Los termómetros son productos sanitarios clase IIa y, como ocurre en otros ámbitos biomédicos y sanitarios, los avances que pronostican los expertos consultados por CF se basan en una mejora en la conectividad con otros dispositivos o sistemas personales y/o médicos, lo cual redundaría en un mayor y mejor control de la temperatura. Además, se incrementarían las opciones a la hora de manejar los datos recogidos y acumulados. Sin embargo, también se hace hincapié en que existen múltiples aspectos que condicionan la lectura e interpretación de los valores, lo cual hace imprescindible que sean manejados por profesionales sanitarios.
Tradicionalmente, recuerdan Augusto Ortega Jiménez y Sagrario Pérez de Agreda Galiano, farmacéuticos del Centro de Información del Medicamento (CIM) del COF de Ciudad Real, se han venido utilizando termómetros de vidrio, ahora sin mercurio, y termómetros electrónicos, que utilizan sensores de temperatura en la punta metálica. Como ventajas “presentan su fácil manejo y su precisión cuando se usan correctamente y, como inconveniente, está el tiempo necesario para dar una lectura correcta”.
Pero en los últimos tiempos, y potenciados aún más por la pandemia de la Covid-19, se ha incrementado de forma notable el manejo de los termómetros infrarrojos, “que captan el calor corporal en forma de energía infrarroja desprendida por una fuente de calor”. Los farmacéuticos apuntan que “pueden ser de oído o frontales” y tienen la gran ventaja de la rápida medición y dan, además, “resultados muy fiables”.
Para Víctor Pedrera, médico de familia con más de treinta años de experiencia en Atención Primaria en Alicante, la fiabilidad de estos dispositivos es completa, e incluso mayor que la de los tradicionales termómetros de mercurio, “al dar una medición más exacta, rápida y cómoda para la consulta diaria”.
Productos esenciales
En las circunstancias actuales, en las que el distanciamiento y las medidas de prevención de contagios son si cabe aún más importantes, estos dispositivos “son esenciales”, ya que la medición de la temperatura es un dato imprescindible en el manejo del paciente “y el no contacto con el mismo permite su uso sin necesidad de desinfección de forma continuada”.
Esta ventaja es extensible al manejo del termómetro en casa, aunque Pedrera recuerda que el empleo e interpretación de esa información debe servir para que se facilite al facultativo el control y seguimiento de los problemas de salud de la población. “Nunca deben interpretar esa información y, mucho menos tomar decisiones en cuestiones de salud, personas no formadas”, insiste.
Cabe recordar que la temperatura normal no es un parámetro fijo: “La normalidad oscila entre un pequeño intervalo y puede variar por situaciones fisiológicas, ejercicio físico, temperatura exterior, momento de la comida, hora del día, etc., además de por procesos patológicos que pueden aumentarla o disminuirla”, enumera Pedrera.
También están los termómetros químicos o de cambio de fase. “Permiten un control de la temperatura gracias a que tienen sustancias químicas fotosensibles que cambian de color al variar la temperatura”, apuntan desde el CIM. Se trata de un método muy rápido y no invasivo, “pero que presenta lecturas poco exactas”.
Según los miembros del CIM del COF de Ciudad Real, las mejoras vendrán por la conectividad con otros dispositivos, lo que permitirá registrar y establecer una monitorización de la temperatura en tiempo real, o bien poder establecer mapas de temperaturas corporales”. Otra de las mejoras será la incorporación de los sensores de temperatura a smartphones y/o relojes deportivos, pulseras de actividad, etc., “para medir en cualquier momento la temperatura corporal”.
La seguridad del infrarrojo
Durante el peor momento de la pandemia de la Covid-19, aparecieron informaciones, sobre todo en cadenas de whastapp, que alertaban sobre los peligros asociados al manejo de los termómetros infrarrojos. De hecho, incluso la Sociedad Española de Neurología (SEN) tuvo que salir al paso y aclarar que los termómetros pistola no provocaban daños neurológicos ni tampoco “mataban neuronas”. También insistieron en que no causaban problemas a la vista. Para Pedrera todos esos bulos, que desgraciadamente abundan en las redes sociales, “carecen de base científica y está más que demostrado que son dispositivos seguros y exentos de efectos nocivos sobre la salud del usuario”.
Mucho se ha hablado, por supuesto no en foros científicos ni profesionales, del efecto de la radiación emitida por estos aparatos, “cuando, al contrario, lo que hacen es recoger la radiación emitida por el paciente y así medir la temperatura”. Difícil es entender que, sin emitir ningún tipo de radiación, puedan producir efectos por emisión de radiaciones.
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