No siempre cuadra la capacidad al volante autopercibida por la persona mayor con deterioro cognitivo que conduce con la valoración que hace su entorno. En estas personas puede concurrir la anosognosia, o incapacidad para darse cuenta de las propias limitaciones cognitivas. Cuando esto sucede, surgen los conflictos entre el conductor que no quiere dejar de serlo con familiares y profesionales sanitarios.
El estudio El proceso de cese de la conducción en personas mayores, de la Fundación Mapfre y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona), recoge datos de entrevistas realizadas a un grupo de casi cincuenta personas que han experimentado un proceso de cese de la conducción, entre mayores que han acudido a la Unidad de Memoria del Sant Pau y familiares que han vivido esta experiencia con un allegado.
Los resultados de la encuesta muestran una discrepancia entre quien dice tomar la iniciativa de dejar de conducir. Si se pregunta a los mayores exconductores, el 55% afirman haber adoptado la decisión por propia iniciativa y el 45% haber dejado de conducir de manera sugerida o forzada por las personas de su entorno.
Sin embargo, cuando se pregunta a los familiares, un 74% asegura que el mayor ha dejado la conducción de forma involuntaria. Entre las causas que esgrimen unos y otros están los problemas cognitivos y el diagnóstico de demencia, otros problemas médicos y las dificultades para conducir un vehículo.
La autora Isabel Sala, neuropsicóloga de la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología del Sant Pau, comprende que en pacientes con deterioro cognitivo es importante recoger información sobre las características de la conducción por parte del paciente y, sobre todo, del familiar o persona cercana. "En nuestro centro es habitual preguntar sobre la conducción", afirma.
Sin embargo, pese a que comprende que es un tema que debería abordarse de forma rutinaria en las consultas de neurología y atención primaria, "mi percepción, por los casos que atendemos en nuestro centro, es que no se explora lo suficiente".
Reconocimientos oficiales
La neuropsicóloga comprende que en los reconocimientos médicos que se practican para la renovación del carnet de conducir sería conveniente contar con un protocolo de detección precoz que se aplicara de forma sistemática a los conductores mayores de 65 años. Actualmente, aclara, las pruebas que se practican no permiten detectar el deterioro cognitivo, pero "sí existe la indicación de evaluar su presencia en caso de sospecha".
En estos casos, deben realizar una evaluación complementaria y si las dudas permanecen, se recomienda derivar a un especialista "para determinar si la persona es apta o no para conducir".
El estudio reveló que la mitad de los familiares del grupo de participantes que habían dejado de conducir, pero que aún tenían el carnet vigente, consideraban que no se les tenía que haber renovado. "Esto nos indica que probablemente es necesario disponer de pruebas con mayor validez ecológica para detectar patrones de conducción no segura", resalta la investigadora.
Evitar el trauma
"Según los estudios publicados, en la mitad de los casos el cese de la conducción en personas con deterioro cognitivo se produce tres años más tarde de la recomendación del profesional sanitario y la familia considera que la gestión de cese de la conducción resulta complicada. En ocasiones, estas situaciones se producen por una falta de información de cómo proceder", advierte Sala.
En la encuesta, el el 41% de las personas con cese forzoso de la conducción lo vive de forma negativa: "Ya no soy el mismo", "mi familia ya no confía en mí", y "ya no sirvo para nada", son sentimientos de estas personas cuando abandonan el coche. Además, dejar de conducir lleva a la pérdida de independencia y a la obligación de prescindir de alguna de las actividades habituales.
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