A Juan Antonio ortega se le tuerce levemente el gesto cuando ve sobre la mesa varias botellas de agua de 33 cl y pide que las retiren antes de empezar una rueda de prensa. Como coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de la Pediatría (AEP), no parece muy coherente reclamar que se cuide del planeta y beber de agua envasada en plástico cuando puede calmar la sed con la del grifo.
“Estamos en código rojo, en emergencia climática. La situación va a ser peor que con la covid-19, lo vamos a ver con las cifras”, augura. Un ejemplo: 3,3 millones de muertes anuales en el mundo están vinculadas a las partículas PM2,5 producidas por el hombre.
Ortega es el responsable de la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica del Hospital Virgen de la Arrixaca, de Murcia (solo existe otra en Cataluña), donde reciben consultas de toda España de familias y profesionales. “La sociedad se hace cada vez más preguntas y son muy sensatas. ¿El agua que bebemos está contaminada? ¿Cómo afecta mi trabajo a la salud de mis hijos?”, explica.
Valorar los riesgos
En la unidad tratan de darles respuesta con dos herramientas: la historia clínica medioambiental y la hoja verde. La primera, que en Murcia se usa para los supervivientes de cáncer pediátrico, tiene como fin “valorar los factores de riesgo relacionados con la aparición de la enfermedad para reducirlos o eliminarlos”
La segunda es un checklist más sencillo, pensado para atención primaria, con el que se valoran los riesgos ambientales en embarazadas. “Es un periodo especialmente vulnerable con un retorno muy importante cuando detectas los riesgos. Por ejemplo, tenemos casi un 30% de mujeres con riesgo químico en su trabajo: en el campo, en una gasolinera, etc. Pueden protegerse usando una FFP2, abriendo las ventanas...”, explica.
También miden la huella de carbono de los supervivientes de cáncer. “En el futuro será un importante marcador de control en los crónicos, como la historia radiológica”. Cada gesto, como andar en vez de conducir, desechar el plástico o comer más verduras y de cultivos ecológicos, contribuirá a su salud.
“Me preocupa más el ‘tranquilismo’ de las instituciones que generar un supuesto alarmismo social”
Su unidad va creando iniciativas para integrar la sanidad y naturaleza. Por ejemplo, pusieron en marcha en 2014 la iniciativa Bosques para la salud, que pretende que cada niño de la Región de Murcia nazca y crezca vinculado a un árbol. Esos bosques se aprovechan además para poder pasar consulta, organizar actividades para crónicos y niños o impartir talleres de prevención del tabaquismo.
La avanzadilla
Ortega cree que hasta al menos dentro de 10 años no llegará una nueva generación de líderes en salud medioambiental bien formados: “Ahora estarán en 4º de la ESO”. Por eso llama cariñosamente “nave interestelar” a su unidad, donde trabaja con varios sanitarios verdes: otra pediatra, un médico de Familia, un enfermero, una matrona, dos ambientólogos... “Somos la avanzadilla, un ejemplo de lo que viene”, y bromea con que en el futuro le conocerán como “el abuelo cebolleta de la Medicina Medioambiental”.
¿No le preocupa meter miedo a los padres? “Me preocupa más el tranquilismo institucional que el supuesto alarmismo social. Hay muchas cosas fuera de su control, pero les haces reflexionar sobre cuáles son las mejores decisiones”.
“Todos dicen que hay que humanizar la sanidad, pero eso es el pasado. El verdadero desafío es naturalizarla”
Pero la Administración tiene que actuar, por ejemplo promoviendo la neutralidad de la huella de carbono de los sistemas sanitarios. Esto implicaría “el uso energías alternativas en los centros, una edificación más acorde con la naturaleza, incorporarla a la cartera de servicios”. Es más: Sanidad y Medio Ambiente deberían ser un superministerio.
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“Todos dicen que hay que humanizar la sanidad, pero eso es el pasado. El desafío es naturalizar”. Opina que el modelo actual implica costes insostenibles, agotamiento de los recursos naturales, crecimiento de las enfermedades crónicas.... “Vivimos mejor, pero hemos mejorado algunos indicadores de forma transitoria como un espejismo, a costa de un empobrecimiento terrible de todos los ecosistemas”.
En su unidad también trabajan en implantar cambios dentro del hospital para disminuir la contaminación. Por ejemplo, han instalado expendedores de agua en el comedor de las guardias y en todas las plantas de hospitalización, recuperando las jarras y vasos de vidrio. "Hemos quitado 100.000 botellines de plástico al año", dice orgulloso. "El objetivo es llegar al millón, que es lo que consume toda la institución".
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