, destaca el investigador principal Julio Fernández Garrido, enfermero, profesor del Departamento de Enfermería de la UV y director de Gestión de la Consejería de Sanidad valenciana.
La presencia de sarcopenia fue evaluada utilizando el último algoritmo publicado por el EWGSOP2, y la ingesta de nutrientes a través de un registro dietético de tres días. Según Fernández Garrido, que ha realizado el trabajo con los enfermeros Carlos Guillamón Escudero y Ángela Diago Galmés, el farmacéutico y nutricionista José Miguel Soriano del Castillo (Food & Health Lab-UV) y el médico José M. Tenías Burillo, se diseñó “un cuestionario que recogía los datos sociodemográficos (edad, tipo de convivencia, enfermedades…), a la vez que se realizaron todas aquellas pruebas clínicas estandarizadas para determinar el estado de fragilidad, la competencia muscular, la fuerza, la ingesta nutricional (y proteica) y el diagnóstico de las patologías objeto de estudio mediante diferentes pruebas estandarizadas y validadas para la población española”.
También se les hizo una serie de pruebas físicas para medir la fuerza, el equilibrio y la velocidad, funciones afectadas por la sarcopenia. En concreto, el rendimiento físico fue evaluado a través del cuestionario iPaq-e, así como el test SPPB y el test de velocidad de la marcha de 4 metros. Dicha pruebas, señala el investigador, “básicamente sirven para saber el estado de competencia y capacidad muscular y de resistencia a la fatiga, elementos clave para el diagnóstico de la sarcopenia”.
Después se cruzaron los resultados de aquellas mujeres que fueron diagnosticadas con sarcopenia y con obesidad para establecer el porcentaje de mujeres con obesidad sarcopénica. Los resultados del estudio mostraron que de las mujeres que participaron, con una media de edad de 72 años, un 25,6 por ciento se hallaba en algún estadio de la sarcopenia y un 12% se encontraba afectada por la obesidad sarcopénica.
Consumo de proteínas
Respecto al consumo de proteínas, en la mayoría de las mujeres estudiadas (73,8%) fue superior a las recomendaciones diarias establecidas por la FAO/OMS (0.8 gr/kg/día). Por contra, un 26,2% presentaron una ingesta inferior a la recomendada por la OMS y, según los investigadores, sí se encontraron relaciones significativas entre el consumo bajo de proteína y la prevalencia de la sarcopenia (p = 0,021) y la obesidad sarcopénica (p = 0,043).
Además, no se encontró relación alguna entre la ingesta proteica y el rendimiento físico de las participantes. Según Fernández Garrido, “el menor consumo de proteínas se relacionó con un aumento del índice de masa corporal, quizás debido a su menor cantidad de actividad física, derivada esta de la menor masa muscular y tendencia al a sarcopenia”. De forma gráfica, señala, “es una especie de círculo vicioso”.
A la vez, “se evidenció un mejor rendimiento físico, menor masa grasa y menor fragilidad en personas mayores que consumieron una cantidad elevada de proteína”, añade.
Futuro
Para el equipo, este trabajo se muestra la necesidad de continuar con la investigación y “establecer recomendaciones de ingesta proteica acordes a las realidades de personas mayores y políticas de salud pública efectivas que pongan de manifiesto la especial relevancia de este macronutriente en el proceso de envejecimiento”.
La Cátedra de Envejecimiento Saludable, Activo y Participativo suscrita entre el Ayuntamiento de Valencia y la UV ha tenido un papel relevante en la investigación, puesto que ha permitido sentar las bases sobre las que desarrollar el estudio. Los resultados de esta investigación, además, pueden ser implementados en los centros de mayores municipales, donde se realizan numerosas actividades de la cátedra y “se podrá desarrollar con estas personas actividades que permitan mejorar su alimentación, su salud y su calidad de vida”.
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