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lunes, 3 de diciembre de 2018

“Lo peor es saber que siempre te quedas corto”

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Ayuda para los que ayudan

Junto a la falta de financiación y el déficit de protección laboral de los cooperantes, la gran lacra que arrastra la ayuda humanitaria es la seguridad. Cruz Roja ha puesto en marcha una campaña para concienciar sobre la necesidad de que cesen los ataques a hospitales e instalaciones sanitarias ya que en los dos últimos años se han registrado 1.200 ataques a instalaciones sanitarias. Las cifras hablan por sí solas: en 2017, según AWSD, 139 cooperantes fueron asesinados, 102 heridos y 72 secuestrados.
FOTO: CICR/ I.GRIBERG/CRUZ ROJA

“¿Miedo? Reabrir el hospital atacado en Yemen claro que da respeto”

Pablo Álvarez compatibiliza su trabajo como pediatra en el Hospital de La Fe con su actividad en Médicos sin Fronteras, acudiendo a dos misiones al año sobre el terreno en países con crisis humanitarias como Yemen.

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La AECID ha puesto en marcha este año el cuerpo de ‘chalecos rojos’, constituido por sanitarios del SNS formados para desplegar un hospital de campaña y desplazarse a cualquier lugar del mundo con una emergencia humanitaria en el plazo de 72 horas. FOTO: AECID.

“Podemos hablar, ahora tengo wifi. ¡Este año tenemos hasta un piso con lavadora!”. Tomás Pellicer, oftalmólogo de la Clínica Ruber, atiende a Diario Médico desde los campamentos de saharauis refugiados de Tinduf (Argelia). Lleva 20 años dedicando buena parte de sus vacaciones, 20 días al año, a devolver la vista al pueblo saharaui, operando en un hospital propiedad del Ministerio Saharaui, al que van acudiendo a lo largo del año médicos voluntarios de distintas especialidades. Relata en primera persona cómo acabó siendo voluntario con Médicos del Mundo y, actualmente, coordinador de las comisiones oftalmológicas en Tinduf (Argelia).

“Decidí ser cooperante porque viví el desalojo del Sáhara y me uní al club de amigos del pueblo saharaui. Con ellos vine por primera vez en una caravana humanitaria en 1993. Pero estando ya aquí pensé: ¿Qué hago yo conduciendo un coche si soy oftalmólogo? Así que después de una charla que me invitaron a dar en Médicos del Mundo para contar lo que había visto en los campamentos de refugiados decidimos poner en marcha la misión oftalmológica junto a la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID ), que nos dio dinero para montar el quirófano”, explica.

Vengo dos veces al año unos diez días cada vez y vemos a unos 1.200 pacientes y realizamos 150 cirugías

Y desde 1995, “vengo dos veces al año, unos diez días cada vez. En los ocho días útiles que estamos aquí cada vez vemos a unos 1.200 pacientes y realizamos unas 150 cirugías. Compatibilizo estas misiones con mi trabajo en la clínica Ruber Internacional a costa de sacrificar 20 días al año de mis vacaciones desde hace años. Y nunca he pensado en profesionalizar esta actividad: soy voluntario por principios”, explica.

Pellicer dedica el resto del año a preparar el siguiente viaje: “Hay que buscar financiación, comprar material fungible, encontrar voluntarios… Yo no admito residentes porque aquí los casos son complicados, pero no suele ser difícil encontrar voluntarios y suelen repetir varios años. Ahora estamos, por ejemplo, un equipo de 6 oftalmólogos, 5 enfermeros, 1 anestesista, 1 técnico y un logista. A todos nos cubre Médicos del Mundo con un seguro, nos incluye el viaje y la estancia aquí; no nos cuesta más que el lucro cesante de los días de permiso que perdemos, pero la gratificación por lo que haces es enorme”

“Las condiciones no son peligrosas pero no admitimos en el equipo a residentes porque los casos que se ven aquí son complejos”

“Sabes que haces un trabajo muy útil -continúa-. Ver la sonrisa de una persona que lleva tiempo ciega y tras la operación ve es por sí misma ya suficiente gratificación, pero si encima son 150 sonrisas, pues mejor. Lo más duro es tener que ser juez… tenemos mucha más demanda de la que podemos atender, somos nosotros los que hacemos la selección y les decimos a muchos pacientes que no podemos operarles simplemente porque no tenemos suficiente tiempo y sabemos que hasta dentro de seis meses que volvamos no tendrán otra oportunidad de conseguirlo. Es una sensación agridulce porque sabes que siempre te quedas corto”.

“Las condiciones aquí no son peligrosas -explica-, sólo incómodas aunque ahora ya tenemos hasta un piso en el que podemos vivir. Yo animo a otros médicos a venir. Trabajamos en un hospital que tiene medios. Es un hospital propiedad el Ministerio Saharaui al que van acudiendo a lo largo del año médicos de distintas especialidades y nosotros acordamos con ellos cuándo ir y aportamos todo el material necesario, pero hay quirófanos dotados. También formamos personal local, pero es complicado porque la mayoría acaban yéndose porque las condiciones del personal contratado, los salarios, son muy bajos.

 

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