La adicción comportamental es una pauta de conducta compulsiva no relacionada con la ingesta de sustancias químicas y que conlleva una necesidad irrefrenable de realizar ciertas conductas y comportamientos que acaban siendo la única fuente de motivación para la persona afectada, y ésta termina perdiendo interés por cualquier otra actividad, lo que causa un grave deterioro en su vida a todos los niveles.
Ese deterioro vital es, precisamente, una de las características que Gloria González, psicóloga y directora de Ita Adicciones, señala como diferencia básica entre el “enganche” y la adicción comportamental. Otras características que marcan esa frontera entre ambos estadios, según la experta, serían la afectación de la conducta al funcionamiento diario, el hecho de que ésta genere un malestar emocional que desestabiliza a la persona; y que, a pesar de las consecuencias anteriores, el afectado no sea capaz de dejar de llevar a cabo ese comportamiento.
El CIE (clasificación internacional de enfermedades) 11 de la OMS, hecho público en junio de 2018, clasifica entre los trastornos por comportamientos adictivos los debidos a juegos de apuestas y al uso de videojuegos, aunque otros trastornos del control de los impulsos, como la adicción compulsiva al sexo y la adicción a las compras compulsivas, también comparten patrones de conducta con los primeros.
Según datos del Informe sobre adicciones comportamentales 2019, elaborado por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), en 2017 un 0,4% de la población de 15 a 64 años habría realizado un posible juego problemático y un 0,3% presentaría un posible trastorno del juego. En el caso del uso de internet, esa cifra se dispararía hasta el 2,9% de la población de 15 a 64 años.
“Es una cantidad elevada, pero hay un problema mayor: el alto porcentaje de personas que, sin llegar a esos usos compulsivos o patológicos, emplean mucho tiempo y dinero en estas aficiones, cayendo en la dependencia, aunque no sea patológica, y afectando a su entorno personal, familiar y social”, lamenta Domingo Malmierca, adjunto a la dirección de la Fundación Aprender a Mirar.
La importancia de la familia y la prevención
Los dos expertos consultados coinciden al afirmar que los casos de adicción comportamental han aumentado en la última década y también la demanda de tratamiento para los mismos.
¿Existen factores de riesgo que puedan predisponer a las adicciones comportamentales?, les preguntamos. Según Malmierca, desde el punto de vista neuropsicológico existen “muchos factores de riesgo” que tienen que ver sobre todo con el temperamento o la falta de carácter: “Hay determinadas personas que son menos activas, tienen problemas leves o graves en sus relaciones familiares o sociales, son excesivamente apocados, tienen dificultades en su comunicación o simplemente están aburridos… Entonces buscan en el juego o en los videojuegos una manera de distraerse, de olvidar algunos problemas o de ocupar el tiempo. Ese vacío, tan triste y tan poco fundamentado, abre muchas puertas a la dependencia y a los trastornos del comportamiento”.
Gloria González, por su parte, añade que en cada etapa vital hay factores que pueden proteger o acabar siendo un riesgo para el desarrollo de estos trastornos si no son tratados adecuadamente. En ese sentido, según la directora de Ita Adicciones, “en la infancia es importante educar desde en límites y normas, y en la adolescencia, cuando el individuo busca su identidad y formar parte de un grupo, es fundamental educar en valores y ofrecer un soporte familiar para reducir el riesgo de caer en una adicción”.
La familia, no en vano, es según González “uno de los pilares fundamentales” tanto en materia de prevención como a la hora de ayudar a las personas “a conseguir su rehabilitación”. Una opinión que comparte Domingo Malmierca, para quien el cien por cien de una recuperación “se produce gracias al entorno cercano: familias y amigos”, ya que son quienes mejor pueden ayudar al paciente a redescubrir su camino y el sentido de la vida. “La mejor ayuda es la intervención de personas que te quieran, que estén dispuestas a dedicarte tiempo, a participar contigo en los ejercicios y en las actividades alternativas”, añade.
Comorbilidad con otras enfermedades mentales
Según datos ofrecidos durante la celebración de las 20 Jornadas Nacionales de Patología Dual de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), celebrada en abril de 2018, más del 60 por ciento de las personas que podrían diagnosticarse de adicción comportamental presentan trastornos mentales, especialmente, depresión, ansiedad, trastorno por déficit de atención y trastorno obsesivo compulsivo. La incidencia, según Gloria González, se incrementaría considerablemente en el caso de los adolescentes.
Por su experiencia, Domingo Malmierca considera que esta relación de comorbilidad se da con frecuencia a la inversa. Es decir, que las personas que tienen problemas psicológicos previos, faltas de aceptación o dificultades psíquicas diversas, “son más propensas a dejarse llevar por actividades o distracciones que creen que les llevarán a olvidar o a compensar esos problemas”.
La duda es si esta comorbilidad con otros trastornos mentales dificulta el tratamiento y el pronóstico de las adicciones comportamentales. Para Malmierca, la recuperación de estas patologías duales se aborda con las mismas terapias, buscando actividades alternativas, sustituyendo malos hábitos y buscando motivaciones de futuro. “La motivación positiva es el mejor medicamento y la mejor terapia. La recuperación siempre lleva tiempo y ejercicio. No hay pastillas”, explica.
El objetivo del tratamiento de las adicciones comportamentales es según Gloria González conseguir “la autonomía personal del paciente, que pueda realizar una vida normal libre de dependencia”. El pronóstico del tratamiento de estos trastornos, siempre que el paciente haya cumplido los objetivos terapéuticos de cada fase, es positivo en un elevado porcentaje de pacientes, que se recuperan de las adicciones comportamentales tras un tratamiento.
Además, a diferencia de otras adicciones, como en el caso de las drogas y el alcohol, estos trastornos, puntualiza Domingo Malmierca, no dejan huella en el cerebro de los pacientes. “Otra cosa son las consecuencias en el entorno. Quizás ese sea el mayor trabajo de un paciente: arreglar todo lo desarreglado en su entorno. Perdonarse y currar”, concluye.
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