Si el sistema sanitario español llegó a la pandemia con una atención primaria "cansada, exhausta y desmotivada", el coste físico, pero también "cognitivo, emocional y ético" que han soportado todos los sanitarios, pero especialmente los del primer nivel, ha dejado heridas "difíciles, pero no imposibles" de restañar. Ésta es la tesis que defiende Montse Esquerda, pediatra y presidenta de la Comisión de Deontología del Consejo del Colegios de Médicos de Cataluña.
Esquerda, que se sumó ayer a la jornada monográfica que organizó el Foro de Médicos de Atención Primaria para evaluar el impacto de la covid-19 en el primer nivel asistencial, describe de forma muy gráfica la situación en la que, a su juicio, viven instalados los sanitarios desde marzo de 2020: "Llevamos más de un año en movimiento, orbitando, sin tocar suelo, sin tener rutinas, sin abrigar certezas... Y vivir en el aire, en permanente movimiento, cansa, pero además te impide reflexionar. Si no controlamos dónde queremos ir, la pandemia puede dejarnos donde no queríamos estar".
A la crisis estructural del primer nivel y el recurrente malestar de sus profesionales -que ayer volvió a sonar alto y claro con motivo del Día Nacional de la Atención Primaria- se suman el estrés y el burnout acumulado en 12 meses y sucesivas olas de la enfermedad. "Todos los estudios previos revelaban que el porcentaje medio de profesionales quemados en primaria se acercaba al 50%, y llevamos meses de muchas emociones, de mucha intensidad y muy cambiantes. Hoy en día, responder a un ¿cómo estás? es más difícil que nunca".
Experta en duelo, en salud mental infanto-juvenil y militante en pro de la humanización del ejercicio profesional, Esquerda distingue claramente entre estrés y burnout, porque mientras el primero depende de características personales e intrínsecas, el segundo "está muy relacionado con las características estructurales del ejercicio profesional y las condiciones de trabajo".
El burnout que se ha intensificado -y mucho- desde el batacazo inicial de la pandemia está muy relacionado, según ella, con el decalaje, "con el evidente desajuste, entre el contrato social implícito del médico (lo que nuestros pacientes y la sociedad en general espera de nosotros) y el explícito, que depende altísimamente de las condiciones laborales en las que trabajamos".
Directora del Instituto Borja de Bioética, Esquerda recuerda que la última encuesta de la Fundación Galatea sobre burnout entre los sanitarios (del pasado marzo) evidenciaba "un notable empeoramiento del estado de salud autopercibido entre los profesionales" y dejaba sobre la mesa algunas cifras "alarmantes": cerca del 30% de los enfermeros y casi el 20% de los facultativos habían pedido la baja durante el año de pandemia por algún tema relacionado con la covid.
Más datos que apuntalan la tesis de Esquerda y que el sondeo de Galatea ha puesto sobre la mesa: más del 40% de los médicos y enfermeras encuestados se sentían menos preparados física y emocionalmente ante una segunda ola (cuando vamos ya por la cuarta) y hasta una quinta parte de los encuestados se había planteado en algún momento dejar la profesión o anticipar su jubilación.
¿Y ahora qué?
Más allá del coste evidente que la covid ha tenido entre los sanitarios en forma de fallecimientos o secuelas, Esquerda cree que el impacto emocional, "y especialmente el que ha tenido en primaria, ha convertido a estos profesionales, como colectivo, en las segundas víctimas de la pandemia".
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Pero la gran pregunta, que Esquerda plantea como un reto pero también como una esperanza, es ¿hacia dónde queremos ir? "Ahora estamos todavía en modo sobrevivir. En cierta forma, seguimos orbitando, sin tocar suelo, pero en cuanto lo toquemos debemos tener muy claro, y saberlo previamente, dónde queremos tocar suelo, hacia dónde queremos que vaya primaria".
Para dar una respuesta satisfactoria a esa pregunta, que a ella se le antoja fundamental, la experta en Bioética propone dos herramientas: resiliencia y reflexión. Y la primera en una triple vertiente: recursos resilientes individuales, "tengo que cuidarme, y hacerlo de forma explícita, activa y auto consciente"; resiliencia comunitaria, "de forma que habilitemos espacios comunes de autocuidado para los profesionales, incluso los centros de salud donde trabajamos día a día", y resiliencia existencial, "para darle sentido y encajar mentalmente todo lo que estamos viviendo".
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