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Celebramos hoy el centenario natal del dramaturgo, director y crítico teatral cubano Abelardo Estorino. De él no puede decirse en puridad que sea médico, pero casi: tras cursar la primaria en Unión de Reyes y el bachillerato en Matanzas, se mudó a La Habana en 1946 para estudiar odontología. Ejerció la odontología únicamente hasta 1957, momento en que decide dedicarse por completo a su vocación teatral y estudiar dirección escénica.
La primera obra que escribió, Hay un muerto en la calle (1954), no llegó a estrenarse; la segunda, en cambio, El peine y el espejo (1956), se estrenó con éxito notable en 1960. A ella siguieron pronto dos éxitos rotundos de público y crítica: El robo de cochino (1961) y La casa vieja (1964), piezas galardonadas las dos con el Premio Casa de las Américas y que consagraron a su autor como uno de los dramaturgos más destacados de la escena cubana.
Marginado por homosexual, luego premiado, Estorino guardó ante la Revolución cubana un silencio que algunos tildaron de complicidad; otros, de miedo. Con todo, llegó a ser uno de los dramaturgos cubanos más prolíficos, representados y queridos como artista y como persona. Fue asesor literario de grupos teatrales del Consejo Nacional de Cultura, y crítico de teatro en el suplemento literario Lunes de Revolución, la revista literaria Unión y la revista Casa de las Américas. Hijo adoptivo de La Habana, fue académico numerario de la Academia Cubana de la Lengua y recibió el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1992 y el Premio Nacional de Teatro de Cuba en 2002. ‡‡
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