Cuando hace aproximadamente siete años iniciamos el proyecto Mapex (Mapa Estratégico de Atención al Paciente Externo) en el seno de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), uno de los principales elementos que nos habían movido a poner en marcha una iniciativa de estas características estaba, sin duda, en la importante variabilidad asistencial que habíamos identificado en el seno de nuestra profesión, la cual, sin lugar a dudas, no solamente estaba deteriorando nuestra imagen profesional, sino, sobre todo, la obtención de resultados en salud de los pacientes a los que atendíamos.
Lejos de plantear una solución única que diera respuesta a esta importante problemática lo que se contempló era dar una respuesta colectiva, que pasara no por uniformizar la atención sino por homogeneizar la asistencia dando respuestas a los verdaderos determinantes de un sistema sanitario, una sociedad y, sobre todo, un paciente que había cambiado enormemente y de manera muy acelerada en los últimos años, particularmente, tras la salida de la crisis económica que padecimos en los años previos al 2015, fecha de arranque del proyecto.
Esa apuesta pasó por proyectar una metodología asistencial disruptiva que abogara por dar repuestas a esas necesidades, siendo las más importantes las siguientes. En primer lugar, la necesidad de atender a los pacientes en base a sus características individuales, que van más allá de las meramente farmacoterapéuticas. Para ello se empezaron a diseñar modelos de estratificación que distinguían diferentes niveles de atención e intervenciones ajustadas a la complejidad de los mismos, más en común con el resto de los profesionales cuanto más complejo fuera el paciente.
Mayor integración
Por otra parte, gran parte de la problemática mostrada por el colectivo en los últimos años pasaba por la necesidad de integrarse aún mas con los equipos multidisciplinares. Si eso no se había conseguido en su totalidad, tal y como proyectaron los primeros modelos de atención farmacéutica publicados en los albores de siglo, había sido, sin duda, por no hablar el mismo idioma que el resto de los integrantes de estos equipos. Por una parte, por no poner más el foco en lo clínico y menos en lo económico y, por otra, por seguir centrándonos en los problemas relacionados con los medicamentos como determinantes de nuestra aportación de valor en estos equipos.
El viraje que se nos pedía era obvio, la clave pasaba por trabajar conjuntamente con pacientes y profesionales en pro de obtener y mantener objetivos en relación a la farmacoterapia en cada momento. Para ello, tal y como se demandó de manera prioritaria en la Primera Conferencia de Consenso SEFH del año 2016, se elaboró un documento que expresamente ayudara, en lo colectivo, a los farmacéuticos especialistas a potenciar esa integración y, en lo individual, se planteó cómo la entrevista motivacional iba a ser la gran herramienta de trabajo en las consultas externas a la hora de alinear objetivos a corto con objetivos a medio y largo plazo en los pacientes sobre los que trabajáramos.
Por último, el incesante incremento en el número de pacientes que atendíamos (y atendemos) en consultas externas de Farmacia Hospitalaria había generado, casi sin querer, un criterio sin base científica alguna en la que se determinaba que la priorización en la atención a los pacientes fuera en inicios y cambios de tratamiento hospitalario, lejos de un enfoque global e integral de la farmacoterapia. El paciente nos demandaba un acompañamiento permanente, no episódico, ni basado exclusivamente en el tratamiento dispensado en el entorno hospitalario. Así fue, como se planteó la necesidad de trabajar no solo para el hospital sino desde el hospital gracias, sin duda, a la incorporación de las nuevas tecnologías para la comunicación en tiempo real o tiempo útil con los pacientes (lo que hoy en día ya hemos interiorizado como telefarmacia).
Una mejora significativa
La atención individualizada y dinámica (capacidad), el trabajo por objetivos con la entrevista motivacional (motivación) y el seguimiento permanente gracias a las nuevas tecnologías (oportunidad), dieron, en el año 2016, nombre a una metodología (CMO) que, desde entonces y hasta ahora, ha ido demostrando, con cada estudio publicado y en cada ámbito de actuación en el que se ha aplicado, que es significativamente mejor que el modelo tradicional. A lo largo de estos últimos años se han publicado datos (estudios INFAMERICA, INFARDAR, IRAFE, PRICMO, etc.) que hablan de que tanto la adherencia primaria, como la secundaria, el nivel de activación y la experiencia del paciente, los resultados en salud, la polifarmacia y la complejidad farmacoterapéutica mejoran significativamente cuando se aplica esta metodología en los pacientes. Es más, gracias a la taxonomía existente las intervenciones aplicadas tanto sobre profesionales como los propios pacientes, tienen un altísimo grado de aceptación y respuestas positivas.
Por todo ello, afirmo con rotundidad que, aunque tenemos que seguir mejorando y adaptándola, hoy en día, esta metodología debe incorporarse ya como estándar de referencia en la atención farmacéutica al paciente VIH. Estoy convencido, también que lo será al resto de pacientes que atendemos en consultas externas de Farmacia Hospitalaria, eso sí, será necesario superar varios retos.
En primer lugar, generar las evidencias científicas más robustas que provengan de proyectos de investigación del más riguroso nivel de calidad metodológico, lo que pasa, sin lugar a duda, por plantear proyectos multicéntricos e, incluso, cuando proceda, por qué no, multidisciplinares. Por eso, encomiendo, desde esta tribuna, a los numerosos grupos de trabajo existentes en el seno de nuestra sociedad a llevar a cabo más proyectos de investigación en torno a esta metodología, aunque, me constan, que algunos de ellos ya están en marcha o en diseño. Las bases ya están puestas, disponemos de adaptaciones del modelo CMO, aparte de a pacientes con patologías víricas, elaboradas en pacientes oncohematológicos, con patologías inmunomediadas y con esclerosis múltiple, y se plantea un proyecto próximo en pacientes con patologías respiratorias. El proyecto Telemaco, desarrollado en conjunto entre SEFH y Sefar, pionero en la utilización de las nuevas tecnologías para el seguimiento colaborativo interniveles, utiliza ya, también esta metodología lo que, sin duda, podría dar también un espaldarazo a empezar a abrir camino a su uso más allá del entorno de la especializada.
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En segundo lugar, mayor conocimiento del mismo, ya desde el entorno universitario y, por supuesto, en la formación del especialista. La nueva definición del concepto de atención farmacéutica publicada en 2020 (el conocido como Documento de Barbate) puede ayudar a eso. Y, por último, la necesidad de romper rutinas y monotonías arraigadas para poder abrazar esta nueva forma de trabajar. La reciente publicación de la nueva web de Mapex pretende, sin duda, ayudar a eso, poniendo a disposición de todos los profesionales todas las herramientas publicadas para que les sea más sencillo superar las dificultades.
Adicionalmente, la norma de certificación de calidad en atención farmacéutica QPEX es el estándar asistencial, docente e investigador en el que los Servicios de Farmacia deben asirse para identificar el rumbo a seguir para ir paso a paso en este camino.
En definitiva, como he repetido en numerosas ocasiones, no me cabe ninguna duda de que lo que nos va a hacer mejores profesionales en el futuro son los pacientes, no los medicamentos que tienen prescritos; y que la clave, en el futuro próximo para nuestra profesión, no va a pasar por ser expertos en el medicamento sino por ser expertos en la relación del paciente con su farmacoterapia. Por ello, si desde el punto de vista asistencial considero al paciente como nuestro tesoro, Mapex y la metodología CMO, serán, sin duda, el mapa para alcanzar y seguir cuidando de nuestro tesoro.
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