Núria Mas, profesora del Departamento de Economía del IESE y responsable de la Cátedra Jaime Grego de Global Healthcare Management, es un referente en economía de salud. Como investigadora, sus intereses se centran especialmente en la organización de los sistemas sanitarios para llegar a la "triple meta" de mejor salud para la población, mejores cuidados para los pacientes y racionalización del gasto. Ha analizado también los efectos de los distintos sistemas sanitarios sobre la salud de la población, cómo los hospitales y los médicos responden a diferentes mecanismos de incentivos y la evaluación de políticas públicas.
¿Qué ha pasado con los recortes por la crisis internacional de 2008? ¿Aún arrastramos los efectos?
Es verdad que teníamos recortes derivados de la crisis financiera, pero luego, con la pandemia, las comunidades autónomas volvieron a invertir mucho; lo que pasa es que eran unas condiciones o unas necesidades extraordinarias.
La crisis financiera fue una oportunidad para tomar decisiones estructurales. ¿Qué se podrían haber hecho?
Es verdad que cuando tienes una crisis, que en este caso por los motivos que fuera obligaron a tener menos recursos disponibles, es una oportunidad para mejorar la eficiencia. Esto en la crisis financiera lo vimos menos, pero en cambio sí que hemos visto muchas oportunidades aprovechadas en la pandemia. Por ejemplo, en la telemedicina: en Galicia, una región con una población bastante mayor y muy dispersa, han encontrado soluciones que ayudan a la realidad local que tienen. Muchos pacientes prefieren ser tratados en casa y esto también ayuda a los médicos a racionalizar el uso del tiempo, ser más eficientes en el número de visitas, etc. Por ahí sí que se ha avanzado, pero vamos a tener que dar más pasos porque estamos en una situación donde pronto vamos a tener un déficit importante en el número de profesionales, como pasa en todo el mundo, no solo en España; y entonces, habrá que hacer más con menos. En cuanto a la financiación, las reglas fiscales van a imponer más disciplina fiscal a todos los países europeos, que es algo que seguramente se notará más a partir de 2025. Aquí son importantes dos cosas: por un lado, es cierto que España gasta proporcionalmente menos PIB en sanidad que la media europea y, por otro, también es verdad que la necesidad de recursos va a aumentar con el envejecimiento de la población pero que eso va a estar más influido que nunca por las nuevas reglas fiscales que van a entrar en vigor en Europa. Entonces creo que lo que necesariamente tendremos que hacer, aparte de aumentar los recursos, es encontrar maneras distintas de conseguir mejor salud de la población con los recursos de los que dispongamos. Y esto requerirá que repensemos la manera como organizamos nuestros sistemas sanitarios.
La prioridad, no obstante, serán los recursos humanos. ¿Es así?
En los próximos 10 años se jubilarán más o menos un 33% de los profesionales de la medicina. Por un lado, insisto, tendremos que ser capaces de hacer más con menos, porque la falta de sanitarios es generalizada en toda Europa y en todas las economías avanzadas. Por tanto, una parte importante de la solución tiene que pasar por reorganizarnos de forma distinta e impulsar las tecnologías; esto va a ser importante. Otra cosa que tenemos que pensar es cómo podemos conseguir que los profesionales que formamos se quieran quedar en nuestro país y, para esto, tienen que ver que aquí pueden tener una carrera profesional ilusionante. No es solo salario; tendremos que entender bien qué es lo que podemos hacer para que estos puestos, que son muy necesarios, queden cubiertos, porque la población envejece y cada vez tenemos más enfermedades crónicas. El rol de la primaria, por la propia característica de estas enfermedades, será más importante, y por tanto, tenemos que entender exactamente por qué nos faltan profesionales que quieran dedicarse al primer nivel asistencial.
¿Cómo está influyendo la feminización?
Creo que a las nuevas generaciones les importa la manera como trabajamos, y eso se ve en todos los sectores, no solo en el sanitario. Los horarios y el servicio de 24 horas al día son una característica de la sanidad que, obviamente, hacen que para las nuevas generaciones sea más difícil hacerla atractiva. En lo que respecta a la conciliación, son importantes algunos pasos que se han dado como el de la ley de paternidad, que va a ayudar, pero al final estamos en una profesión que requiere una dedicación extensa. Y, bueno, esto con las nuevas mentalidades puede que sea más difícil, pero más difícil no quiere decir que no se pueda hacer. Esta es una profesión súper vocacional pero, insisto, tú tienes que poder ver que el proyecto, tanto de medicina como de enfermería o de cualquier otra profesión sanitaria, es un proyecto ilusionante de carrera. Y ahí creo que tenemos mucho por hacer. Tenemos que entender cuáles son los problemas que hacen que algunos profesionales estén quemados, para ver cómo podemos organizar las cosas de manera diferente para que no lo estén.
¿Lo ve posible?
En esto soy muy optimista, porque hemos identificado una parte importante del diagnóstico. Tenemos una población que va a ser mucho más longeva y que va a requerir unos cuidados integrados más importantes. Y por tanto, eso quiere decir que la primaria, la sociosanitaria y los cuidados en casa van a ser cada vez más importantes. Y eso supone una forma distinta de organizar los cuidados en el sistema, mucho menos centrados en los hospitales, y donde los pacientes también tienen más autonomía, al hacerse todo lo posible en el domicilio. Cuando se les pregunta a los pacientes crónicos severos si preferirían ser tratados en casa o en el hospital, el 90% dice que en casa. Pero es una necesidad a la que aún no le hemos encontrado solución. Si fuéramos capaces de organizarlo y coordinarlo de una manera que pudiera funcionar, en la que el propio paciente estuviese mucho más implicado, se resolverían problemas vinculados a la cronicidad. Con el panorama que tenemos de envejecimiento de población y de envejecimiento también de los profesionales, y por tanto de jubilaciones masivas, tendremos que organizarnos de forma distinta. La ventaja es que esta situación avisa con tiempo: nos quedan 10 años para que se nos jubile un tercio de los médicos. O sea, que hay que empezar ya.
¿Alguna experiencia concreta de la que aprender?
Tenemos ejemplos muy buenos de integración de la asistencia; por ejemplo, en la zona de Vic, en Barcelona.
Pero una cosa es Vic y otra, llevar esa misma solución al área metropolitana de Barcelona.
El problema que tenemos es que a veces vemos pilotos muy interesantes que luego no somos capaces de escalar porque no nos podemos adaptar. Porque es verdad que los pilotos no necesariamente se escalan, se adaptan. Y los puedes adaptar si entiendes qué ha funcionado en ellos. Para mí, hay tres cuestiones importantes que hemos visto en Vic, tras estudiar su proceso de integración y compararlo con áreas parecidas: bajaron las hospitalizaciones evitables y los reingresos a los 30 días de manera muy sustancial.
¿Y qué han hecho para lograrlo?
Creo que esto sí que es exportable: por un lado, una historia clínica digital compartida, donde cada uno de los participantes involucrados en los cuidados accede a una parte. Por otro, el plan individualizado de personas crónicas muy complejas, con el que, hablando con el paciente y en caso de que sea necesario también con su familia, evitas que acuda a urgencias del hospital pero dándole tranquilidad porque todo está planificado. En tercer lugar está el acuerdo local, en el territorio, diciendo: “Vosotros os encargáis de toda esta población y ya veréis cuál es la mejor manera de organizarlo”.
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