
Los documentos pueden falsificarse, pero el ADN no miente. Esa es la premisa del programa DNA-Pro-Organ, dirigido por José Antonio Lorente, catedrático de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada, que tiene como fin recopilar por un sencillo procedimiento información genética de donantes y receptores de riñón como una medida más para evitar el tráfico de órganos.
Con motivo del Día Mundial de la donación de órganos, tejidos y trasplantes, hablamos con Lorente sobre el origen de este proyecto, que pretende pilotarse en cuanto sea posible en varios países de Asia y Latinoamérica.
P.- ¿De dónde surge la iniciativa?
R.- Surge del Laboratorio de identificación genética de la Universidad de Granada, en el que hemos mantenido tradición en los últimos 20-25 de utilizar el análisis genético y forense con fines humanitarios y para prevención del delito. Uno de los problemas para investigar estos delitos de tráfico de órganos tanto a nivel interno hospitalario como a nivel judicial y policial es que no hay una manera de identificar de dónde proviene un órgano, qué tipo de trasplante, etc., y pensamos que el ADN tenía algo que aportar. En nuestro caso, hemos optado por el trasplante de riñón porque supone el 75-80% de los trasplantes a nivel mundial, incluido los trasplantes ilegales, y tiene una gran trazabilidad; puedes detectar ADN del riñón donado en la orina de a quien se le ha trasplantado.
P.- ¿Por qué el ADN? ¿Las medidas de control no funcionan?
R.- Con el ADN tenemos una trazabilidad, datos objetivos que facilitan la investigación de las denuncias y sirven de freno a las personas que creen que se pueden hacer trasplantes sin control. Se pueden realizar auditorías e inspecciones, pero falsificar un documento es muy fácil, sobre todo si están implicados los profesionales que tienen que velar por el proceso. Por ejemplo, se ponen en decenas de historias clínicas datos de un donante legal, si acaso cambiando la fecha de fallecimiento para que encaje con la operación. En países como España, donde hay grandes controles, el tráfico de órganos no es un problema. Pero hay otros que están incluso en listas, como por ejemplo la India, donde puede que un porcentaje de los médicos sean unos delincuentes, pero la gran mayoría de los sanitarios implicados en los trasplantes son profesionales honrados que siguen los códigos de ética y deontología y no quieren verse manchados porque se habla de forma genérica de su país. En estos países hay denuncias porque se promete al donante un dinero que luego no recibe y, claro, en la práctica se le ha robado un órgano.
P.- ¿Cómo funcionaría?
R.- A falta de cerrar los detalles, en el momento en el que haya un donante, ya sea voluntario o por fallecimiento, adjuntamos a todos los datos clínicos la muestra de una gota de sangre, y se toma otra muestra del receptor durante el trasplante. Esta información se almacenaría en una base de datos, de momento a nivel hospitalario. La muestra de sangre es fácil de obtener y de guardar en papeles especiales para almacenar muestras biológicas; pueden estar a temperatura ambiente durante muchísimo tiempo y en poco espacio. No necesitan un congelador.
Hay países donde un porcentaje de los médicos pueden ser unos delincuentes, pero la mayoría de los implicados en los trasplantes son profesionales honrados
P.- ¿Dónde se va a pilotar?
R.- Hemos celebrado varias reuniones con en la India, Tailandia, República Sudafricana, Brasil y en el área Centroamérica. Hubo una primera reunión auspiciada por la ONU en Panamá en 2016 y se había avanzado bastante en el convenio marco para definir cómo va a funcionar el programa, pero vino la covid-19 y estamos deseando que se termine para retomarlo, pero en principio la referencia serían esos países que he mencionado, que son los más interesados en ponerlo en marcha. Todo depende de la evolución de la epidemia para que podamos viajar a los países implicados. En principio tengo planificado viajar a principios del mes de marzo a la India y a Tailandia.
P.- ¿Qué barreras hay para tener un buen sistema de trasplantes en otros países?
R.- Dependiendo de los países, hay problemas legales, culturales y de medios. La mayoría de las culturas admiten los trasplantes, si bien hay problemas con algunas creencias religiosas. En cuanto a lo legal, un proceso de trasplante implica una serie de actuaciones que, si no están adecuadamente recogidos en la normativa, puedes acabar tirando un órgano porque no hay autorización del juez y ya no está en condiciones de ser trasplantado. En cuanto a medios, mi impresión por lo que he visto y estudiado es que no es una barrera tan importante. Casi todos los países tienen profesionales sobradamente capacitados para hacer los trasplantes más comunes, como los renales, de corazón, hígado, etc. Lo que falta muchas veces es una estructura interna, la conexión. Lo más maravilloso de la Organización Nacional del Trasplante (ONT) es haber conseguido el engranaje legal, de la actuación judicial y forense, y la implicación y compromiso de los profesionales. Cualquier dato de cualquier donante en segundos está disponible para toda España.
Casi todos los países tienen profesionales sobradamente capacitados; lo que falta muchas veces es una estructura interna
P.- Aún siendo raro en España, ¿cómo debería actuar un médico que sospechara de un caso de tráfico ilegal de órganos? ¿Puede haber un conflicto ético?
R.- Si le constara que el delito se ha cometido en España, el médico tiene la obligación de denunciar, así lo dice la Ley. Otra cosa es que el trasplantando sea español, pero haya viajado fuera, tenga sospechas...tendría que ser un caso muy claro no ya para denunciarlo, sino para iniciar un procedimiento interno...ahí entran en conflicto el derecho a la intimidad y el secreto profesional. De todos modos, en España el sistema funciona muy bien, la necesidad que pudiera tener un paciente de irse fuera es tendente a nula. Realmente un sistema de trazabilidad por ADN en España no aportaría mucho; otra cosa es que en el futuro nos planteemos que si se hace un trasplante fuera, todo tenga que estar bien documentado, incluyendo una prueba genética.
Pero tratar de abordar el problema desde aquí sería como tratar de apagar un fuego echando agua al humo que hay arriba. El problema está en esos lugares con redes criminales donde se mueve muchísimo dinero porque hay gente que se muere en lista de espera, ya sea porque la oferta y la demanda está muy desequilibrada, porque la gente sólo puede acudir al trasplante a precios desorbitados y busca otras salidas...Hay países pequeños donde hay capacidad, pero si la gente tiene que pagar por el trasplante, prefiere irse a países de referencia; otra cosa es conseguir hueco.
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