En la lista de los llamados virus emergentes, patógenos que en las últimas décadas no han dejado de crecer en número y extensión geográfica, el dengue ocupa un lugar destacado.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2000 y 2019 el número de casos notificados en todo el mundo se multiplicó por 10, pasando de 500.000 a 5,2 millones y abarcando 129 países.
En 2023 la enfermedad protagonizó un nuevo repunte, caracterizado por la simultaneidad de múltiples brotes y la diversidad geográfica. Las cifras de afectados se acercaron a máximos históricos: más de cinco millones de casos y más de 5.000 muertes. Casi el 80% de estos casos se registró en la región de las Américas, con más de cuatro millones de afectados. Y 2024 parece seguir con esa tendencia al alza.
Según explica Marta Díaz, coordinadora de la Unidad de Referencia de Patología Importada y Salud Internacional del Hospital Universitario La Paz-Carlos III (Madrid), hay muchos factores que pueden estar detrás de esta explosión de casos.
Por un lado, hay que tener en cuenta que la transmisión del dengue es cíclica y suelen producirse brotes de la enfermedad en las zonas endémicas cada tres o cinco años. Pero además, "fenómenos como el cambio climático y el calentamiento global también parecen estar dando alas al virus, favoreciendo la expansión del vector que transmite la enfermedad" -los mosquitos del género Aedes-. Factores como la fragilidad de los sistemas de salud durante la pandemia de covid-19; la inestabilidad política y financiera de los países que afrontan crisis humanitarias complejas, y los elevados movimientos de población son también, según la OMS, cuestiones que favorecen la diseminación de la enfermedad y dificultan su control.
Aunque el dengue no es endémico en Europa y los casos que se detectan en el continente están relacionados principalmente con viajes a zonas afectadas, hace años que las autoridades sanitarias vigilan de cerca la enfermedad, ya que se dan las circunstancias necesarias para que se produzca transmisión local. De hecho, desde 2010 se han notificado 275 casos autóctonos en varios países europeos: Croacia (10), Francia (157), Italia (92) y España (16), según los datos del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC).
Según explica José Muñoz, jefe del Servicio de Salud Internacional del hospital Clínic de Barcelona e investigador de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación "la Caixa", pueden producirse casos autóctonos en Europa porque desde 2004 "circula en el continente un vector de la enfermedad, el mosquito Aedes albopictus", más conocido como 'mosquito tigre'.
Los datos del Instituto de Salud Carlos III indican que en España este tipo de mosquito ya está presente y en expansión, principalmente en toda la costa del Mediterráneo y Baleares, Andalucía, y algunas zonas del interior en Aragón, País Vasco, Madrid y Extremadura.
"El vector que está produciendo el brote tan importante que está viviendo Latinoamérica es el Aedes aegypti, cuyo hábitat fundamental son los climas tropicales y húmedos. Pero en la península tenemos desde hace dos décadas a un 'primo hermano' de este mosquito, el Aedes albopictus, que no es un vector tan competente para la transmisión de la enfermedad como el A. aegypti, pero sí puede transmitirla y es una especie que está más adaptada a climas más fritos y secos, como los de Europa", apunta Díaz.
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