El umbral de la tensión arterial a partir del cual hay que iniciar un tratamiento específico difiere entre las sociedades científicas internacionales. En general, mientras que las guías estadounidenses apuestan por iniciar la terapia en el punto de corte en 130 mm Hg de presión sistólica, las europeas son menos restrictivas, y suelen limitar el tratamiento farmacológico a las personas con presión arterial por encima de 140/90 mmHg.
Asimismo, si bien está ampliamente aceptado que estos medicamentos protegen a las personas tras un ataque cardíaco o accidente cerebrovascular, existe controversia científica sobre si también la disminución farmacológica de la presión arterial es beneficiosa en personas que no han tenido una enfermedad cardiovascular.
Un estudio que acaba de publicarse The Lancet añade más información al debate. El metanálisis, que incluye 48 ensayos aleatorizadas sobre 344.716 adultos, concluye que los fármacos antihipertensivos pueden prevenir afecciones cardiovasculares graves, como accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca y ataques cardíacos incluso en adultos con presión arterial normal.
En el análisis se dividieron a los participantes en dos grupos: aquellos con un diagnóstico previo de enfermedad cardiovascular (157.728 participantes, el grupo de prevención secundaria) y aquellos sin la enfermedad cardiovascular (186.988, el grupo de prevención primaria).
Con un seguimiento promedio de cuatro años, 42.324 participantes tuvieron al menos un evento cardiovascular importante (ataque cardíaco, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca o muerte por enfermedad cardiovascular).
Impacto de la reducción
Por cada reducción de 5 mm Hg en la presión arterial sistólica, el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular mayor se redujo en alrededor del 10%; del accidente cerebrovascular en un 13%; de la insuficiencia en un 13%; cardiopatía isquémica, en un 8%, y muerte por enfermedad cardiovascular en un 5%.
El estudio desvela que los efectos beneficiosos del tratamiento fueron similares independientemente del nivel de presión arterial inicial, tanto en personas que habían tenido previamente un ataque cardíaco o accidente cerebrovascular como en aquellas que nunca habían tenido una enfermedad cardíaca.
Los autores afirman que los hallazgos tienen implicaciones inmediatas e importantes para las guías clínicas.
“Nuestros hallazgos son de gran importancia para el debate sobre el tratamiento de la presión arterial”, afirma el autor principal del estudio, Kazem Rahimi, profesor de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Para el experto, este trabajo apoya que las decisiones de prescribir medicamentos para la presión arterial “no deben basarse simplemente en un diagnóstico previo de enfermedad cardiovascular o en el nivel de presión arterial de un individuo. Por el contrario, los medicamentos deben considerarse una herramienta eficaz para prevenir enfermedades cardiovasculares en personas con mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares. Las pautas clínicas deben cambiarse para reflejar estos hallazgos”.
No obstante, Rahimi advierte de que "no estamos diciendo que todos deben comenzar el tratamiento. La decisión dependerá de los factores de riesgo de una persona para desarrollar una enfermedad cardiovascular, el potencial de efectos secundarios y la elección del paciente”.
Para la coautora del trabajo Zeinab Bidel, “es importante que se considere el tratamiento antihipertensivo en las personas en función del riesgo cardiovascular, en lugar de centrarse en la presión arterial en sí misma como un factor de calificación o un objetivo del tratamiento".
Esta epidemióloga de la Universidad de Oxford destaca igualmente que la prevención de la enfermedad cardiovascular debe contemplar pautas completas que incluyan “ejercicio, nutrición, dejar de fumar y, cuando corresponda, medicamentos".
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