El desarrollo del microbiota intestinal de los niños desde los primeros meses de vida hasta los cuatro años puede marcar la aparición de diversas enfermedades, entre ellas, la diabetes tipo 1. Nature publica esta semana dos estudios, que nacen del análisis más amplio realizado sobre la flora intestinal infantil, donde se aportan claves sobre ese desarrollo.
El estudio sobre diabetes pediátrica Teddy (acrónimo de Determinantes ambientales de la diabetes en los jóvenes) está arrojando nuevos datos sobre la microbiota infantil. Este análisis recoge muestras de seis centros clínicos en Estados Unidos, Suecia, Alemania y Finlandia.
A partir del estudio Teddy, un grupo de investigadores, encabezado por Joseph Petrosino, de la Facultad de Medicina Baylor College, en Houston, analizó 12.500 muestras de heces de 903 niños, recogidas mensualmente en pequeños de entre 3 y 46 meses de edad. Utilizando la secuenciación genética para determinar el microbioma, averiguaron que la composición y la diversidad de las bacterias cambian con el tiempo y establecieron tres fases distintas: la fase de desarrollo (a los 3-14 meses), la fase de transición (15-30 meses) y la fase de estabilidad (a partir de los 31 meses).
Diversidad de la microbiota
Durante la etapa de desarrollo, la lactancia materna se asoció con niveles más altos de bacterias Bifidobacterium, mientras que la diversidad microbiana aumentó tras el destete, al introducir una mayor variedad de alimentos. El nacimiento por vía vaginal se asoció con un aumento temporal del género Bacteroides, que a su vez se relacionó con una mayor pluralidad intestinal y maduración, independientemente del tipo de parto. Los hermanos, la exposición a mascotas y la ubicación geográfica también marcaron diferencias en los perfiles de microbioma.
En otro estudio, el grupo de Curtis Huttenhower, del Instituto Broad, en Cambridge, en Massachusetts, estudió a cerca de 11.000 muestras de heces de 783 bebés, también del estudio Teddy, para caracterizar el microbioma intestinal inicial en niños que desarrollan diabetes tipo 1. Así averiguaron que la microbiota de estos niños alberga más genes relacionados con la fermentación y la síntesis de ácidos grasos de cadena corta lo que, unido a los resultados que se conocen de estudios previos, con evidencia previa, se relaciona con un efecto protector.
Los autores recuerdan que los niños analizados (en su mayoría blancos no latinos y con alto riesgo de diabetes tipo 1) pueden no representar a otras poblaciones.
Ambos estudios suponen la caracterización de la microbiota en una etapa de la vida que resulta clave.
Como expone otro de los autores, Christopher Stewart, de la Universidad de Newcastle, “estos análisis iniciales refuerzan los trabajos previos realizados con bebés y también revelan importantes asociaciones con el microbioma durante este momento crítico de la vida. Los futuros descubrimientos de esta cohorte allanarán el camino para dilucidar cómo la microbiota influye en la salud y la enfermedad, particularmente en la diabetes tipo 1“.
“En cohortes como esta, donde podemos integrar los datos clínicos con la exposición específica del paciente y los análisis genómicos y del microbioma, podremos obtener diagnósticos y terapias basados en la medicina de precisión para la diabetes tipo 1 y en muchas otras enfermedades”, concluye Petrosino.
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