El mejor modo de hacerse una idea de un poemario es catar una pequeña muestra. Reproduzco a continuación tres de los poemas que integran los Cuadernos de patología humana de Orlando Mondragón, Premio Loewe de Poesía 2021; e, intercaladas entre ellos, en negrita, dos de sus «suturas»:
Huelo cómo se oxida
el hierro de su sangre.
En mis guantes su vida se detiene.
Se secan sus plaquetas
al contacto del aire.
Y hay un filo de agujas
que no encontraron vena
y yodos apurados
sobre heridas que danzan, borboteantes,
al compás del atraco.
En su abdomen se abre
un túnel hacia el hígado,
pasaje hacia la muerte.
Los sueros ya no alcanzan
a rescatarlo.
En el cuarto contiguo
el asaltante sobrevive.
Aprieto la uña. Espero el retorno de la sangre. En el brazo recién intervenido los dedos están blancos. El niño dice que no los siente. Debo abrir el dolor que está encerrado. Aprieto y suelto. Si la sangre vuelve, hay esperanza. El niño me mira sin saber lo que sucede. Aguardo. Rojo significa seguir completo.
Mi niña es azul
y, por momentos, violeta.
Es la sangre que vuela
sin aire
en las arterias.
Es su corazón
encabalgado.
Es el tronco de la aorta
que no puede enderezarse.
Mi niña
tiene el color de los ahogados.
Su corazón fue
traspasado
con flechas invisibles.
La aorta cabalga
sin riendas
sobre un defecto ventricular.
Mi niña no sabe comer
sin ponerse azul,
cianótica.
Es su corazón encabalgado.
Es su pecho que trastoca la sintaxis
de sus venas.
Que hace de su corazón un verso
partido.
Hablo en rojo. El código común con todo lo que tiene un golpe en las arterias. Lo orgánico que permanece en homeostasis. Turbulento. Digo eritrocito, hematuria, melena, trombo, hemoptisis. Mis palabras se filtran en el aire como a través del árbol de los capilares. Se empapan. Ensucian. Manchan lo que nombro.
Este Cristo de la cama cinco
tiene una corona de espinas en los brazos.
En su costado lleva tatuada la muerte.
Este Cristo de la calle
ha bajado al mundo para morir
entre los enfermos.
En las sábanas escurre el vino,
en las gasas ha impregnado su nombre,
mis manos manipulan el divino sexo
con una sonda Foley de 14.
Ha bajado al mundo de la carne
hecho carne viva.
Nadie responde por él, nadie responde
por sus huesos
que ahora se secan en la cama cinco.
La ambulancia ha cantado tres veces.
Si alguna vez dijo que iría a resucitar
no lo ha escuchado ni el viento.
via Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/NTDASHd
No hay comentarios:
Publicar un comentario