
Mindfulness es un concepto que lleva unos cuantos años sonando con fuerza, pero también es cierto que muchas personas no tienen claro cuáles son sus bases o el potencial. Para Anna Maria Font Olivet, farmacéutica comunitaria, titular de oficina de farmacia en Granollers (Barcelona) e instructora de mindfulness, “no es solo una técnica, sino una manera de vivir con más calma, claridad y plenitud, tanto en lo profesional como en lo personal”. En conjunto, incide, “existe evidencia científica que demuestra su impacto en la regulación del estrés, la toma de decisiones y el bienestar general”. Y a nivel de la profesión farmacéutica, se pueda “reflejar en una nueva manera de atender a los pacientes con mayor conciencia, gestionando mejor la presión del día a día en todos los ámbitos”.
Para empezar, ¿cuál es la definición de mindfulness? Según Font Olivet, es un estado de la mente, se puede traducir como “atención plena” o “conciencia plena” y se refiere “a la capacidad de estar plenamente presente en cada momento, con una actitud de apertura, curiosidad y sin juicio”. En lugar de funcionar en “piloto automático”, añade, “el mindfulness nos entrena para ser más conscientes de lo que pensamos, sentimos y hacemos en cada momento”. Es, por tanto, una cualidad de la mente “que cualquier persona puede entrenar y que se asocia a un gran bienestar físico y psicológico”. Respecto a los aspectos fundamentales que engloba, Font Olivet destaca la capacidad de estar atentos, siendo “conscientes de lo que sucede dentro y fuera de nosotros en el momento presente, sin distracciones ni anticipaciones”. También el situarnos en el presente, ya que “en lugar de vivir atrapados en rumiaciones sobre el pasado o preocupaciones sobre el futuro, mindfulness nos invita a experimentar plenamente cada momento”.
La respiración consciente y la observación del propio cuerpo para detectar tensiones son las principales herramientas que utiliza el ‘mindfulness’ y que se pueden entrenar con tiempo y dedicación
Asimismo, se apuesta por la aceptación, al observar nuestros pensamientos y emociones sin etiquetarlos como “buenos” o “malos”, simplemente “permitiéndoles estar”. Por último, se cuenta con una actitud intencional, “al menos al principio”.
Herramientas
En este contexto, “mindfulness no es solo un concepto teórico, sino una práctica que se desarrolla con herramientas concretas”. Estas se dividen en prácticas formales (ejercicios específicos como la meditación mindfulness), “que requieren de un tiempo específico para la práctica (unos pocos minutos al día bastan para ello)”; y las prácticas informales (integrarlo en la vida cotidiana), “para estar presentes, por ejemplo, en nuestro día a día como farmacéuticos, en la atención a un paciente, la gestión de nuestros equipos o la toma de decisiones”.
Se entrena como cualquier otra habilidad, “con práctica constante” y, para ello, se necesita “decisión y confianza”. De hecho, un cambio de hábitos requiere siempre inicialmente un esfuerzo. “Cuanto más se entrene la atención plena, más natural se vuelve aplicarla en la vida y el trabajo. Integrar pequeñas pausas, respiraciones y momentos de conciencia plena en la rutina diaria puede marcar una gran diferencia en el bienestar personal y profesional”, incide.
Las herramientas clave son básicamente dos: respiración consciente (ejercicios de atención a la respiración para anclar la atención) y escaneo corporal o Body Scan (mediante observación de cada parte del cuerpo, detectando así cualquier punto de tensión o sensación). Respecto a los ejercicios de respiración consciente, se pueden realizar en cualquier momento y consisten en respirar sabiendo qué estamos respirando. “Adoptamos una posición cómoda, sentados, dejando que el cuerpo se estabilice en esta posición y llevamos la atención a la respiración (inspiración-espiración), tomando como anclaje, fosas nasales, tórax o abdomen, según lo que prefiramos. Sentimos el paso del aire que entra y sale durante la respiración, inhalando y exhalando por la nariz. Observamos la respiración tal cual es, sin pretender modificarla”, relata.
Por su parte, el ejercicio de escaneo corporal consiste en recorrer mentalmente el cuerpo observando las sensaciones que se producen, sin intentar cambiarlas. “Se puede hacer sentado o acostado. Se inicia con un par de respiraciones profundas (inhalando y exhalando por la nariz) y a continuación dirigimos la atención a los pies, notando cualquier sensación y subiendo lentamente la atención a cada parte del cuerpo: piernas, abdomen, espalda, brazos, cuello y cabeza”, relata la experta. Si encontramos una zona de tensión, “llevamos ahí la respiración para poder soltarla. Finalizaremos con un par de respiraciones profundas”.
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