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jueves, 6 de febrero de 2020

Confirman que el núcleo ‘accumbens’ es el responsable del instinto maternal

El cambio hormonal tan brusco que se produce durante los nueve meses de embarazo -superior, en algunos casos a los que una mujer alcanza durante toda su vida fértil-, es el responsable directo de la “locura de amor” que experimentan las madres hacia sus bebés. Aunque no se deben descartar otros factores externos, es el embarazo el que modifica el sistema cerebral del placer y refuerzo en la madre, un sistema básico y primitivo para la conducta maternal en el reino animal, ya que permite que la madre se sienta atraída por los estímulos procedentes de la cría e inicie una serie de conductas dirigidas a promover su supervivencia.

En el epicentro de esta vorágine amorosa, se encuentra el núcleo accumbens, área del cerebro que se encarga de la motivación y el placer y en el que el equipo de Susana Carmona, investigadora del Servicio de Medicina Experimental del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y del Ciber de Salud Mental (CiberSAM), con la colaboración de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha constatado cambios en su volumen, fundamentalmente disminución, y su relación con la conducta maternal instintiva.

Sistema mesolímbico-dopaminérgico

“El boom hormonal que acompaña al embarazo -que afecta sobre todo al sistema mesolímbico-dopaminérgico encargado del placer, la motivación y el refuerzo, produce cambios cerebrales en la madre hasta el punto de que su conducta se organiza, casi en exclusiva, para el desarrollo y supervivencia del bebé”, señala la investigadora, que ha publicado estos datos en el Psychoneuroendocrinology de febrero.

Los cambios y disminución del volumen del cerebro se han constatado mediante imágenes de resonancia magnética (RM) en 25 mujeres que fueron madres primerizas y 20 mujeres control que no fueron madres, reclutadas en el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) de Barcelona.

Lo que estudios previos publicados en 2017 en Nature Neuroscience por el mismo equipo ya sugerían, en cuanto a que la maternidad provocaba alteraciones duraderas en la estructura del cerebro, se ha ratificado ahora con la disminución en el volumen del núcleo accumbens y “la demostración de que los cambios en este circuito cerebral hacen que el bebé se convierta en el estímulo más relevante, placentero y llamativo para la madre que modifica su conducta para estar en contacto con él y protegerlo”.

A la izquierda, imagen cerebral sin activación en comparación con la imagen de la derecha en la que se visualiza, con resonancia magnética, como se activa el estriado ventral (encargado del placer, el refuerzo y la motivación) en el cerebro de una madre cuando ve fotos de su bebé.

A la izquierda, imagen cerebral sin activación en comparación con la imagen de la derecha en la que se visualiza, con resonancia magnética, cómo se activa el estriado ventral (encargado del placer, el refuerzo y la motivación) en el cerebro de una madre cuando ve fotos de su bebé.

Las madres sentirían una especie de adicción hacia su hijo, hecho no raro puesto este mismo sistema cerebral -el mesolímbico-dopaminérgico- es el que interviene en otras adicciones -fumar, jugar o consumir otras drogas, entre otras- en las que todos circuitos cerebrales se coordinan para alcanzar y conseguir esa motivación.

Cambios mantenidos en el tiempo

Carmona explica que las hormonas hacen que el “enamoramiento” sea rapidísimo. “Un psicólogo muy famoso, Urie Bronfenbrenner, decía que para que el bebé se desarrolle correctamente, al menos un adulto debe estar “loco de amor” por él. Es la explicación de la base neurológica de este amor instintivo maternal” que, además, se ha comprobado tanto en mujeres que se quedan embarazadas de forma natural como en las que lo hacen por otros medios, como la fecundación in vitro, por ejemplo. En el caso de los padres o de mujeres que adoptan hijos parece que también se produce este enamoramiento, aunque en ellos, lógicamente, “no influirían las variaciones hormonales ni los cambios cerebrales, sino que este fenómeno estaría más implicado con la interacción y la socialización con el bebé, tal y como se ha visto en modelos de animales”. 

La investigación también ha comprobado que las disminuciones de volumen en el núcleo accumbens se mantienen en el tiempo, al menos dos años, según lo que se ha visto en las resonancias magnéticas de las madres, y que podrían correlacionarse con el tiempo en que el niño empieza a ser más autónomo. No obstante, la neruocientífica adelanta que se va a intentar hacer un seguimiento de seis años a las madres que han participado en el estudio para comprobar si el efecto se mantiene, “aunque sospechamos que puede ser para toda la vida”.

Estudio para patología mental postparto

Además de verificar el instinto maternal, la investigación aporta un modelo de estudio en embarazo y postparto “con implicaciones muy importantes para prevenir problemas de salud mental después del parto, como la depresión postparto -que afecta a una de cada cinco mujeres-, u otras de mayor gravedad, como la psicosis postparto. El reto es desarrollar estudios que valoren si en estas alteraciones hay mayor o menor disminución en el volumen cerebral que acompaña al instinto maternal”.

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