De «los espacios reservados para los encuentros vis-à-vis» a venusterio media el abismo del ingenio, la gracia y la concisión, todos ellos atributos que bendeciría el padre Baltasar Gracián en cualesquiera personas que los poseyeran.
Que el origen de vis-à-vis sea el francés no le quita a la expresión trasladada ninguna bondad, pues también tenemos nosotros visaje, por ejemplo, que deriva del mismo étimo latino, videre. En origen, no obstante, un vis-à-vis no necesariamente significa una relación sexual íntima, puesto que se pueden mantener los tales con el representante legal propio. Ahora bien, pasar por el venusterio, salvo que lo único que se busque sea la intimidad total para otros menesteres confesionales o líricos, significa exactamente tener una relación sexual. Me extraña sobremanera que a nuestras autoridades penitenciarias, las cuales a buen seguro habrán tenido algún contacto con las peruanas, bien sea a causa de los habituales intercambios de experiencias organizativas y de gestión, bien porque se interesen estas y aquellas autoridades por los presos peruanos en España y los presos españoles en Perú respectivamente; me extraña, decía, que se les haya pasado por alto la ingeniosa manera peruana de definir el espacio de la intimidad sexual para los presos o, en el peor de los casos, que ni siquiera les haya llamado la atención. El caso pésimo sería que lo hubieran conocido y lo hubieran despreciado como una extravagancia de «allende la mar océana». Venusterio, en cuyo seno se advierte el eco paradójico de ‘monasterio’, bien puede haberse inspirado en ellos, pues, desde siempre, la vida sexual de los monasterios ha llamado la atención del pueblo y de los creadores literarios, además de que, por otro lado, léxicamente cercano, es ‘celda’ palabra que comparten ambos ámbitos si bien en uno la falta de libertad es deseada y en el otro forzada. Que Venus ha habitado, y quizás aun hoy habita, en los monasterios es incuestionable, de ahí que ‘venusterio’ pueda ser considerado como otra muestra de afortunado hibridismo, procedimiento que tantas maravillas lingüísticas ha generado. No sé si los amables lectores de Diario Médico reaccionarán como yo, pero mi primera reacción es salir a gritar la palabra a los cuatro vientos, intentar divulgarla para, cuanto antes, poder decir con propiedad: «La habilitación de los venusterios en las prisiones me parece un acierto de política penitenciaria indudable. ¡Ni se sabe lo que el sexo puede contribuir a la redención!». «¿A quién se le ocurriría ponerles venusterios a las salas de los vis-à-vis de los presos? Deberían, los académicos de la RAE, rendirle un homenaje y recoger su autoría en la definición de la palabra. Es importante que los hablantes sepan cuándo una palabra tiene autor, para honrarlos debidamente, ¿no te parece?».
Dimas Mas
Pasaje extraído de El tesoro olvidado (Oportet, 2019)
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