En medicina estamos habituados a las parejas de términos sinónimos, venidos uno del latín y otro del griego. ‘Oculista’ (del latín ocŭlus, ‘ojo’), por ejemplo, es sinónimo estricto de ‘oftalmólogo’ (del griego ὀφθαλμός, ophthalmós, ‘ojo’). Sin embargo, ‘dentista’ (del latín dens, dentis, ‘diente’) no es exactamente lo mismo que odontólogo (del griego ὀδούς, ὀδόντος, odoús, odóntos, ‘diente’).
Las caries y el dolor de muelas han aquejado desde siempre a la humanidad. En la Edad Media, los barberos eran también sangradores y sacamuelas, y se formaban por un sistema de aprendizaje gremial ajeno a la universidad. Hacia mediados del siglo XIX, no obstante, se hace evidente la necesidad de una regulación estatal de la formación superior para los dentistas, que pasó a ser muy distinta en los países de habla inglesa y en España.
En los países anglosajones, desde la creación de las primeras escuelas de odontología, como el Colegio de Cirugía Dental de Baltimore en 1840 y el Hospital Dental de Londres en 1858, la formación odontológica superior se mantuvo siempre al margen de las facultades de medicina. Nunca allí fue necesario ser médico para poder ejercer como dentista.
En España, en cambio, el primer título universitario de odontología se creó en 1901 y consistía en una licenciatura de cinco años impartida dentro de la Facultad de Medicina, y a la que únicamente podían acceder alumnos que hubiesen aprobado el segundo curso de la carrera de medicina. En 1910 se añadió un sexto año a la formación, pero el gran cambio llegó en 1944, con la ley de especialidades médicas, que transformó el antiguo título de licenciado en odontología en una especialidad médica como las demás. Y era lógico.
Para afrontar un síndrome de Ménière o un cáncer de los senos paranasales, parece lógico que un otorrinolaringólogo no se forme de entrada como un experto en garganta, nariz y oídos, sino que estudie la carrera de medicina completa y, una vez médico, emprenda su formación especializada. Para afrontar un glaucoma agudo o una retinopatía diabética, parece lógico que una oftalmóloga no se forme de entrada como hiperespecialista del globo ocular y sus anexos, sino que estudie la carrera de medicina completa y, una vez médica, se especialice como oculista. ¿Por qué habría de ser distinto para diagnosticar o tratar un carcinoma epidermoide de la lengua o una pulpitis?
Pues bien, desde 1944, en España, los dentistas debían estudiar primero toda la carrera de medicina completa y después cursar varios años más en una Escuela de Estomatología para obtener el título de médico estomatólogo; esto es, médico especialista en estomatología.
Este sistema estuvo vigente durante casi medio siglo. En 1986, España se incorporó a la Comunidad Europea (hoy, Unión Europea) y hubo de adoptar las directivas comunitarias referentes a la formación superior de los profesionales sanitarios, que no tomaron como modelo el nuestro, sino el de los países anglosajones. Hubo que tachar la estomatología de la lista de especialidades médicas, cerrar las escuelas superiores de estomatología y crear facultades de odontología ―independientes de las de medicina― destinadas a impartir un grado de menor duración para formar odontólogos, como en los países anglosajones. Hoy, en España, se titulan cada año cientos de graduados en odontología con una formación técnica excelente, no lo dudo, a la altura de las mejores del mundo…, pero que no son médicos. Y tenemos, pues, dentistas que son médicos (los estomatólogos) ejerciendo en paralelo a otros que no lo son (los odontólogos).
Fernando A. Navarro
Dentista’ (del latín 'dens, dentis', diente) no es exactamente lo mismo que odontólogo (del griego 'odoús, odóntos', diente). Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3KAI0I5
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