El primer estudio sobre el nuevo coronavirus se publicó el 14 de enero en Journal of Travel Medicine y se titulaba ‘Pneumonia of unknown aetiology in Wuhan, China: potential for international spread via commercial air travel’. Lo firmaba el equipo de Isaac I. Bogoch, del Hospital St Michael y de la Universidad de Toronto, en Canadá, y respondía a una comunicación de la Organización Mundial de la Salud que había informado sobre 44 pacientes con neumonía en Wuhan. El 8 de enero se identificaba al patógeno causante de esta forma de neumonía como un nuevo miembro de la familia de coronavirus.
Desde entonces, la producción de estudios científicos sobre el SARS-Cov-2 ha ido casi en paralelo a la expansión del virus por el mundo. Se estima que para finales de junio se habrán publicado alrededor de 50.000 estudios epidemiológicos, biológicos, neumológicos, radiológicos, psicológicos, farmacológicos, clínicos, matemáticos, logísticos, educativos, cardiológicos, neurológicos, dermatológicos y prácticamente de todas las disciplinas sanitarias, pues el virus no ha perdonado a casi ningún órgano.
Publicar o pasar la aspiradora
La base de datos PubMed, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, ha estado recogiendo unos 400 estudios diarios sobre el virus en los tres últimos meses. ¿A qué se debe esta fiebre por publicar? Robert Gale, hematólogo del Imperial College de Londres, respondía irónicamente en British Journal of Haematology: “Los envíos a revistas científicas y médicas aumentan notablemente durante las vacaciones de Navidad y en los fines de semana. La mayoría de los laboratorios han estado cerrados y los médicos que no participan directamente en el tratamiento de personas con Covid-19 han trabajado desde casa a través de la telemedicina. ¿Qué opciones tenían?: ayudar en la escolarización en línea de sus hijos, preparar la comida, pasar el aspirador o encerrarse en su cuarto y redactar un estudio. La elección entre publicar o morir nunca ha sido tan marcada”.
Si antes de la pandemia se consideraba que al menos la mitad de lo que se publicaba era irrelevante o redundante, ahora la mayoría de los estudios sobre el SARS-CoV-2 parecen prescindibles: las bases de datos están plagadas de casos anecdóticos, series limitadas, comentarios, hipótesis, interrogantes y contradicciones. El ejemplo de la hidroxicloroquina, el fármaco más utilizado en los enfermos y que acaba de ser descartado por la OMS, es paradigmático: hay tantos estudios favorables como desfavorables. El volumen diario de información "es como el que se obtendría en un congreso médico anual", comentaba en Science Sherry Chou, neuróloga del Hospital de la Universidad de Pittsburgh. Es decir, indigerible.
“Una explicación de este diluvio de publicaciones -añadía Robert Gale- es la oportunidad que ofrece la pandemia para autores y revistas. Algunas revistas han rebajado sus criterios de aceptación. Las publicaciones de series de 2 o 5 sujetos están apareciendo en revistas de alto impacto cuando en otras circunstancias habrían aparecido, si es que lo hubieran hecho, en el Lesotho Journal of Plant Biology”.
El triunfo de los 'preprints'
La ansiedad por publicar y la urgencia por conocer no solo han inundado de coronavirus las revistas científicas tradicionales, y todos los medios de comunicación del mundo, sino que ha encumbrado a las plataformas de prepublicación (preprint). De la noche a la mañana, medRxiv y bioRxiv, impulsadas por el Cold Spring Harbor Laboratoriy de Nueva York, la Universidad de Yale y el grupo editor BMJ, se han convertido en los principales noticieros de científicos y hasta periodistas. Y eso que en sus cabeceras alertan de que “los preprints son trabajos preliminares que no han sido revisados y no deberían usarse en los medios de comunicación como información contrastada”.
Estos documentos preimpresos dieron una primera visión sobre la propagación del virus en China, sobre su persistencia en varias superficies y advirtieron sobre la importancia de los individuos asintomáticos y las altas cargas virales que pueden albergar. "Los científicos y las autoridades han tenido acceso temprano a datos importantes sin esperar a que se complete el proceso de publicación", comentaba en EMBO Reports Clemens Wendtner, jefe de enfermedades infecciosas en el Hospital de la Universidad Ludwig-Maximilians en Múnich. Otros en cambio ven las preimpresiones como una fuente potencialmente peligrosa de información errónea que contamina fácilmente las noticias y las redes sociales. “Creo que es un desastre”, decía Ralph Baric, virólogo de la Universidad de Carolina del Norte.
Si bien la comunidad científica ha aceptado en gran medida estas prepublicaciones, a Baric le preocupa que sea un formato ideal para publicar información falsa. "Debido a que el instrumento ha sido ampliamente aceptado por la comunidad científica, ese trabajo se vuelve creíble, y no es así". En tiempos normales, estos informes no se buscarían para obtener información sobre un virus, pero en medio de la pandemia todos están ansiosos por obtener información caliente.
“Algunos de los resultados que los investigadores han estado publicando online son relatos apresurados de lo que vivían, no análisis cuidadosos con afán de permanencia científica”, se quejaba en Nature John Inglis, cofundador de medRxiv y bioRxiv. Hasta las revistas de mayor categoría, como New England o Lancet, han acortado a la mitad los tiempos de revisión para colmar las prisas y no quedarse atrás en esta alocada carrera.
Lo normal es que una cuarta parte de los preprints, cuyo objetivo es someterlos al juicio científico de los que quieran leerlos antes de enviarlos a una revista, no lleguen a publicarse; seguramente serán más en esta ocasión. Un artículo cargado en medRxiv el 8 de marzo informaba, por ejemplo, de que aquellos con síntomas leves de Covid-19 tenían altos niveles de virus y se difundió rápidamente. Finalmente se publicó en Nature el 1 de abril y justificó en gran medida la atención previa que recibió de los medios de comunicación. En cambio, otro subido a la misma plataforma el 31 de enero titulado "Extraña similitud de insertos únicos en la proteína spike del 2019-nCoV con las gp120 y Gag del VIH" desató tantas críticas que fue retirado en dos días. Aun así sigue circulando en algunos foros de internet.
La mayoría del público no distingue entre los servidores de preimpresión, la revisión por pares o el carácter incremental del conocimiento científico. "Las cosas salen y la gente piensa que es verdad", afirma en EMBO Reports el inmunólogo Luke O'Neill, del Trinity College de Dublín. “El objetivo general de la ciencia es publicar y luego lograr que alguien lo repita. Entonces sabemos si es realmente cierto. Ahora cualquiera puede subir cosas y eso significa que la calidad es un problema. La función de la revisión por pares es eliminar la escoria”.
En los últimos tres meses, la base PubMed ha estado recogiendo una media de 400 estudios diarios sobre el nuevo coronavirus. Off José R. Zárate Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/31s1r1r
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