Los avances en los pulsioxímetros están posibilitando que cada vez sean más accesibles para los usuarios domésticos, pero los especialistas consultados por CF inciden en que, a pesar de las mejoras, todavía hay que tener muy en cuenta los factores que pueden alterar los resultados o dar lecturas erróneas y que, por tanto, requieren una interpretación y valoración profesional.
Además del uso clínico hospitalario, extrahospitalario y en Atención Primaria, un gran avance tecnológico llegó en 2009, “cuando fue introducido el primer pulsioxímetro de dedo con conectividad Bluetooth, permitiendo a los médicos monitorizar el pulso y los niveles de saturación de oxígeno en sus pacientes a través de registros en línea y el uso de sistemas de telemedicina para el hogar”, señala Emilio Matutes, jefe de Anestesiología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela (Madrid).
Algunos pacientes con problemas respiratorios los usan en su domicilio “para discernir sobre la gravedad de su cuadro y acudir al servicio de emergencias. Suele ocurrir con enfermedades crónicas como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)”, comenta Silvia Pérez Ortega, presidenta de la Asociación Española de Enfermería en Cardiología (AEEC) y enfermera clínica cardiovascular del Hospital Clínic, de Barcelona.
Ahora bien, Rosalía Gozalo Corral, vocal de Dermocosmética y Productos Sanitarios del COF de Madrid, afirma que, pese a que han mejorado mucho en los últimos años, tienen ciertas limitaciones que pueden afectar a la exactitud de las mediciones, como es en el caso de los pacientes con anemia intensa, insuficiencia cardíaca, ambiente frío (dedos fríos) o la presencia de elementos que dificultan la captación de la emisión, como determinados tipos de lacas de uñas, uñas sintéticas o suciedad, o en pacientes con la piel oscura en los que se han detectado valores erróneamente altos y una mayor frecuencia de fallos. “En presencia de carboxihemoglobina (intoxicación por monóxido de carbono) y de metahemoglobina (intoxicación por tintes de anilina y nitritos), la lectura está falsamente reducida”.
Salvo este ámbito de mejora, la innovación realizada ha permitido que, al menos, haya una gran variedad de modelos en el mercado (para adultos, pediátricos, neonatales): “Pueden ser portátiles, de dedo, de pulsera y diferentes dependiendo de si su uso es doméstico, hospitalario, para profesionales o actividades deportivas; así sus prestaciones serán disstintas: con memoria, conexión Bluetooth, con onda pletismográfica, con alarmas sonoras o de vibración, y algunas otras posibilidades”, comenta Pérez Ortega.
En la actualidad hay ‘wearables’ capaces de medir el oxígeno en sangre, un elemento vital para los amantes de la escala
En casa, algunas personas están empleado dispositivos “pequeños y sencillos que permiten vigilar la saturación de oxígeno específica del paciente según el valor objetivo que determina el médico para él”, apunta Gozalo.
Con un margen de error aceptado del 2%, los pulsioxímetros de dedo son fiables. “El único inconveniente es que el usuario no sepa interpretarlo correctamente”, dice la presidenta de AECC. Por ello, uno de los avances necesarios es la seguridad de la medición para uso doméstico.
“Hoy en día se recomienda que un experto, o al menos una persona con conocimientos suficientes, analice, por una parte, el resultado, verificando la fiabilidad de los datos, según características del usuario (color de piel, frialdad distal, anemización…) y, por otra parte, la presencia de interferencias, la correcta onda de pulso y la correlación con la frecuencia cardíaca”.
Esta última parte puede hacer mejorar mucho el dispositivo y hacerlo más fiable. Además, hay relojes inteligentes que han incorporado esta funcionalidad, cuyo objetivo es mantener la saturación de oxígeno por encima de 90% en todas las actividades y, a día de hoy, ya hay wearables capaces de medir el oxígeno en sangre, un elemento vital para cualquier amante de la escalada y de los deportes de altura, ya que, a partir de los 2.200 metros, se empieza a reducir el nivel de saturación de oxígeno en sangre.
Las primeras pulseras inteligentes que incorporaron pulsioxímetros requerían que se pusiera el dedo en el sensor de la pulsera para poder hacer la medición “y ahora los nuevos modelos que incorporan esta tecnología hacen la medición desde nuestra muñeca”, comenta la vocal del COF de Madrid. Los pulsioxímetros de pulsera inteligente toman la medición en la parte superior de la muñeca, con únicamente una fuente de luz, con lo que no puede utilizarse el mismo principio de la espectrofotometría para medir la SpO2 y, como su mayor uso es para medir la SpO2 durante la realización del ejercicio, los movimientos pueden también afectar a la lectura. “Utilizan fotopletismografía de contacto, de igual modo que las aplicaciones de móvil que miden la oximetría. Se han realizado un par de estudios que avalan su fiabilidad; sin embargo, la muestra no es representativa de la población general y, especialmente, en pacientes sin hipoxia”, destaca Pérez Ortega.
No hay evidencia que constate que un teléfono ‘inteligente’ pueda medir la saturación de oxígeno de forma precisa y tenga un uso clínico
Un análisis exhaustivo del Centro de Medicina Basada en la Evidencia (CEBM) concluyó en mayo de 2020 “que no hay suficiente evidencia para que un teléfono inteligente sea preciso para medir la saturación de oxígeno en sangre para uso clínico y resalta que no se debe confiar en estas tecnologías para la evaluación clínica de los enfermos, ya que la base científica en que se apoyan es cuestionable”.
El algoritmo que utilizan es más preciso por encima del 90%. Por eso, los datos obtenidos con las app tienden a sobreestimarse, “y no se ha demostrado que sean precisos a niveles de SpO2 más bajos”.
La cuestión es si se puede hacer una recomendación general de estos dispositivos. Pérez lo tiene claro: “Es verdad que a diario fomentamos el autocuidado de los pacientes, pero no debemos promover que compren un dispositivo, aparentemente de muy fácil uso, sin antes explicarles su correcto uso”.
Dicho esto, defiende que podría estar indicado en personas con patología cardiorrespiratoria, siempre que deseen adquirir el dispositivo, “a los que se debe informar de cómo usarlo, qué valores son fiables y haciéndoles saber que la normosaturación no excluye la consulta médica programada ni en caso de que se requiera por otro motivo. También podría valer para los que presenten infección por coronavirus y estén en domicilio, a pesar de las posibles mediciones erróneas”.
Aunque para los sanitarios su uso está muy extendido, “para el resto de la población puede generar ansiedad tener que interpretar unos valores sin un conocimiento previo; por ello, a las personas que deseen adquirir uno, deberemos informarles de que no es recomendable, ya que una dificultad respiratoria súbita debe ser siempre motivo de consulta médica y, en cualquier caso, siempre debe ser conocedor de su valor basal, del funcionamiento y uso correcto y si hay alguna limitación”. Por ello, como la mayoría de dispositivos médicos, “no debería encontrarse en los hogares a menos que tuviéramos una patología cardiorrespiratoria o realicemos deporte de altura”.
En este sentido, la vocal del COF de Madrid relata por ejemplo que, ante la escasez de estos aparatos de medición a lo largo de la pandemia, “muchos optaron por usarlos, pero hay que saber que tienen múltiples limitaciones a la hora de calcular la saturación de oxígeno en sangre y son menos eficaces que los convencionales”. Es posible que en poco tiempo se realicen estudios que evalúen la fiabilidad de la oximetría con un solo emisor de luz, campo que las empresas siguen investigando.
Base científica y mucha tecnología detrás
La saturación de oxígeno es la fracción de hemoglobina oxigenada relativa a la hemoglobina total (oxigenada + desoxigenada) en la sangre. El pulsioxímetro mide la saturación porcentual de oxígeno en los tejidos (SpO2), aportando una estimación de la saturación de oxígeno de la hemoglobina arterial (SatO2) e incluso cuantifica la frecuencia cardíaca (FC) y la amplitud del pulso. Consta de un transductor con dos piezas, un emisor de luz y un fotodetector, generalmente en forma de pinza y se suele colocar en el dedo (mano o pie) o lóbulo de la oreja.
Para la determinación de la SpO2, emplea la espectrofotometría. El dispositivo emite luz con dos longitudes de onda: de 640-660 nm (roja), y de 910-940 nm (infrarroja), que son características, respectivamente, de la oxihemoglobina o hemoglobina oxigenada (HbO2) y la hemoglobina reducida o desoxigenada (Hb), basándose en el hecho de que las dos formas de la molécula de la hemoglobina tienen propiedades de absorción de la luz que varían con la longitud de onda en las partes visible e infrarroja del espectro. “El dispositivo detecta estas proporciones relativas de HbO2 y Hb a partir del cociente normalizado de luz transmitida (luz roja/ infrarroja)”, comenta Silvia Pérez Ortega, enfermera clínica cardiovascular del Hospital Clínic, de Barcelona.
Desde la pulsioximetría se obtiene la curva pletismográfica del pulso, a partir de cambios de volumen producidos por el pulso en el lugar de la medición.” Aporta mucha más información, además de la saturación de oxígeno de la sangre, como del estado vasomotor y hemodinámico del paciente”, precisa el anestesista Emilio Matutes. La altitud puede afectar a los niveles de saturación, pero en personas sanas el dato debe estar entre el 95% y el 100%. “Si el índice se sitúa por debajo es que algo no funciona bien”, añade Rosalía Gozalo, del COF de Madrid.
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