Dicen que los cántabros hablan (hablamos) cantando, y en Tomás Cobo ("cántabro hasta la médula") ese peculiar y característico acento en la última sílaba de cada frase es una suerte de subrayado que refuerza la contundencia de sus opiniones. Y algunas son muy contundentes.
Su filosofía de vida, dice, está más cerca de John Lennon que de Alejandro Magno, pero cuando le tocas la precariedad laboral, los bajos sueldos del médico español o el sempiterno y nonato pacto sanitario reparte mandobles como el mejor Russell Crowe de Gladiator. Anestesista en el Hospital de Sierrallana y en la Clínica Mompía (ambas en Cantabria), aplaca sus místicos ardores de "profundo creyente en Europa" como vicepresidente (uno de los cuatro actuales) de la Unión Europea de Médicos Especialistas (UEMS). Acaba de salir de una guardia y, después de tonificarse con una carrera por un parque santanderino, posa para nuestro fotógrafo a orillas de su amado Cantábrico. Hasta febrero de 2025 (cuando expira su mandato como presidente de la Organización Médica Colegial), "iré mucho por Madrid", nos dice, pero el alma le aflora a los labios y delata sus querencias: "¡Qué guapa está hoy Santander!" La brisuca del mar le suelta el pelo… y la lengua.
Pregunta. Han pasado casi 200 días entre su victoria en las urnas y su toma de posesión oficial como presidente de la OMC. ¿Tanto se lo ha tenido que pensar? Casi le ha dado tiempo a arrepentirse de asumir la responsabilidad.
Respuesta. ¡Qué va! Arrepentimiento ninguno. Esa demora es fruto exclusivo de la pandemia. Sencillamente, hasta ahora no se daban las condiciones necesarias para convocar la toma de posesión con la solemnidad y el protocolo que suelen acompañar a estos actos. Además, yo quería que tomáramos posesión simultáneamente todos los nuevos miembros de la Comisión Permanente, y la vicepresidenta primera no ha sido elegida hasta finales de julio. No podemos perder de vista que somos la primera entidad médica nacional que tiene una junta absolutamente paritaria.
Rozamos el abismo y ya nos hemos olvidado de las fotos de ataúdes, morgues y hospitales
P. Políticos, jueces, consejeros de Estado, empresarios, alcaldes, embajadores, representantes médicos nacionales e internacionales… Más que la toma de posesión de un presidente de la OMC, la suya parecía la de un alto dignatario. ¿Tanta influencia tiene usted?
R. Eso son las relaciones que uno se forja al cabo de muchos años. No, en serio, por formación y convicción, yo soy un profundo creyente en Europa. Cántabro y español, qué duda cabe, pero sobre todo europeo. Yo estudié y trabajé en Inglaterra y, en contra de lo que pueda creerse, el inglés medio, profesional, es muy abierto y tremendamente cosmopolita, y ésa es la mentalidad que yo viví desde los 25 hasta los 37 años, aproximadamente. Creo mucho en la profesión médica europea como proyecto común y en la formación en ese entorno, y de ahí no sólo mi pertenencia a la UEMS, sino los contactos que intento fomentar permanentemente con entidades profesionales internacionales, desde la Orden Médica de Portugal hasta el Comité Europeo de Órdenes Médicas.
P. ¿Y esa buena sintonía es extensible a las autoridades españolas? ¿Cómo se lleva con el equipo ministerial que más le atañe como presidente de la OMC?
R. Pues si me centro en su titular, en la propia ministra, le diría que, en líneas generales, muy bien. Es verdad que hemos tenido un conflicto muy evidente con ella con el tema de la adjudicación de las plazas MIR, pero mi forma de actuar en este tema ha sido la que habitualmente sigo en todo: identificar problemas, intentar acercar posturas y crear sinergias para solucionarlos; no generar conflictos. Ésa es la manera en que vivo mi vida en general.
P. Pero no me negará que lo de la adjudicación de los MIR se ha parecido, y mucho, a la imagen que todos tenemos de un conflicto tradicional con todas las letras.
R. Qué duda cabe de que ha sido un tema espinoso, aunque sólo sea por el cambio de concepto que implicaba: hemos pasado de la libre elección de plaza a la adjudicación. Ahora bien, la digitalización es un proceso obligatorio e ineludible. Habrá que optimizarlo y hacerlo de la mejor manera posible, pero no se le puede dar la espalda, igual que no se la dimos en su día al salto de la historia clínica en papel a la electrónica.
¿Pacto por el empleo? Me llamo Tomás y, como mi santo, "no creeré sino cuando vea"
P. Es tan ineludible, de hecho, que la orden ministerial para la próxima convocatoria MIR deja claro de nuevo que la adjudicación de plazas será cien por cien telemática…
R. Eso es. Ahora, el compromiso ministerial es reunirse con nosotros para dilucidar cómo articulamos el proceso. De hecho, ya nos han convocado para el 5 de octubre. El argumento del Ministerio de Sanidad es que el 70% de los electores de la última convocatoria ha obtenido la plaza a la que optaba en primer lugar, y que el volumen de renuncias ha sido, aparentemente al menos, más bajo que en otras convocatorias. Veremos, porque éstas son cifras del ministerio y de las comunidades.
P. ¿Más que de la relación entre el ministerio y la OMC, no habría que hablar, ahora, de la relación entre Carolina y Tomás? ¿Hasta qué punto la química personal, o la falta de ella, condiciona las relaciones entre las instituciones?
R. Pues supongo que mucho. Desde luego, mi relación con Carolina, como usted dice, es franca, abierta y absolutamente positiva. En los 4 ó 5 encuentros directos que he tenido con ella sólo puedo decir que la relación institucional es francamente fluida, y no sólo con ella sino con la parte de su equipo con la que hemos tenido contacto, y pienso, por ejemplo, en Vicenç Martínez, el director general de Ordenación Profesional.
P. El otro día, en su toma de posesión, volvió a poner sobre la mesa la necesidad de un pacto por la sanidad. Sinceramente, lo del pacto empieza a parecer de primero de presidente de la OMC. ¿No le han contado sus predecesores que no sirve de nada desgañitarse, que la clase política está aquejada de sordera?
R. No, hombre, no. Esto es como una suerte de síndrome de William Wallace, y a ver si a mí me toca ser William Wallace en este tema. Mire, la humanidad ha estado al borde del abismo, y no lo digo como una frase hecha ni un titular grandilocuente. Apelo a la experiencia pequeña. Me acuerdo perfectamente de la guardia que hice con mi compañero el 22 de marzo de 2020 en el Hospital de Sierrallana: acabábamos de ingresar a un paciente en cuidados intensivos, teníamos ya todo Intensivos lleno, Urgencias a tope, todas las camas cubiertas, nos quedaban dos quirófanos… y seguían llegando pacientes. Olvídate ya de gorros, mascarillas o equipos básicos, el problema más urgente es que no había espacio físico para meter a los pacientes. Y estoy hablando de Cantabria; no quiero ni imaginar lo que pasaba en Madrid o cómo estaba Italia esos días. Se nos olvidan muy pronto las imágenes de los ataúdes, de las morgues, de los hospitales improvisados… Estuvimos dos semanas literalmente al borde del abismo y no nos precipitamos por él gracias al modelo de sanidad que teníamos, y tenemos. En este contexto, ¿usted cree que el presidente de la OMC se puede cansar de pedir un pacto que garantice el mantenimiento de ese modelo?
No sé si la precariedad exige una ley de punto final, pero sí medidas más allá de las CCAA
P. ¿Le dijo todo eso a la ministra de Sanidad el otro día, cuando la tuvo a tiro en su toma de posesión?
R. A la ministra lo que le dije es que ella tenía la responsabilidad de identificar los problemas y, luego, de generar las suficientes sinergias en el Parlamento para dotar de presupuesto a las soluciones encaminadas a solventar esos problemas. Ahora bien, la responsabilidad última no es sólo de la ministra -de ésta o de quien esté-, sino de todos los que estamos implicados en esto. Porque el modelo que tenemos se mantiene con profesionales, con esos mismos profesionales que cada vez están más quemados. Y la vocación está muy bien, pero tenemos ya una generación de profesionales -y detrás vendrán muchas más- que no son ajenas a esto de la vocación, pero que cada vez están mejor formadas, con más idiomas, más medios y mejor acceso a la información, y eso les abre puertas para compaginar lo de la vocación con sus intereses personales. Así que a nadie le extrañe que acaben trabajando de lunes a viernes en Londres, por ejemplo, y luego cojan un avión para pasar el fin de semana en España.
P. ¿Pero eso es casi de sentido común, no? La profesión médica será muy vocacional, pero no deja de ser eso, una profesión.
R. Claro, y por eso también es de sentido común mantener un sistema que, en la medida de lo posible, evite la fuga de talento. De hecho, en la toma de posesión creo que, sencillamente, apele a eso, al sentido común, pero no sólo al de la ministra, sino al de todos los grupos políticos, estuvieran o no presentes en el acto. Pedí un pacto para mantener algo que creo firmemente que es el eje de nuestra sociedad, de nuestro estado de bienestar: un sistema de salud universal, público y gratuito. Y lo creo a pies juntillas, porque llevo muchos años trabajando de cooperante en África y sé lo que es tener dinero y poder acceder a que te curen o no tenerlo y morirte. Y ojo, no sólo en África, también en Estados Unidos. Nunca olvidaré el impacto que en su día me produjo una película, Mejor imposible, donde la protagonista se enamora del personaje que interpretaba Jack Nicholson porque le paga una resonancia a su hijo. Con qué naturalidad una película que obtuvo un Oscar incorpora en su guión una situación que se ve como normal en ese contexto social y que en España sería impensable.
Negro sobre blanco, todo suena bien, pero la conclusión final es la misma: "no hay dinero"
P. Por muy encomiable que sea su empeño y el de sus predecesores insistiendo en la necesidad de un pacto sanitario, parece que los políticos siguen sin oír…, o quizás es que no entienden lo que les están pidiendo. ¿Sería capaz de esbozar una suerte de Pacto para Dummies? ¿Me lo puede resumir en cuatro trazos?
R. Mire, hay 45 propuestas que Serafín Romero llevó a la Comisión de la Reconstrucción que tuvo lugar en el Congreso de los Diputados. Pero, bueno, puestos a hacer pedagogía, un pacto por la sanidad se traduce en atajar de forma inmediata la precariedad laboral de la que estamos hablando. No sé si hay que promulgar una especie de ley de punto final, pero sí sé que esto requiere un acuerdo supraterritorial, algo que emane de la Administración central, y no la mera convocatoria de OPEs a nivel autonómico, porque parece claro que ésa no es una solución. En segundo lugar, hay que arbitrar una partida presupuestaria concreta y específica que permita aumentar el PIB sanitario hasta el 7% y, en tercer lugar, todo el arco parlamentario tiene que comprometerse a garantizar económicamente el sostenimiento del modelo en el tiempo, con partidas suficientes que permitan, entre otras cosas, pagar bien a los profesionales, garantizar la suficiencia de las plantillas y asegurar la solvencia de nuestra atención primaria. Las 45 propuestas que la acabo de mencionar decían exactamente esto; más detallado y matizado, si quiere, pero en esencia esto mismo. Ahora bien, todas estas soluciones quedan muy bonitas negro sobre blanco, pero cuando llega el momento de aplicarlas la respuesta es siempre la misma: "no hay dinero".
P. A eso iba. Las comunidades destinan una media del 14% de su PIB sanitario a primaria, cuando los profesionales que trabajan en este nivel llevan más de una década pidiendo un mínimo del 25%. La comunidad que más invierte en su primaria, Andalucía, está 7 puntos por debajo de ese porcentaje mínimo. ¿De qué reforma de primaria hablamos con estos mimbres?
R. Amén. Esas cifras lo dicen todo. Cómo va a conocer un especialista de Medicina Familiar y Comunitaria a la comunidad en la que ejerce, o ni siquiera a la familia del paciente a quien trata, si le hacen un contrato de uno o dos meses, si hoy ejerce aquí y mañana vete tú a saber dónde. Cómo es posible que haya quirófanos que trabajen sólo de 8 a 3. ¿Habrá que abrir también por la tarde para reducir las listas de espera, no? Pero, claro, si abro por la tarde, tendré que buscar a más profesionales o pagar mejor a los que ya tengo. Dicho esto y, dado que no se trata de instalarse por sistema en un discurso negativo y pesimista, también le digo que hay algún atisbo menos cortoplacista. Existe una llamada Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, que depende de Presidencia de Gobierno y que se encarga, en teoría, de plantear proyectos en ámbitos muy diversos con vistas a 2050. El director general de esa Oficina nos ha llamado ya un par de veces y hemos tenido oportunidad de plantearle, en una charla tranquila, ligera y distendida, nuestra visión sobre la situación sanitaria actual. Vamos a ver qué sale de ahí, pero el mero hecho de que se proyecte y planifique con una visión a más largo plazo, de entrada parece positivo.
P. ¿Y por dónde le han dicho al director general de esa Oficina que hay que empezar a coger el toro de la sanidad española?
R. Mire, los problemas que exigen soluciones urgentes son muchos, pero, si yo pudiera gobernar ahora mismo, lo primero que haría sería escuchar a los profesionales... y, sobre todo, hacerles caso. La urgencia es ahora mismo la situación de los sanitarios y, dentro de ellos, sin ninguna duda, el personal médico. El que no entienda que la atención al paciente en pleno siglo XXI ha de ser multidisciplinar, no ha entendido nada; pero el que no entienda que el liderazgo de esa acción multidisciplinar le corresponde al médico, por sus años de formación y por la responsabilidad que asume, tampoco habrá entendido mucho. O atendemos a los profesionales en tres facetas urgentes, la precariedad laboral, los bajos salarios y sus necesidades formativas, o esto se irá al garete, pero no porque nosotros vayamos a abandonar el barco o a hundirlo, sino porque, suave e indefectiblemente, entrará en una deriva que acabará hundiéndolo. Como siempre, los que tengan pasta se bajarán a tiempo del Titanic, pero el resto se hundirá con él.
P. O le entiendo muy mal o está hablando usted de un sistema sanitario público que se parecería muy poco al actual, ni en recursos, ni en alcance, ni en prestaciones.
R. Pues mire, eso es lo que tiene la deriva incontrolada, que nunca sabes hasta dónde te lleva. Y la clave está en algo tan sencillo, y a la vez tan complejo -no lo niego-, como reforzar los amarres actuales.
Pese al conflicto de los MIR, mi relación con Darias es franca, abierta y muy positiva
P. Por seguir con su metáfora, ¿qué espera la OMC de uno de esos amarres, el plan de choque contra la temporalidad laboral en la Administración pública, un plan que aspira a reducir la eventualidad por debajo del 8% en tres años?
R. Me llamo Tomás y, como el santo que me da nombre, "no creeré sino cuando vea". Vamos a lo mismo de antes: planes por escrito hay muchos, pero yo quiero realidades. Yo quiero que mi compañero que lleva 15 años operando en el mismo hospital, que tiene ya casi 50 y un contrato sometido al vaivén de las circunstancias tenga una solución lo más rápida posible y mejor. Y el perfil que le estoy describiendo es muy habitual: profesionales de más de 50 años, con mucha experiencia, hijos, responsabilidades familiares y muchos quebraderos de cabeza, y que a la hora de prepararse una oposición están en una clarísima inferioridad de condiciones con respecto a gente de 32 años, casi recién titulados.
P. Al margen de que su contenido les convenza más o menos, ¿quizás el problema es que este plan de choque contra la eventualidad llega tarde, al menos al ámbito sanitario? Según los datos que maneja el propio Foro de la Profesión Médica, la temporalidad sanitaria en algunas comunidades está ya por encima del 50%.
R. Sí, y esas cifras convierten el problema en un lastre estructural. Lo es para el trabajador que sufre esa inestabilidad laboral y, en consecuencia, para el sistema donde ese profesional desempeña su trabajo. La precariedad es paralizante, catastrófica para la vida de una persona. Se lo digo de memoria, pero creo recordar que en Canarias, por ejemplo, hace 20 años que no se convoca una OPE. Si terminas la carrera y la especialidad con 32 ó 33 años, estamos hablando de gente con 54 ó 55 años que sigue esperando su oportunidad de estabilización laboral.
P. "Escuchar al profesional y hacerle caso". Esa debería ser, según usted, la prioridad actual de los gobernantes. ¿La tramitación de la Ley de Eutanasia es un ejemplo de lo poco que se está contando con ustedes, los médicos?
R. Uno de los más recientes, sin duda. Nos hubiera gustado ser más partícipes en la elaboración de esa norma, porque hablamos, al fin y al cabo, de una actividad asistencial que nos tocará desarrollar en el entorno que nos corresponda y, en líneas generales, creemos que la ley no aborda suficientemente aspectos tan importantes como los cuidados paliativos o la atención socio-sanitaria, por no hablar de la regulación de la objeción de conciencia del profesional. Dicho esto, es evidente que la ley ha sido aprobada por la mayoría del Parlamento y vivimos en una democracia que se basa en eso, en la representación parlamentaria; a partir de ahí, el Código Deontológico no puede estar por encima de la ley, lo que no quita para que nosotros insistamos en dejar claro que la eutanasia no es un acto médico.
O hablamos ya de precariedad, salarios y déficits en formación, o esto se va al 'garete'
P. Sí, eso dice el Código Deontológico, pero entiendo que ésa no será la opinión de los casi 280.000 médicos que están colegiados en España. ¿Cómo presidente de la OMC, entiende que haya voces discordantes, que no todos comulguen con el dictamen del código en este tema?
R. Pero, vamos, sin ninguna duda, y por eso hay que dar cobertura a todas las situaciones que planteará una ley que, insisto, está aprobada por la mayoría del Parlamento. Hay que dar cobertura a la ciudadanía, pero también al médico que objete. Ahora bien, en este tema y de cara a la sociedad, no tanto a los médicos, creo que hay mucha polisemia y mucha confusión terminológica entre qué es eutanasia, qué es analgesia y sedación terminal, qué es limitación o adecuación del esfuerzo terapéutico o qué es encarnizamiento terapéutico, porque definitivamente esto último tampoco es un acto médico. Ni la eutanasia ni el encarnizamiento lo son. En este sentido, es vital que los colegios médicos y la propia OMC hagan toda la pedagogía, divulgación y formación necesarias para aclarar estos términos y las diferencias que existen entre una cosa y otra. Y desde el punto de vista de la Administración, hay que desarrollar la atención socio-sanitaria y potenciar los cuidados paliativos, pero, ojo, yo no establezco dicotomía alguna entre ambas cosas, porque lo uno no quita lo otro: eutanasia y paliativos no son incompatibles, pero sí creo que hay determinadas situaciones que te llevan a tomar una decisión crítica que quizás no se hubiera tomado si las necesidades de ese paciente hubieran estado cubiertas por otra vía.
P. ¿Pero la ley era necesaria? ¿Lo era en este momento?
R. La ley viene a regular aspectos que era fundamental regular, y aquí no albergamos nadie duda alguna, pero también creo que se ha empezado la casa por el tejado y, si hubieran contado con nosotros, creo que el abordaje de la norma hubiera sido más general. Ahora mismo, su desarrollo necesita un debate a fondo y una participación activa de todos los elementos implicados, porque corremos el riesgo de que esto salga del entorno de la sanidad pública, y esto debe ser una actividad asistencial que se desarrolle precisamente en ese entorno, en el público.
Corremos el riesgo de que la eutanasia salga del entorno de la sanidad pública
P. No le voy a preguntar por su opinión personal sobre este tema, porque estoy hablando con el presidente de la OMC, pero no me resisto a preguntarle por el posicionamiento público del presidente del Colegio de Médicos de Madrid en contra de la ley y de su aplicación. Se lo digo porque suscitó una respuesta airada de buena parte de la colegiación madrileña.
R. Mire, creo que estamos hablando de temas muy sensibles y que, como tales, requieren de una discusión serena y reposada; crear foros, como hicimos en el Congreso de Deontología Médica de la OMC, donde todos puedan hablar con serenidad, tiempo y conocimiento, y donde, además, podamos enriquecernos con las visiones de fuera: qué se está haciendo en otros países con respecto a este tema. Creo, además, que esos foros no tienen por qué estar necesariamente expuestos a la luz para sacar las posiciones más extremas de unos u otros.
P. La semana pasada inauguraron en Santander la llamada Escuela de la Profesión Médica de la OMC, una iniciativa que tiene vocación de permanecer en el tiempo. ¿Qué es exactamente esto? ¿Por qué ahora una escuela profesional?
R. El germen de esta idea está en unas jornadas, un curso, unos seminarios, como quiera llamarlo, que organizaba desde hace algunos años a finales de verano el Ministerio de Sanidad en Menorca. Con el tema de la pandemia, esto se ha desinflado relativamente y, en cierta forma, nosotros hemos decidido retomar el testigo, con una o dos jornadas que reúnen a expertos nacionales e internacionales y gente de ámbitos muy diversos para abordar temas relativos a la profesión médica. Aunque la iniciativa ministerial era muy loable, y de allí salieron cosas muy interesantes, mi impresión es que aquello no era una escuela como tal, al menos no como nosotros la habíamos concebido desde aquí. Éste es, en definitiva, el arranque de la Escuela de la Profesión, y a ver si conseguimos que sea una iniciativa con continuidad.
P. ¿Pero el propio concepto de escuela no remite a la necesidad de enseñar algo que aún no se sabe? ¿Tantas son las carencias formativas que la OMC detecta en el médico español en lo relativo a la esencia de su profesión?
R. La respuesta más obvia a eso es que seguir aprendiendo -en cualquier profesión, pero especialmente en la nuestra- siempre es vital. Además, creo que en materia de competencias transversales, habilidades de comunicación, empatía o ética médica, por poner algún ejemplo, la oferta actual no es ni tan nutrida ni tan variada como hay en formación específica de cada una de las especialidades. Y sobre todo creo que lo que nos falta es una visión general, un análisis general de la profesión. Además, como europeísta convencido que soy, creo que tenemos que enriquecer la perspectiva nacional con visiones foráneas, sobre todo las que vienen del ámbito europeo, para ir incardinándonos más en Europa, que es, en definitiva, el entorno donde ya nos movemos y cada vez lo haremos más.
El pueril maniqueísmo de los políticos no puede jugar con algo tan serio como la sanidad
P. ¿Un antídoto contra el ombliguismo, en suma? Lo digo por aquello de la visión excesivamente local o la superespecialización a que parece abocada la profesión.
R. Ojo, la superespecialización en esencia es buena, qué duda cabe, pero si algo ha evidenciado la pandemia es la importancia de las competencias transversales. Hemos visto a cirujanos trabajando en entornos de pacientes críticos en planta, a reumatólogos metidos en cuidados intensivos… Hay competencias transversales, muy genéricas, como la reanimación cardiopulmonar o el manejo de la vía área, que se van perdiendo en el día a día de una superespecialización que te obliga a estar muy pendiente del ultimísimo y muy específico avance de tu área. Eso, a veces, te hace perder de vista el concepto general.
P. No se lo tome a mal, pero ¿jornadas o encuentros profesionales como éste de Santander no acaban en cierta forma reducidos a una autoreivindicación de su papel como colectivo? ¿No puede acabar pensando la gente "ya están otra vez los médicos llorando"?
R. No, no, estas jornadas no van de eso. Pero también le digo, y no me importa repetirlo las veces que sea necesario, que si hay una parte fundamental del Sistema Nacional de Salud (SNS) que tiene que ser atendida ahora mismo son los profesionales sanitarios, y en particular los médicos. Recordar que más del 50% de los médicos están con un contrato precario, que apenas tenemos 5 días al año oficialmente reconocidos para nuestra formación continuada estructural o que nuestro salario medio es tremendamente inferior al de nuestros colegas europeos, no creo que sea llorar, sino exponer realidades perfectamente constatables. Lo podemos decir más alto, pero nunca más claro: estamos verdaderamente hartos.
P. ¿Parece que incluso empiezan a estar hartos de proclamar su hartazgo?
R. Sí, hartos de la situación y hartos de que políticamente se nos utilice como arma arrojadiza, a los profesionales y a la sanidad en general. El pueril maniqueísmo de la clase política y su cortoplacismo electoral no pueden jugar con algo tan serio como esto. El último estudio de la Fundación Galatea revela que el 33% de los médicos se jubilaría si pudiera hacerlo, y hasta el 50% confiesa tener el síndrome de burnout. Y ojo, porque estos datos emanan de una carrera esencialmente vocacional. Y cuando el hartazgo es mayúsculo, todo se adereza además con ocurrencias ocasionales que sólo contribuyen a aumentar el desasosiego de la profesión.
Todo médico esta orgulloso de serlo. Si, además, lo está de pertenecer a la OMC, firmo
P. ¿A qué ocurrencias se refiere?
R. Pues, por ejemplo, esto de la violencia obstétrica. Pero, ¿de qué estamos hablando a estas alturas de la película? ¿No nos damos cuenta del peligroso vínculo, aunque sólo sea semántico, que esta expresión genera con la violencia de género? Oiga, que estamos hablando de un acto criminal. Y además con argumentos alarmantemente pobres: un informe de la OMS que se refiere a otro informe de hace 26 años en el que se decía que las episiotomías en España eran un 5% superiores al resto del mundo. Olvidar cómo ha mejorado la morbimortalidad infantil en España en los últimos 20 ó 25 años, y ya no me remonto a los últimos 40, es cuando menos cicatero. Y ha mejorado, claro, en virtud de muchos factores, pero entre otros a la propia formación de los profesionales médicos. ¿Qué sentido tiene ahora generar este desasosiego? Entre otras cosas, porque no se genera sólo internamente, entre los profesionales, sino en los pasillos del hospital: quién te dice que una paciente no empiece a verte ahora con recelo. Y le pongo más ejemplos de ocurrencias: sale un juez, o unos jueces, y dicen que hay que aplicar el ozono saltándose toda la evidencia científica y dando lugar también a que se genere una corriente de opinión en contra de los médicos. Y aún hay más: de repente salta el presunto debate político sobre el MIR catalán. ¿Pero, oiga, quién ha dicho eso?
via Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/39J3HEF
No hay comentarios:
Publicar un comentario