Veíamos el jueves pasado, cómo más de diez años de minuciosa investigación permitieron a Francis Martínez Mojica descubrir el sistema CRISPR, darle nombre y describir su función. Fue el primero en demostrar que los procariotas pueden defenderse de los bacteriófagos reconociendo los genes víricos y poniendo en marcha una respuesta específica, que corta dichos genes e impide su multiplicación.
Ocurre, no obstante, que la Real Academia de Ciencias de Suecia no ha premiado con el Nobel de Química el descubrimiento del sistema CRISPR, sino «el desarrollo de un método para modificar el genoma», basado en él. Martínez Mojica, ciertamente, nunca fue consciente del potencial biotecnológico que tenía su descubrimiento. Las dos galardonadas, Jennifer A. Doudna y Emmanuelle Charpentier, aprovecharon los hallazgos del microbiólogo español para transformar el mecanismo natural por él descrito en una técnica artificial con un sinnúmero de aplicaciones clínicas y de otro tipo.
En 2012, Doudna y Charpentier describieron el sistema CRISPRCas9 en Streptococcus pyogenes y propusieron su uso como instrumento para la modificación o corrección del genoma. Al año siguiente, de manera independiente, Feng Zhang y George Church demostraron experimentalmente tal utilidad en células cultivadas de mamífero. En 2015, la prestigiosa revista Science seleccionó el sistema CRISPR como el avance científico más trascedente del año. Y hoy este crísper es la técnica de corrección genética más empleada en todos los laboratorios del mundo, que permite modificar con extraordinaria eficacia y precisión todo tipo de genomas, desde bacterias hasta células humanas. Sus posibilidades parecen infinitas: rectificación del ADN; reparación de fallos en el genoma; introducción de mutaciones, inserciones o deleciones; eliminación o adición de genes; regulación de la expresión de un gen concreto; modificaciones epigenéticas; visualización de una región específica del genoma.
¿Podría haber recibido Martínez Mojica el Premio Nobel por su descubrimiento? Desde luego que sí; la noticia del galardón sueco publicada en la revista Nature incluye un recuadro «CRISPR’s many pioneers» que comienza así: «There would be no CRISPR without Francisco Mojica». En 1945, de hecho, el Premio Nobel de Medicina y Fisiología reconoció a Ernst B. Chain y Howard W. Florey por su aplicación de la pencilina al tratamiento de las enfermedades infecciosas humanas en 1940, pero también a Alexander Fleming por haberla descubierto doce años antes, aunque nunca la aplicara ni pensara en aplicarla clínicamente. Pero también es cierto que el Premio Nobel ha reconocido en muchas otras ocasiones solamente la aplicación práctica de un hallazgo, y no la ciencia básica subyacente.
Me quedo con la reacción del propio Francis el pasado mes de octubre, nada más conocerse el nombre de las dos nobeles de Química de este año: «No pudo ser, pero entraba dentro de lo esperable; lo contrario sí habría sido una gran sorpresa (en el fondo todos lo sabemos). El hecho de que se haya concedido un premio Nobel por el desarrollo de una aplicación derivada de investigaciones que germinaron en este país es sin duda un gran triunfo de la ciencia española que no necesita de una medalla que lo certifique».
Fernando A. Navarro
Los interesados en saber más sobre este gran triunfo de la ciencia española; sobre el origen, el desarrollo y las ilimitadas posibilidades del sistema CRISPR, pueden acudir al libro Editando genes: recorta, pega y colorea. Las maravillosas herramientas CRISPR (2.ª edición; junio 2020), del genético barcelonés Lluís Montoliu.
La autoría indiscutida de la sigla CRISPR corresponde a Francis Martínez Mojica: ¿podría el investigador ilicitano haber recibido el Premio Nobel de Química por su descubrimiento? Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3a5XpQN
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