Retraction Watch, fundada en 2010 por Ivan Oransky y Adam Marcus, se ha convertido en la referencia de las pifias científicas publicadas. Su base de datos contenía en septiembre pasado 24.000 entradas, desde sonados fraudes o meros plagios hasta pequeños errores en una fotografía o en un gráfico. Las retiradas de artículos que contabilizan son 1.650. Aunque envuelto a veces en réplicas razonadas y en largas polémicas, su trabajo esencial se basa en recoger las rectificaciones o correcciones que publican las propias revistas.
Es un modo de contribuir a la transparencia, al descubrimiento de caraduras, a la denuncia de ‘depredadores’ y al proceso, implícito, de autocorrección de la ciencia. No todo son fraudes y engaños intencionados; hay descuidos motivados por las prisas, por el afán de publicar antes que otros, por la falta de supervisión, por sesgos inconscientes o por la propia complejidad de algunos temas para los que en ocasiones es difícil encontrar revisores competentes.
En un año tan convulso como el que finaliza, en el que muchos investigadores han estado en el dique seco, en el que el interés se ha volcado en los estudios preimpresos (preprint) más que en los revisados y publicados, en el que han aparecido unos 200.000 estudios sobre el SARS-CoV-2 y la covid-19, según la base de datos Dimensions, en el que las grandes revistas han acelerado las revisiones y ediciones, se podría esperar un aluvión de rectificaciones.
Hasta principios de diciembre, el rastreador de Retraction Watch había recogido 39 artículos sobre la covid-19 retirados de los servidores de preimpresión y de las revistas revisadas, pero los fundadores de esta web aseguran que el número irá creciendo a medida que pasen los días y el aluvión de publicaciones se vaya sedimentando, leyendo y corrigiendo. Como en los últimos años, Oransky y Marcus han seleccionado para la revista The Scientist los grandes fiascos del año, divididos esta vez en covid y no covid.
Diez extravíos pandémicos
El misterio de Surgisphere. Sin duda, el principal escándalo editorial lo protagonizaron dos de las mejores revistas médicas del mundo: The Lancet y The New England Journal of Medicine. A mediados de año se vieron obligadas a eliminar sendos artículos que se basaban en datos de la compañía Surgisphere, de Chicago, que se negó a compartir sus resultados con los coautores y los editores involucrados. Expertos en bioestadística y ética médica cuestionaron cómo Surgisphere, una pequeña empresa sin mucha experiencia en análisis de grandes datos, podría haber recopilado y analizado decenas de miles de registros de pacientes, particularmente dada la complejidad de navegar por los acuerdos de confidencialidad. El de The Lancet trataba sobre la falta de eficacia de la hidroxicloroquina frente a la covid, y el del New England informaba de que tomar ciertos medicamentos contra la hipertensión, como los inhibidores de la ECA, no parecía aumentar el riesgo de muerte entre los enfermos de covid -19. El primero tuvo una enorme influencia y condujo a la suspensión de muchos ensayos clínicos sobre hidroxicloroquina. Lo paradójico del caso es que ambos estudios retirados estaban en lo cierto, como se ha ido comprobando en trabajos posteriores. Un tercer e influyente estudio de Surgisphere fue retirado del servidor de preimpresión SSRN a petición de un coautor. Trataba de los beneficios potenciales de la ivermectina contra el coronavirus.
La caída de la hidroxicloroquina. En mayo se retiró otra prepublicación en medRxiv sobre el potencial de la hidroxicloroquina y la azitromicina a cargo de un equipo del Hospital Raymond Poincaré, de París. Una versión mitigada de ese estudio se publicó en octubre en International Journal of Antimicrobial Agents, revista editada por Didier Raoult, un conocido científico francés cuyo trabajo con la hidroxicloroquina al principio de la pandemia desencadenó un amplio optimismo. Hasta ahora, ninguno de los artículos de Raoult sobre este antimalárico se ha retirado, aunque una revisión de uno de ellos encargada por el grupo Elsevier encontró que tenía "deficiencias metodológicas importantes" y era "totalmente irresponsable". PLoS ONE le retiró asimismo este año un artículo de 2013, obviamente no relacionado con la covid, debido a “imágenes sospechosas”.
Trampa antidepredadores. La hidroxicloroquina también fue el motivo de una inteligente trampa llevada a cabo por un par de investigadores europeos alarmados por el presunto comportamiento depredador del Asian Journal of Medicine and Health (AJMH), que había publicado un sospechoso estudio francés alabando el fármaco y firmado entre otros por un diputado. Mathieu Rebeaud y Florian Cova, del falso Institute for Quick and Dirty Science, en Suiza, le colaron al AJMH un artículo que afirmaba, entre otras fantasmadas, que el virus SARS-CoV-2 era "inesperadamente más mortífero que los patinetes", y que la hidroxicloroquina podría ser la "solución". La revista reaccionó indignada cuando le empezaron a llegar las burlas de medio mundo y retiró el artículo, pero dejó el estudio inicial intacto.
Mascarillas ineficaces. En junio, la misma semana de las retiradas en Lancet y NEJM, Annals of Internal Medicine tuvo que anular un artículo muy citado que había publicado en abril y en el que un equipo de la Universidad de Ulsan, en Seúl, afirmaba que las mascarillas eran ineficaces para prevenir la propagación del SARS-CoV-2. El ensayo, que tuvo gran repercusión en los medios de comunicación y las redes sociales, y hasta en la OMS, era lamentablemente endeble pues solo se basaba en los datos de cuatro participantes.
El peor estudio. Si la falta de datos era un problema para algunos estudios, otros sufrían de una completa falta de sentido común, como el publicado en Journal of Biological Regulators and Homeostatic Agents por un equipo de italianos, rusos y estadounidenses, en el que se decía que la covid-19 era el resultado de la tecnología 5G, uno de los bulos que más han circulado en las redes sociales. El blog Science Integrity Digest, de la detective de datos Elisabeth Bik, lo ha elegido como el "peor estudio de 2020".
A lomos de un meteorito. El anterior estudio puede competir sin duda con la teoría de un equipo internacional acaudillado por Chandra Wickramasinghe, del Instituto para el Estudio de la Panspermia, aparecida en el libro Advances in Genetics, de Elsevier, en el que proclaman que el nuevo coronavirus vino a la Tierra el año pasado en un meteorito. Para los panspérmicos, muchos de los virus peligrosos que han asolado el planeta proceden del espacio exterior.
Amuletos anticovid. Siguiendo con las hipótesis fantásticas, la revista Science of the Total Environment debía de tener pocos revisores, o ninguno, cuando publicó un estudio, nada menos que de la Universidad de Pittsburgh, en el que se aseguraba que los brotes de covid pueden deberse a anomalías geomagnéticas y que el uso de amuletos de nefrita-jade, un silicato cálcico de ferromagnesio, podría evitar la infección. Tras el consiguiente alboroto en Twitter, los coautores del artículo pidieron su anulación, y ahora figura como “retirado temporalmente”.
A vueltas con la vitamina D. La revista PLoS ONE emitió una nota de cautela por un artículo que publicó en septiembre de un equipo de las universidades de Teherán y Boston donde se sugería que la vitamina D podría proteger contra la covid-19 grave. La medida se produjo después de las críticas en Twitter de Gideon Meyerowitz-Katz, un epidemiólogo australiano que señaló, entre otras cuestiones, que el estudio se basó en un pequeño número de pacientes y parecía mostrar un resultado nulo. Aun así, la vitamina D es una de las sustancias más estudiadas contra la infección y varios ensayos apoyan sus beneficios.
¿Alarma infundada? En abril, investigadores del Imperial College de Londres tuvieron que corregir un artículo en Lancet Infectious Diseases que se basaba en parte en un preprint de febrero con datos epidemiológicos de China, en el que se pronosticaba que la covid-19 mataría a medio millón de personas en el Reino Unido y a más de dos millones en Estados Unidos si no se tomaban medidas preventivas. En palabras de The Washington Post, el estudio "ayudó a mejorar las estrategias frente al coronavirus en Estados Unidos" y condujo al gobierno británico a implantar medidas de distanciamiento social y aislamiento. Los autores han dicho después que estaban seguros de que los datos posteriores habían afirmado sus hallazgos generales. Es un clásico ejemplo epidemiológico de alarma inicial que conduce a medidas de contención que reducen los desastrosos efectos previstos.
Similar al VIH. La revista Cellular & Molecular Immunology tardó tres días en aceptar un artículo de investigadores chinos sobre cómo la covid-19 puede infectar los glóbulos blancos, de modo similar al VIH, y luego tardó dos meses en retractarse después de que en una carta enviada a la revista el investigador Leonardo Ferreira, de la Universidad de California en San Francisco, dijera que en ese estudio "no se utilizaron células T humanas y que los datos de la citometría de flujo para la infección viral fueron malinterpretados flagrantemente". Antes de que se retirara, el artículo, tuvo una gran repercusión en los medios y fue objeto de miles de tuits.
Disparates no covid-19
Química meritoria. Algunas revistas se han dedicado este año a purgar lo que algunos lectores percibían como artículos ofensivos. En junio, la venerable revista alemana Angewandte Chemie se retractó de un ensayo de Tomáá Hudlick, investigador de la Universidad canadiense de Brock, en el que lamentaba los esfuerzos para diversificar su campo, es decir, para forzar la igualdad de sexos, razas y otras inclusiones. “Cada candidato -escribía- debe tener la misma oportunidad de asegurar un puesto, independientemente de su identificación/categorización personal. El aumento y el énfasis en las prácticas de contratación que sugieren o incluso exigen igualdad en términos de números absolutos de personas en subgrupos específicos es contraproducente si conduce a la discriminación contra los candidatos más meritorios”. La trifulca que originó en redes sociales científicas y el desacuerdo con esa postura hizo que dimitieran 16 miembros del consejo editorial de la revista y otros dos fueron expulsados.
Cirujanas en bikini. El Journal of Vascular Surgery se metió en arenas movedizas después de publicar en agosto pasado un artículo de cirujanos del Hospital Universitario de Boston que argumentaban que los médicos que publican fotos de sí mismos con ropa informal o en traje de baño actúan de una manera "potencialmente poco profesional". El ensayo, criticado como extemporáneo y misógino, desencadenó el movimiento #medbikini en Twitter y, finalmente, una disculpa de la revista.
Macedonia telúrica. Entre los autores del artículo 5G-Covid-19 estaba Massimo Fioranelli, cuyo nombre también apareció en otros cinco artículos ahora retirados de un número especial de Macedonian Journal of Medical Sciences de 2019 dedicado a la dermatología global. Uno de ellos afirmaba que "un agujero negro en el centro de la Tierra desempeña el papel del mayor sistema de telecomunicaciones para conectar ADN, ADN oscuro y moléculas de agua en colectores dimensionales 4+N".
Arañas insociables. Un caso notable ha sido el de Jonathan Pruitt, un científico en Canadá que estudia la sociología de las arañas. A principios de este año, uno de los coautores de Pruitt le dio por sospechar de la veracidad de sus datos. Sus pesquisas han conducido a ocho retractaciones, por ahora, de estudios de Pruitt publicados en revistas como Biology Letters, Proceedings of the Royal Society B y American Naturalist.
Rectificar es de sabios. Y algunos científicos lo hacen gustosamente cuando se percatan de que algo han hecho mal u otro colega se lo dice. Así, Frances Arnold, del Instituto Tecnológico de California y coganadora del Premio Nobel de Química de 2018 por sus trabajos sobre la evolución de las enzimas, anunció en enero de este año, antes de que lo hiciera la propia revista Science, que retiraba un estudio publicado el año pasado sobre la síntesis enzimática de los betalactámicos pues no han podido replicar los resultados. Un ejemplo de sinceridad y transparencia.
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