Los últimos meses y la crisis provocada por la covid-19 han sido un revulsivo para la práctica clínica diaria, en la que, como profesionales, hemos tenido que dar lo mejor de nosotros mismos, reinventarnos en muchos casos y, sobre todo, incrementar el apoyo a nuestros pacientes, muchos de ellos con enfermedades y tratamientos crónicos, como es el caso de la psoriasis, con muchas incertidumbres y miedos ante una situación totalmente desconocida.
Ya instalados en esta nueva normalidad en la que estamos viviendo actualmente y observando los rebrotes que van apareciendo en diversos puntos del país, debemos echar la vista atrás y reflexionar sobre todos aquellos aprendizajes que nos ha traído esta gran crisis sanitaria. Nuestra forma de trabajo ha cambiado y hemos de adaptarnos a los tiempos de distanciamiento social y adoptar medidas en nuestras consultas que protejan a nuestros pacientes del riesgo de infección en la medida de lo posible.
Sin duda alguna, la teledermatología ha venido para quedarse; consultas telefónicas y videollamadas con nuestros pacientes, que nos permiten realizar el seguimiento que necesitan, teniendo en cuenta la reducción de flujo de personas en los hospitales, pero que, en ningún caso, sustituyen las consultas presenciales, quizá más necesarias en estos momentos.
A lo largo de estos meses también hemos aprendido que es necesario revisar el tratamiento de cada uno de nuestros pacientes y tener en cuenta muchos aspectos que antes no poníamos tan en valor, como son las posibles tasas de recaída, la exigencia en obtención de tasas de respuesta elevadas a tratamientos o cómo afectan a nivel inmunológico. En el caso de la psoriasis -sobre todo en aquellas fases moderadas o graves de la enfermedad-, debemos tener en cuenta todo el abanico terapéutico posible que nos permita encontrar soluciones eficaces y cómodas para el paciente, que facilite un correcto manejo ante la nueva situación que vivimos tras la irrupción de la covid.
La innovación terapéutica tiene aquí un papel fundamental, ya que hemos de priorizar una eficacia máxima que asegure una correcta respuesta, pero también otros aspectos que ahora cobran más sentido que nunca, como un buen perfil de seguridad, que nos garantice una mínima probabilidad de riesgo de infección, o disponer de una posología que permita adaptarse a los nuevos requerimientos de reestructuración del sistema sanitario, donde se prioriza que el paciente no tenga que acudir de forma frecuente a recoger la medicación o que, junto con una garantía de eficacia de la misma, permita que sus visitas al hospital para seguimiento en consulta puedan espaciarse.
La covid ha hecho que muchos pacientes dejen de lado su medicación
Hemos tenido que hacer también un esfuerzo mayor si cabe de información con nuestros pacientes en las consultas de dermatología, muchos de ellos preocupados por si su tratamiento pudiera incrementar los síntomas ante una infección por covid.
Incluso muchos de estos pacientes con psoriasis en fases moderadas-graves, a pesar de las recomendaciones de no abandono del tratamiento por parte del Grupo Español de Psoriasis, han dejado de lado su medicación, lo que ha conllevado mayores brotes y más severos. A esto hay que sumar comorbilidades comunes en psoriasis, como obesidad, diabetes o hipertensión, que también pueden influir en la gravedad de una posible infección.
Esto nos lleva a pensar también más allá del propio abordaje de la psoriasis a la hora de decantarnos por un tratamiento u otro, ya que nos vemos obligados a tener una mirada más amplia, que abarque, en estos tiempos que corren, las posibles consecuencias en caso de tener que suspender el tratamiento biológico por la covid, como indican claramente los protocolos.
En estos casos, lo ideal sería poder contar con una alternativa terapéutica para casos de psoriasis de moderada a grave que, por un lado, garantice un mantenimiento de la respuesta sin fármaco el mayor tiempo posible, ya que, en caso de tener que abandonar el tratamiento, el efecto seguiría vigente durante semanas, sin recaídas en corto espacio de tiempo. De la misma forma, es importante que, una vez que se reinicie el tratamiento, su respuesta no solo sea positiva, sino también rápida en recuperar las tasas de respuesta anteriores.
Beneficio adicional para el sistema
Como profesionales sanitarios, aspiramos a que, en estos casos, nuestros pacientes no tengan recaídas en su psoriasis debido a una posible infección; que puedan tener efectos beneficiosos en muy corto espacio de tiempo, una vez que se instaura de nuevo el tratamiento, y con una forma de administración lo más cómoda posible que se adapte a las necesidades sanitarias existentes. A la larga, esto también redunda en un beneficio para el sistema, ya que se reduciría la carga asistencial, uno de los mayores hándicaps en este momento.
Están siendo meses de continuos cambios y aprendizajes diarios que van a cambiar en gran medida el abordaje de la psoriasis, hasta que, de nuevo, volvamos a instalarnos en la normalidad que creíamos nuestra hace no tanto tiempo. Ya no sólo tenemos que pensar en un objetivo máximo de tratamiento y de aclaramiento de la piel, que sigue siendo fundamental, sino que hemos de ir un paso por delante y prepararnos ante las consecuencias concomitantes a una posible infección.
Si estamos prevenidos desde antes con un buen manejo y selección del tratamiento oportuno, el impacto en la evolución de la psoriasis será el menor posible.
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