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viernes, 5 de junio de 2020

¿Está vivo el coronavirus?

Fernando Navarro
Fernando Navarro
05/ 06 / 2020
Dudas razonables
coronavirus
El coronavirus es una partícula infecciosa autorreplicante ¿viva?

Cuando escribo estas líneas, el diminuto SARS-CoV-2 lleva causadas en todo el mundo cerca de 7 millones de infecciones y 400.000 muertes, que se dice pronto. Cuando planteo a los virólogos la pregunta que encabeza esta columna, su respuesta es dubitativa: para unos, los virus son claramente seres vivos; para otros, en cambio, claramente no lo son; y entre medias hay un tercer grupo que duda o no sabe bien qué responder.

Mi interés por esta cuestión no es de ahora: entre 2005 y 2011 estuve al frente del equipo técnico del Diccionario de términos médicos (DTM), encargado de definir, entre otros más de 50.000 tecnicismos médicos, también el término virus. Consultados los expertos sobre si cabe definirlos como «ser vivo», no fue posible llegar a un consenso, y finalmente optamos por hablar de «partícula infecciosa», con la siguiente nota de observación: «los biólogos debaten aún si los virus son seres vivos o no».

El problema radica, me parece, en definir primero qué entendemos por vida. Lo cual no es nada sencillo: es fácil decir si una roca, una ameba, un semáforo y un pollito están vivos o no; pero es muy difícil definir qué es exactamente un ser vivo. En el DTM, después de mucho dar vueltas al asunto, finalmente lo definimos así: «entidad natural de organización molecular compleja, que intercambia materia y energía con su ambiente manteniendo un equilibrio fisicoquímico dinámico, que recibe estímulos del entorno y reacciona a ellos, es capaz de autorreproducirse y está sujeto a un proceso de cambio evolutivo continuo a través de generaciones».

¿Cumplen los virus esta definición? Pues si nos ponemos estrictos, no, ciertamente. Hay muchos rasgos característicos de la vida que los virus no cumplen. Para empezar, no pueden reproducirse por sí mismos; esto es, son parásitos obligados y necesitan de la célula infectada para multiplicarse y hacer copias de sí mismos. Pero también son parásitos obligados las clamidias y las rickettsias, y nadie duda de que estén vivas.

Los virus tampoco envejecen ni mueren como individuos; pero eso mismo podemos decir de todos los organismos unicelulares que se reproducen por gemación (e incluso algunos celentéreos, como las hidromedusas y las escifomedusas), indudablemente vivos.

Parece claro, además, que los virus no son células, y la célula está considerada como la unidad estructural y funcional mínima capaz de constituir un sistema viviente. Tampoco llegan a ser nunca metabólicamente activos; esto es, carecen de metabolismo propio, son incapaces de transformar la materia y la energía procedentes del exterior en materia y energía aprovechables para su mantenimiento, algo que sí hacen todos los demás seres vivos conocidos.

Por otro lado, el sentido común nos dice que los virus no son en absoluto materia inorgánica. Están constituidos por las mismas moléculas que forman la vida ―proteínas y ácidos nucleicos―; poseen un genoma con toda la información genética necesaria para detallar sus características y su funcionamiento; estas instrucciones genéticas permiten al virus multiplicarse y adaptarse a los cambios ambientales de forma sumamente eficaz; y su comportamiento es cualquier cosa menos inerte: el coronavirus es capaz de localizar la célula hospedadora y llegar hasta ella, unirse a un receptor específico de la superficie celular, abrirse paso a través de la membrana celular hasta el espacio intracelular (ya sea por fusión de membrana o por endocitosis viropéxica), liberar el ácido nucleico del genoma vírico e incorporarlo al mecanismo celular, engañar a la célula para que ponga sus enzimas al servicio de la replicación vírica y el ensamblado de miles de copias (nuevas partículas víricas), que finalmente acaban saliendo de la célula infectada (ya sea por lisis celular o por exocitosis) para ir a buscar nuevas células sanas que infectar. ¿Les parece todo eso propio de una piedra o una mota de polvo?

Si los virus están hechos de los mismos materiales que los seres vivos, por su aspecto parecen seres vivos, por su comportamiento parecen también seres vivos, pero no cumplen la definición de «ser vivo», puede que no sean seres vivos, sí, pero puede también que lo que falle sea nuestra definición de «ser vivo». Lo cual, por cierto, es una constante en lexicografía: las definiciones de nuestros diccionarios van siempre a remolque de unos saberes cambiantes y de los avances del conocimiento.

En el DTM, por ejemplo, decíamos todavía de los virus que «contienen ADN o ARN, pero nunca ambos»; desde el descubrimiento de los virus nucleocitoplásmicos grandes de ADN (como mamavirus, megavirus, mimivirus y tupanvirus), no obstante, sabemos ahora que existen virus de ADN capaces de producir su propio ARN.

Sea como fuere y llegue adonde llegue el debate sobre el concepto de vida, lo cierto es que los médicos, en la práctica, contemplamos los virus como si fueran seres vivos; todo lo ultramicroscópicos que se quiera, pero vivos al fin y al cabo. Consideramos la virología una rama de la microbiología, disciplina esta que se ocupa del estudio científico de los microbios y sus interacciones con otros seres vivos y con el ambiente. Consideramos ‘microbios’ (esto es, seres vivos microscópicos) a los microeucariotas como hongos, algas y protozoos, a los microprocariotas como bacterias y arqueas, y a las estructuras biológicas acelulares autorreplicantes como los virus. Consideramos enfermedades infecciosas a todas las causadas por microbios patógenos; virus incluidos, por supuesto. Y consideramos fármacos antimicrobianos a los antibióticos o antibacterianos, a los antifúngicos o antimicóticos, a los antiprotozoarios o antiprotozoicos... y a los antivíricos o antivirales también.

Fernando A. Navarro

El diminuto SARS-CoV-2, responsable de 400.000 muertes en todo el mundo, ¿está vivo o no? Los virólogos no terminan de ponerse de acuerdo. Off Fernando A. Navarro Off

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