El Sistema Nacional de Salud (SNS) lleva años pidiendo una actualización que no llega. Los avances en la medicación, en la precisión del diagnóstico o en los equipamientos hacen insostenible el sistema, y a ello se suma el envejecimiento de la población. Los profesionales sanitarios que trabajan con pacientes y familiares y los trabajadores indirectos (hostelería, obras, mantenimiento…) sacan a diario lo mejor de sí mismos, y el ciudadano está, en general, orgulloso del sistema. Pero la misma sociedad que está orgullosa de los profesionales se queja de los obstáculos, sin argumentos, que percibe en ese sistema.
Las instituciones sanitarias (públicas y privadas) están organizadas, en general, de forma piramidal y jerárquica, y ello conlleva que, pese a la voluntad de los profesionales, sigamos teniendo organizaciones ineficaces, caras y poco sostenibles. Éticamente, eso nos obliga a hacer un esfuerzo de mejora desde nuestro lugar de trabajo. Las organizaciones sanitarias aún están centradas en el profesional -actor clave y gracias al cual hemos logrado el alto nivel que el sistema, en general, tiene-, pero debemos reorientar el sistema al paciente para actualizarlo. Los profesionales sabemos que las costuras organizativas están muy tensas, que los riesgos de seguridad son cada día más relevantes, que el flujo de pacientes debe ser mucho más eficaz y que la adecuación a la medicina basada en la evidencia aún deja mucho que desear, porque las inercias y rutinas no están actualizadas. Podemos añadir que la compra se realiza, en general, por volumen de actividad y no por calidad.
“Pese a la voluntad de los profesionales, seguimos teniendo organizaciones ineficaces, caras y poco sostenibles”
Seguimos tirando de lo convencional, con silos entre los tipos de atención, redundancia inútil de exploraciones, mareando a pacientes y familiares, con gran esfuerzo profesional y sin saber qué cambiar. Aun así, pocos tienen el valor de iniciar la transformación.
Tenemos lo más difícil (el talento, la voluntad profesional y el respeto de la sociedad), pero nos falta lo más fácil, al menos en teoría: la mejora de la organización. El punto crítico del cambio no es una sorpresa, aunque tampoco una realidad: el punto crítico, insisto, es estar centrado en el paciente, de verdad. No es un tema de hospitalocentrismo ni de primariocentrismo, sino de pacientecentrismo. Estar centrado en el paciente es lo que aporta valor al sistema sanitario.
Pilares del cambio
Para llevar a cabo este cambio, se necesita la orientación de las autoridades -favoreciendo la transformación, no dificultándola- y la participación de profesionales y pacientes, junto al resto de actores del sistema, desde la farmacia hasta la bioindustria.
Mantener lo mejor de la organización piramidal y generar una organización transversal en torno al paciente y contando con los pacientes.Y todos ellos formados en procesos y con instrumentos que han probado que mejoran la organización. Para ello, es imprescindible la participación de los profesionales de la salud, pero también de especialistas que nos ayuden a mejorar desde otra mirada, más tecnológica que la monotemática nuestra. Básicamente, ingenieros, cuya esencia es la innovación y la solución de problemas.
“Para hacer este cambio, se necesita la orientación de las autoridades: favoreciendo la transformación, no dificultándola”
Las instituciones sanitarias, desde su inicio, se han basado en la enorme voluntad, estudio y acciones heroicas de los profesionales, con el fin de hacer el mayor bien al prójimo enfermo. Con esta voluntariedad, de forma inconsciente, hemos estado de espaldas a las mejoras de otro tipo en instituciones no sanitarias, cuyos problemas de eficiencia, de flujo de clientes (en nuestro caso pacientes) o de seguridad son muy parecidos. Hoy en día, muchas instituciones, en Estados Unidos y en Europa, se han dado cuenta de ello y han iniciado su reorganización con la participación de ingenieros bien formados en estas metodologías, y que con la experiencia sanitaria se hacen imprescindibles.
Es evidente que la inercia, el convencionalismo, el salir de la zona de confort y otras razones evitan las mejoras potenciales en cada institución. Algunos profesionales de la mesogestión todavía no se dan cuenta de lo que puede enriquecer a la organización sanitaria y mejorar sus resultados un equipo de asistenciales e ingenieros trabajando por el mismo fin, que no es otro que mejorar la organización y, por ende, el sistema sanitario y con menos costes.
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