La economía del comportamiento empieza a colarse en el sector salud con un bagaje que recuerda a ciertas estrategias publicitarias y tirando más de las heurísticas que del razonamiento. Esta disciplina aporta herramientas como los nudges (acicates), que tienen un papel en el cambio de comportamiento humano y pueden aprovecharse para mejorar la salud, junto a incentivos y correcciones.
El grupo de investigación de Economía de la Salud que encabeza el profesor José María Abellán en la Universidad de Murcia (UMU) viene trabajando en estos conceptos desde hace años. Uno de sus colaboradores, David Jiménez, defendió el rol de estos acicates o empujones de comportamiento durante la XIV Reunión Científica de la Asociación Española de Evaluación de Tecnologías Sanitarias (AEETS), que se ha celebrado en el Hospital Universitario Reina Sofía, de Murcia.
“Los nudges pueden ser un instrumento eficaz para aumentar la adherencia a los tratamientos y la adecuación de la prescripción, y contribuir a disminuir la brecha entre eficacia y efectividad”, avanza el investigador, resaltando que los nudges intentan utilizar la psicología de la persona.
Hay incentivos de tres tipos: los descuentos o subsidios, los que premian acciones concretas y la participación en loterías
Los nudges o acicates se definieron en 2008 como atributos del entorno que intentan cambiar el comportamiento de una manera predecible, aunque con una serie de condiciones. La primera y, más importante, es que lo hagan respetando la libertad de elección de las personas. “Un nudge nunca obliga”, asevera Jiménez, agregando dos condiciones más: propiciar que se tomen decisiones alineadas con el bienestar propio y utilizar como correa de transmisión preferente los mismos sesgos a las que esas decisiones son propensas.
Un nudge que todos conocemos sería el mensaje que aparece en los paquetes de tabaco. No prohibe el consumo, pero intenta disuadir a través de recordatorios y eliminar sesgos que lleven a un consumo excesivo.
Fruta a la vista
Hay muchos tipos de acicates que pueden aplicarse a introducir mejoras en el terreno de la salud pública. Según la naturaleza de la intervención pueden ser nudges educativos (un folleto sobre nutrición saludable), o no educativos (ubicar fruta en vez de chocolatinas junto a la caja registradora para fomentar hábitos saludables). También pueden clasificarse como transparentes, cuando el destinatario conoce la existencia de tal acicate (se ha informado previamente de la ubicación de la fruta), o como opacos (se hace el nudge sobre el individuo sin que este lo sepa, pero también verá la fruta en esa ubicación).
“Para mejorar algunos comportamientos en salud, además de los acicates se pueden utilizar los incentivos habituales como complemento, siempre intentando entender el comportamiento psicológico”, comenta el investigador. Los incentivos también pueden adoptar formas creativas, aunque suelen clasificarse en tres tipos: los descuentos o subsidios (básicamente, que el medicamento cueste menos), los que premian acciones concretas (pagar al paciente por dejar de fumar o tomarse la medicación) o la participación en loterías. Este último es el incentivo que los estudios estadounidenses apuntan como más eficaz “porque apela a mecanismos psicológicos diferentes a la seguridad de obtener un premio”.
Jiménez explica que, al diseñar un nudge, se consideran los mecanismos psicológicos y áreas de actuación que facilitan el cambio de comportamiento. En los nudges educativos basta con proporcionar información (por ejemplo, calorías por alimento), o utilizar el semáforo nutricional, que induce a consumir alimentos más saludables, siempre con componente emocional.
Otros muchos acicates son de reestructuración del entorno, como presentar los alimentos de una forma determinada. Se ha visto que dividiendo las magdalenas de chocolate en dos trozos y las manzanas en cuatro, los asistentes a reuniones de trabajo ingerían menos calorías. O establecer dos filas de autoservicio en una cafetería, una de ellas exclusivamente con productos saludables. También es un nudge porque la persona puede cambiar de fila. Con este gesto baja un 25% la hilera de los productos no saludables. Hay otras estrategias para fomentar la alimentación saludable, como utilizar platos pequeños para comer menos, o colocar más a mano el agua que las bebidas azucaradas. “Son intervenciones que funcionan muy bien, en parte gracias a su simplicidad”, arguye Jiménez.
Muchos acicates son de simple reestructuración del entorno, como presentar los alimentos de una forma determinada
En un ámbito completamente diferente, como el de las vacunaciones, también se utilizan una serie de mecanismos nudget, como los recordatorios al colectivo diana, con los que se ha logrado aumentar la tasa de vacunados de gripe del 33 al 37%. O, incluso con mayor eficacia, el uso de opciones por defecto: se dio cita a empleados de una universidad que no la habían pedido (podían cancelarla o cambiarla de fecha) y aumentaron las vacunas del 33 al 45%. “Vemos que se repite un cierto patrón de pequeños cambios en el entorno que no restringen nunca la capacidad de elección del individuo, pero generan cambios relativamente grandes en su comportamiento”, insiste el investigador.
Por otro lado, también existen los contratos de compromiso, en los que la persona deposita su propio dinero y solo se le devuelve si consigue su objetivo, por ejemplo, la deshabituación tabáquica.
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