Los programas de intervención temprana especializada sobre primeros episodios psicóticos son una de las medidas más eficaces para evitar recidivas, lo que paralelamente se traduce en un buen control y evolución de la enfermedad a largo plazo y, sin duda, repercute beneficiosamente en parámetros como menor número de ingresos hospitalarios, mejor reincorporación a los ámbitos social, laboral y educativo, en función de la edad: un aumento de la calidad de vida y de su normalización en pacientes con psicosis.
Celso Arango, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y jefe del Departamento de Psiquiatría Infantil y del Adolescente en el Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, va un paso más allá y subraya a DM que “en salud mental la prevención, tanto primaria como secundaria, es posible, además de ser coste-eficaz”. Lo demuestran, según el profesional, las evidencias de los distintos estudios científicos que se han materializado en la puesta en marcha de programas de intervención precoz, “que hay que copiar”, como los que desarrollan países como Reino Unido y Dinamarca, entre otros, y cuyos coordinadores han participado en la sexta edición de Meet The Expert celebrado en Madrid.
‘Repensar’ la enfermedad
La cada día más estrecha colaboración entre profesionales de la salud mental y asociaciones de pacientes y familias afectadas ayuda a “repensar” el más adecuado abordaje de la esquizofrenia y de la psicosis; una de las líneas es observar y analizar las tendencias internacionales en prevención, diagnóstico precoz e intervención temprana. Los implantados en Reino Unido y Dinamarca, por ejemplo, han demostrado, por un lado, que las personas que son tratadas en este tipo de programas específicos de primeros episodios psicóticos mejoran el pronóstico: menor número de reingresos hospitalarios y de intentos de suicidio, mejor adherencia al tratamiento, menos síntomas residuales y su reintegración social es más rápida”, explica Arango, quien subraya que ello se consigue de una forma coste-eficiente frente a las intervenciones clásicas más tendentes a la asistencia hospitalaria exclusiva de la fase aguda.
Un primer episodio psicótico sin tratamiento adecuado aumenta la posibilidad de recaída en más de un 50% en los primeros 12 meses
“Ahorran dinero a los sistemas de salud, mejorando la calidad de la asistencia de los afectados”. Y pone el dedo en la llaga señalando que “llama poderosamente la atención que en España, a excepción de algunas autonomías como Navarra, Cataluña o el País Vasco, entre otras, sólo un 32 por ciento de la población general, de los casi 47 millones de habitantes, tenga acceso a uno de estos programas si aparece un primer episodio psicótico”. Los datos sobre prevalencia de trastornos psicóticos en general en la población general son aproximadamente del 3%: un 68% son hombres y un 51% mujeres, con un debut patológico antes de los 35 años, según los datos que ha ofrecido Benedicto Crespo-Facorro, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Cantabria, que ha participado en este encuentro organizado por la Alianza Otsuka- Lundbeck.
El refuerzo farmacológico
Arango insiste en la necesidad de establecer este tipo de estrategias. Cuando una persona tiene un primer episodio psicótico y no se establece un tratamiento especializado -medicación, psicoterapia u otro tipo de programas-, “las posibilidades de recaída, en los primeros doce meses, son superiores al 50%; lo que significa que más de la mitad de los afectados recae en el primer año posterior al primer episodio. Este porcentaje disminuye a menos de un 15% en los pacientes que siguen un abordaje eficaz”. Las tasas se elevan significativamente si el primer episodio psicótico es una esquizofrenia: las posibilidades de recaída, sin tratamiento, en el primer año son del 70%. Afortunadamente, menos de un tercio de las personas que tienen un episodio psicótico desarrollan esquizofrenia”.
El abandono del tratamiento y la valoración del riesgo de suicidio son parámetros que deben hay que valorar tras la aparición del primer episodio psicótico, que suele debutar antes de los 35 años de edad
Los tratamientos farmacológicos también ocupan su espacio dentro de los programas integrales de atención al primer episodio psicótico. Puesto que este grupo de población es más vulnerable, de los fármacos se busca sobre todo, según Arango, un buen perfil de efectos secundarios. “Estas personas son más vulnerables a sintomatología extrapiramidal, al aumento de peso. Los efectos son además mayores cuanto más joven es el paciente. Por otra parte, presentan un mayor riesgo de abandonar el tratamiento porque como son jóvenes y han sufrido un sólo episodio, piensan que no les va a volver a pasar. Otro aspecto muy relevante es la valoración del riesgo de suicidio, ya que la mayor parte de ellos, en personas con trastornos psicóticos, se producen después del primer brote psicótico; mucho más que, por ejemplo, después del tercero o cuarto”.
Trastornos modificables
Lo que es evidente, según han concluido los especialistas en salud mental, es que los programas de intervención temprana, al ser multidisciplinares, refuerzan toda la esfera terapéutica. En España, y según los expertos, estas estrategias aún no están consolidadas y presentan desigualdades territoriales. “Necesitamos mayor sensibilización para la salud mental, como existe en otras patologías. En la mayoría de las ocasiones estos trastornos debutan en personas muy jóvenes y, lo que es más importante, son trastornos que, bien abordados, son bastante modificables”, subraya Arango.
Modelo asistencial centrado en el paciente
Las experiencias internacionales sobre los programas que ponen el acento en la intervención temprana tienen datos sólidos sobre su eficacia. En el encuentro Meet the Expert celebrado en Madrid, Merete Nordentoft, psiquiatra de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, ha presentado los resultado del estudio OPUS, el primer y mayor ensayo clínico aleatorizado de intervención precoz especializada para jóvenes que experimentan su primer episodio psicótico, con una duración de análisis de entre cinco y diez años y que, según Nordentoft, se ha mostrado coste-eficaz frente al tratamiento habitual. Hay que tener en cuenta que sólo el coste directo de la esquizofrenia supone aproximadamente el 2% de los gastos en salud nacional en varios países europeos, similar al del cáncer o enfermedades cardiacas.
Los pacientes que participaron en el OPUS -347 alcanzaron el seguimiento- tenían una mejor evolución a los diez años con respecto a un menor uso de alojamiento asistido que la intervención estándar, según la psiquiatra, coordinadora del programa. También se observó en los pacientes un menor número de días de hospitalización durante el periodo de diez años, “aunque no era significativamente así en todos los momentos temporales individuales”.
No obstante, esta intervención psicoeducativa, familiar y de habilidades sociales ha conseguido que, después de cinco años, un elevado número de pacientes era capaz de vivir de forma independiente, en lugar de hacerlo en una institución para enfermos mentales. La tasa de profesionales por paciente es muy equilibrada: aproximadamente de un profesional por cada 10 ó 15 enfermos que desarrolla un primer episodio psicótico.
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