Quien haya leído la inquietante novela 1984 de George Orwell recordará la «neolengua» (Newspeak en el inglés original), una especie de inglés simplificado que constituye uno de los pilares de que se vale el partido único ―el Ingsoc o «socialismo inglés»― para hacer inviable cualquier forma de pensamiento que se aparte de la ortodoxia. Manipulada por el Ministerio de la Verdad, esta neolengua permite al régimen totalitario controlar y definir el pensamiento de la población con fines políticos; y en muchos aspectos recuerda al lenguaje políticamente correcto de la actualidad, con listas de palabras prohibidas que se sustituyen por otras, a veces incluso antónimas. El lema del Ingsoc, sin ir más lejos, empieza afirmando «La guerra es la paz». ¿Simple fantasía literaria? Quizá no, si tenemos en cuenta que lo que en España fue durante casi cien años Ministerio de la Guerra hoy se llama Ministerio de Defensa, y que nuestras tropas destinadas en el extranjero, pase lo que pase, siempre intervienen en «misiones de paz».
Tendemos a sustituir las palabras que designan realidades desagradables, o que no nos placen, por otras más gratas o que nos gustan más, aunque en realidad signifiquen lo contrario. En medicina lo vemos muy claramente, por ejemplo, en la progresiva sustitución del término ‘enfermedad’ por su antónimo ‘salud’. Por ejemplo, en el editorial «Epidemia invisible» publicado en El País el 18 de marzo del 2008, que llevaba por subtítulo «La salud mental se revela como uno de los grandes problemas sanitarios del siglo XXI», y cuya primera frase en el cuerpo del artículo es «La salud mental ha entrado con fuerza en la lista de epidemias del siglo XXI». Parece evidente que donde el editorialista escribe «salud mental», quiere en realidad decir «enfermedades mentales».
Algo parecido ha pasado con el término ‘toxicidad’, prácticamente erradicado hoy del lenguaje farmacéutico en referencia al ser humano. Tradicionalmente, en la investigación de todo nuevo medicamento, los ensayos clínicos iban dirigidos a estudiar su eficacia (effectiveness) y su toxicidad (toxicity), con el propósito de demostrar que es eficaz sin efectos tóxicos, o con efectos tóxicos razonables. Con ‘eficacia’ no hay problema: es un término positivo y la industria farmacéutica lo usa sin reparos; ‘toxicidad’, en cambio, ha quedado hoy reservado solo para los estudios de toxicidad en animales. En investigación clínica, la industria farmacéutica lo sustituyó primero por tolerabilidad (tolerability), que es un término neutro, y más tarde por inocuidad o seguridad (safety), que es ya francamente positivo. Así, hoy en el ámbito de la investigación clínica de nuevos medicamentos es ya habitual llamar safety events a los efectos secundarios, reacciones adversas o acontecimientos adversos, según el contexto; safety profile, al perfil de toxicidad; y safety studies, a los estudios de toxicidad. Que lo haga así la industria farmacéutica, interesada en vender cuanto más, mejor, no es de extrañar; pero sí debería extrañarnos más que ese uso se haya difundido entre toda la clase médica, y que lo hayan asumido también sin reparos las agencias mundiales de medicamentos, que son organismos estatales encargados de la evaluación, registro, autorización, inspección, vigilancia y control de los medicamentos de uso humano.
Fernando A. Navarro
La industria farmacéutica ha conseguido que erradicar en gran medida el término ‘toxicidad’ en referencia a los medicamentos destinados al ser humano. Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3pMNwxt
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