Dar malas noticias es una de las partes más ingratas del trabajo del médico. Ninguno quiere quitarle la esperanza al paciente y las dudas aparecen ante una respuesta emocional intensa. Además, es tristemente común tener que hacerlo en sitios no adecuados o con tiempo y preparación insuficientes. El coronavirus no ha hecho más que empeorar estas circunstancias. “El problema de comunicación ha sido tremendo y las situaciones terroríficas”, admite Juan José Rodríguez Salvador, médico de Familia en Vizcaya y experto en comunicación.
La epidemia ha sido la punta del iceberg porque la comunicación y la buena praxis a la hora de dar malas noticias continúan siendo asignaturas pendientes. Cristina de la Vega, jefa de Comunicación y Relaciones Institucionales del Área Sanitaria de A Coruña-Cee y coautora del Manual de Estilo del Servicio Gallego de Salud, recuerda que 8 de cada 10 reclamaciones sanitarias tienen que ver con problemas de comunicación: “Hablamos de que las palabras son armas, pero a veces olvidamos que también son escudos y, por esta razón, utilizamos un lenguaje tupido de tecnicismos”.
Rodríguez Salvador subraya que la comunicación debe ser piedra angular del ejercicio médico: “Mejora los resultados de los tratamientos”. Cuando se hace de manera adecuada, las consecuencias son positivas también para el médico.
La ‘connivencia del silencio’ familiar aumenta la soledad e impide una despedida reconfortante.
Dar malas noticias bien es una habilidad que no se adquiere en la universidad y que precisa de trabajo constante: “No se aprende a tocar el piano leyendo”. Hay que darle tiempo y espacio, “igual que se dedica el tiempo necesario a cambiar una prótesis”. Su consejo es dedicar a estas habilidades algunas sesiones clínicas, “igual que se dedican a las patologías o a examinar los casos”.
Para Crisitina de la Vega, la empatía es la clave: “La labor asistencial no acaba con el acto médico”. Algunos modelos de comunicación empática como Epicee, Maguire y Faulkner, ayudan a mejorar la relación médico paciente. Es necesario conocer qué es lo que sabe el paciente sobre su enfermedad y corregir cualquier información errónea.
No todos quieren conocer con detalle lo que les pasa. Cada persona tiene su ritmo y algunas utilizan la negación como mecanismo de adaptación. “Hay una técnica muy sencilla, que es ir de lo general a lo particular. Nos vamos fijando si se queda bloqueado o si tiene mucha ansiedad por saber más”.
Con privacidad y tiempo suficiente, hay que utilizar un lenguaje comprensible y evitar tanto la franqueza brusca como el optimismo engañoso. Off María R. Lagoa Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/2ZvaRXD
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