La encefalopatía en los pacientes con Covid-19 que han pasado por una unidad de cuidados intensivos (UCI), una vez dados de alta a planta, presenta características electroencefalográficas propias. Así lo describe un equipo de neurofisiólogos coordinado por Jesús Pastor, jefe de Servicio de Neurofisiología Clínica en el Hospital Universitario de La Princesa, en Madrid. La descripción de este patrón atípico de una encefalopatía por otras causas se detalla en un estudio que acaban de publicar en Journal of Clinical Medicine. Junto a Jesús Pastor Gómez, son autores del trabajo Lorena Vega-Zelaya y Elena Martín Abad, todos del Servicio de Neurofisiología y de la Fundación de Investigación de La Princesa.
“Los registros son de apariencia normales, muy similares a los que puede obtenerse de una persona sin alteraciones, aunque los pacientes tienen importantes alteraciones cognitivas y de conciencia (que pueden ir desde el coma hasta la desorientación). El análisis matemático del electroencefalograma (EEG), sin embargo, revela que la conectividad cerebral está alterada y que la estructura de las ondas cerebrales que forma el EEG también es anómala”, explica Pastor.
La estructura de las ondas es “diferente de la observada en otras encefalopatías, como son las que tienen lugar en pacientes con enfermedades tóxicas, metabólicas, infecciosas o hipóxico-isquémicas”. De hecho, comenta el especialista a DM, es “sorprendentemente normal” hasta el punto de que las anomalías le pueden pasar desapercibidas al especialista en la inspección visual de la EEG.
Sin embargo, al utilizar los métodos matemáticos sí se identifica la patología. Esta electroencefalografía cuantificada (qEEG) está desarrollada íntegramente por el Servicio de Neurofisiología de La Princesa, que es unidad de referencia nacional para el tratamiento de epilepsia refractaria y aplica esas herramientas de forma sistemática desde 2016.
“En los pacientes con Covid-19 ha sido una pieza angular. Las herramientas matemáticas nos han permitido identificar el mal funcionamiento cerebral en estos pacientes. Concretamente, entre otras, cosas, hemos detectado una pérdida de conectividad global cerebral”.
Debido al tamaño de la muestra de enfermos investigada, el estudio no incluye una estratificación de los pacientes atendiendo a la afectación clínica de la encefalopatía. Los investigadores estudiaron enfermos con un amplio abanico de patología: desde los que presentaban algo de estupor o desorientación a los que estaban en coma; de hecho, algunos de los que presentaban la afectación más grave siguen en coma.
“Lo que más nos llamó la atención fue que en los pacientes en coma, la EEG a simple vista no parecía tan mal como uno esperaría o como encontramos en otros pacientes que se encuentran en ese estado por una sepsis o una hemorragia”.
El estudio indica que el paciente está teniendo una alteración cerebral que va más allá de lo que se puede apreciar normalmente. El análisis mediante qEEG “una prueba barata, corta, sin efectos secundarios aporta información valiosísima sobre estos pacientes, con la ventaja añadida de que es específica para el SARS-CoV-2”, destaca Pastor. De hecho, las encefalopatías causadas por otros virus “nos dan un registro EEG completamente diferente, con más actividad irritativa de características epileptógenas que este virus. No sabemos cuál es la etiopatogenia, si se debe a la isquemia o al propio virus”.
En la investigación han comparado a un grupo de 20 pacientes con Covid-19 con otros 31 con una encefalopatía por causas tóxicas o metabólicas, siempre sin afectación orgánica, y otro grupo de 21 enfermos que habían sufrido una parada cardiorrespiratoria, “precisamente porque se sospecha que la hipoxia puede estar relacionada en la encefalopatía por Covid-19”.
La comparación ha mostrado que los pacientes con el coronavirus “están a medio camino entre la encefalopatía tóxico-metabólica y la isquémica; prácticamente se observa así en todas las variables que hemos analizado”, describe el especialista.
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