La entrevista con Antonio Juan Pastor, gerente del Hospital de Laredo, en Cantabria, tuvo lugar por videollamada. Más o menos a la mitad, se levantó y mostró lo que se ve desde su terraza: unas deslumbrantes vistas del Cantábrico que dan envidia de la mala. "Y voy andando al trabajo", remató. Conoció lo que era un hospital comarcal (aunque no le guste el término) en La Selva (Gerona) y Sant Boi (Barcelona), pero se curtió como directivo en centros de considerable tamaño -en Bellvitge como director médico y en el Josep Trueta como gerente-. Cuando tocó un cambio de aires, optó por un paraíso natural y un hospital-familia donde cambios consensuados tienen un gran impacto directo en la población.
¿Qué supone hacerse cargo de un hospital de este tamaño?
Uno de los grandes retos del sistema sanitario es cómo reorientamos ciertos dispositivos. Por ejemplo, atención primaria es algo que está en boca de todos, pero, ¿qué hacemos con los hospitales de proximidad? Los llamados hospitales comarcales que, según la clasificación clásica, están en el quinto lugar de cinco niveles: hospitales generales públicos de menos de 140 camas. Somos muy pocos, una cincuentena; de baja complejidad y cartera de servicios pequeña. De alguna manera son, digamos, familiares, donde los profesionales tienen una visión muy asistencial, muy del core de nuestra profesión. Aunque parece a veces que hemos olvidado que nuestra gran misión es la prestación de asistencia.
Pero se suele hablar de tres pilares de la profesión médica...
Claro, no podemos olvidar la docencia y la investigación, pero tienen que estar de alguna manera al servicio de mejorar la práctica asistencial.
¿Qué ofrecen este tipo de hospitales?
Lo primero, el mayor reto, es preguntarnos cómo hacemos en el siglo veintiuno para que los hospitales de proximidad tengan sentido. En un mundo tan tecnificado, en un mundo en el cual tenemos, según parece, un déficit de profesionales (aunque creo que el problema no está en el número, sino en la distribución de los profesionales), un hospital como este está en el escalón más bajo en la elección de un profesional.
¿Por qué?
Porque todo profesional quiere tender a la superespecialización. Un neurólogo quiere centrarse en migraña, o en demencia, o en ictus, y no le damos el valor suficiente a la parte general de la especialidad. Y es muy importante que siga habiendo neurólogos generales, del mismo modo que es imprescindible que haya cardiólogos clínicos.
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