La obesidad y la diabetes tipo 2 asociada plantean un riesgo para la salud pública en todo el mundo debido a su asociación con las alteraciones metabólicas, como la resistencia a la insulina, la hipertensión, la dislipidemia y la aterosclerosis. Para contrarrestarlas, según avalan investigaciones recientes, la restricción calórica sin desnutrición y el ayuno intermitente, “son herramientas para el tratamiento de la obesidad y sus factores de riesgo metabólico asociados”, según explica a DM Víctor M. Víctor, profesor titular del Departamento de Fisiología, Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, y jefe de grupo de investigación en FISABIO- Hospital Doctor Peset e INCLIVA.
El ayuno intermitente es un régimen dietético que consiste en alternar períodos de ayuno y alimentación, ya sea dentro de una semana (como el ayuno en días alternos) o dentro de el mismo día (alimentación con restricción de tiempo -TRE-). En los últimos años este método se ha popularizado y se han realizado numerosos estudios para evaluar su eficacia en la mejora de las alteraciones metabólicas inducidas por la obesidad y los trastornos metabólicos. “En este sentido, es bien sabido que la restricción calórica prolongada reduce el peso corporal y prolonga la esperanza de vida [Duregon et al 2021]. Además, en sujetos obesos mejora los factores de riesgo cardiovascular, la sensibilidad a la insulina y la función mitocondrial [Trepanovsky et al 2017]”, comenta el investigador.
Recientemente, muchos estudios han informado que el ayuno intermitente puede mejorar la adherencia a la dieta; por lo tanto, ha surgido como una intervención alternativa para la restricción calórica prolongada, con beneficios en la reducción del peso corporal y el control de enfermedades crónicas [Stekovich et al 2019]. Un mecanismo adicional del ayuno intermitente es el cambio metabólico entre los estados de alimentación y ayuno. El ayuno, especialmente el ayuno repetitivo, induce a los organismos a cambiar su fase metabólica, lo que mejora las condiciones metabólicas y prolonga la esperanza de vida [Stekovic S et al 2019]. En este sentido, apunta Víctor M. Víctor, “son de destacar los estudios de Rafael de Cabo [NIA, en Baltimore], que mostraron que el ayuno optimiza el uso celular de las fuentes de combustible [de Cabo et al 2019], favoreciendo los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos sobre la glucosa, lo que mejora la flexibilidad metabólica en la obesidad y la diabetes tipo 2 [Galgani et al 2008], y mejora el metabolismo y la función mitocondrial [Abdellatif M et al 2020]”.
Activa el rejuvenecimiento y la reparación
Otra línea de investigación fundamental en este campo, es la activación de la autofagia y los mecanismos de defensa contra el estrés oxidativo y metabólico por el ayuno, y la supresión de la inflamación [Di Francesco et al 2018]. Estos efectos del AI son similares a los del ejercicio aeróbico [Schübel R et al 2018]. El ayuno induce la privación de glucosa y aminoácidos, estimulando la actividad de AMPK y suprimiendo la señalización mTOR, que son importantes vías de señalización de detección de nutrientes. Estos cambios inhiben la transcripción de genes dependientes de FOXO, lo que resulta en la inducción de autofagia y mecanismos de defensa oxidativa [Green et al 2022]. Durante el ayuno intermitente, el cuerpo activa vías de rejuvenecimiento y reparación [Hu et al 2020].
Por último, enfatiza el investigador, “nos gustaría destacar que lo ideal es que la nutrición esté sincronizada con las funciones metabólicas reguladas por el ciclo circadiano”. El metabolismo del cuerpo humano está optimizado para la ingesta de energía temprano en el día, ya que la tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina son mayores al despertar que por la noche [Hawley et al 2020], en parte debido al efecto supresor de la melatonina sobre la secreción de insulina [Perelis et al 2015]. Los relojes moleculares en los tejidos metabólicos, como el tejido adiposo o el músculo esquelético, están regulados por la ingesta de alimentos. Un claro ejemplo es el hígado, donde el sistema de reloj periférico sincroniza la gluconeogénesis y la liberación de glucosa con el período de ayuno habitual [Stenvers et al 2018].
“Además, no hay que olvidar que nuestros antepasados humanos no eran sedentarios y no comían snacks ni varias comidas durante el día. En este sentido, los seres humanos tienen respuestas celulares evolutivamente conservadas para adaptarse a períodos prolongados de ayuno y actividad física [Freese et al 2018]. Por todas estas razones, el paradigma TRE debería ser fisiológicamente ventajoso al actuar sobre múltiples sistemas de órganos”, comenta Víctor M. Víctor.
Dentro de este campo de la ciencia, un trabajo realizado por investigadores de la la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio) en el Hospital Universitario Doctor Peset y del Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA-Hospital Clínico de Valencia, fruto de la revisión sistemática de 18 estudios científicos, ha revelado que la alimentación con restricción horaria (en inglés time-restricted eating o TRE) tiene “beneficios significativos” sobre estos sujetos, ya que disminuye los niveles de hemoglobina glicosilada e insulina en sangre. En concreto, el estudio, publicado en Reviews in Endocrine and Metabolic Disorders, revela que un régimen de alimentación con restricción horaria de entre seis y diez horas al día durante al menos cinco semanas mejora el control glucémico. Además, los hallazgos resaltan que, en el contexto de alimentación con restricción horaria, comer temprano en el día confiere mayores beneficios en los niveles circulantes de glucosa, que retrasar la hora de las comidas. Susana Rovira, investigadora de la Universidad de Valencia, INCLIVA y Fisabio en el Hospital Peset y autora principal del artículo, destaca: “Aunque se necesita más investigación en sujetos con prediabetes y diabetes tipo 2 para demostrar si se pueden lograr mayores beneficios, nuestra revisión apunta a favor de este tipo de regímenes”.
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