La población general está aprendiendo a golpe de pandemia cómo funciona el sistema inmunitario, pero no nos engañemos: entender en qué consiste la defensa del organismo frente a los virus es mucho más que un conteo de anticuerpos. En la comprensión de este proceso tan complejo ayudan doblemente científicos como Eduardo López-Collazo; por un lado porque, junto a otros colegas, lleva a cabo investigaciones para contestar a las preguntas (incesantes) sobre la covid-19 y, por otro, porque no ha dejado de lado su labor divulgadora, tendiendo un puente entre la sociedad y la ciencia.
Una de sus investigaciones recientes, en Cell Reports, analiza la generación de inmunidad celular (la respuesta de los linfocitos T, con los que el organismo recuerda cómo luchar contra los virus). Esa respuesta inmunitaria es, con la de los anticuerpos (inmunidad humoral), importante en el combate contra las infecciones. El director científico del Instituto de Investigación del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ), de Madrid, considera, a la luz de los resultados de este trabajo, uno de los más exhaustivos sobre inmunidad celular y SARS-CoV-2 publicado hasta ahora, que “estamos gastando una gran cantidad de vacunas en personas donde quizá no sean necesarias, mientras que donde sí sabemos que lo son no se están poniendo”.
PREGUNTA. Su trabajo abunda en lo que otros también han revelado, que las vacunas contra la covid generan inmunidad de las células T bien preservada. ¿Cuáles son sus conclusiones?
RESPUESTA. Hay otros estudios de inmunidad celular, pero el nuestro es claramente uno de los más completos, porque hemos estudiado a un grupo de voluntarios (algunos habían pasado la infección por el coronavirus y otros no) desde antes de que se vacunaran (antes de la borrasca de Filomena) hasta ocho meses tras la pauta completa con la vacuna de ARNm. Hemos hecho el seguimiento antes de la vacuna; tras la primera dosis, y transcurrido un tiempo largo después de la segunda. Es una fotografía dinámica de todo el proceso que nos ha permitido extraer algunas conclusiones interesantes: se confirma que los anticuerpos descienden con el tiempo y de manera significativa. Vemos que la segunda dosis es muy necesaria en aquellos que no han pasado la covid-19, pero en los que la han pasado, no lo es. Además, la inmunidad celular se mantiene en ambos grupos: al principio es mucho mayor en el grupo de personas que no se había infectado previamente, pero al cabo de ocho o nueve meses son similares , de forma que los que habían pasado la covid y los que no tienen una inmunidad celular muy parecida y alta.
P. ¿Cómo explicaría el papel de la inmunidad celular en respuesta a la infección por el SARS-CoV-2?
R. Hay que tener en cuenta que los anticuerpos siempre acaban decayendo, mientras que con la inmunidad celular tenemos una especie de archivo de los patógenos, una memoria capaz de activar nuestras defensas contra el virus cuando aparezca de nuevo. Esto explicaría por qué ahora con ómicron hay muchas infecciones pero no tantas hospitalizaciones. La población ya no tiene muchos anticuerpos y por tanto no cuenta con un freno primario, rápido frente al virus, pero sí es capaz de activar la inmunidad celular en unos días; entonces empieza a haber una defensa adecuada, de forma que se contrae la infección pero no se llega a enfermar de forma grave. Y eso es una grandísima noticia: las vacunas están funcionando.
P. ¿Se desprende de este trabajo que no es necesaria una tercera dosis?
R. Para administrar una tercera dosis habría que conocer cuál es la inmunidad celular. De la misma forma que ahora la gente se hace test de anticuerpos para saber si está protegido o de antígenos para saber si se está infectado sería interesante tener una prueba que nos indicara si existe o no inmunidad celular, para no vacunar innecesariamente y en cambio poder administrar más vacunas a países en desarrollo donde la gran mayoría de la población está sin vacunar y, por tanto, existe más riesgo de que se generen nuevas variantes que nos compliquen la vida globalmente.
P. ¿Por qué es tan difícil medir la inmunidad celular?
R. La medición de anticuerpos está estandarizada (incluso se puede hacer en casa), porque estudia una molécula. En cambio, la inmunidad celular es multifactorial, para medirla se requiere extraer la sangre y exponerla a una simulación de la infección, mediante proteínas víricas; hace falta que pasen unos días para que se manifieste este tipo de inmunidad. Para llevar a cabo estas pruebas se necesitan unos conocimientos específicos e infraestructura. Todavía no tenemos un kit rápido para medirlo. Supongo que en breve aparecerá algún sistema de medición, probablemente, indirecta, que pueda efectuarse de forma más barata y generalizable. Sería conveniente, porque estamos gastando una gran cantidad de vacunas en personas donde quizá no sean necesarias, mientras que donde sí sabemos que lo son no se están poniendo.
Quizá en lugar de invertir tanto dinero en antígenos -ya sabemos que la mayoría de la gente está infectada- habría que limitar esas pruebas a los casos en que haya síntomas importantes y derivar parte de ese gasto a la investigación para generar un test que nos indique si hay inmunidad celular. Así se podría crear un protocolo más inteligente sobre a quién administrar dosis de refuerzo. Según nuestro estudio, en ninguno de los voluntarios bajó la inmunidad celular, pero podría haber casos y en ellos sí sería necesaria una tercera dosis. Lo que dudo es que deba ser para todo el mundo; a mí ya me la han puesto y no creo que haya sido necesaria.
Las zonas del mundo con un nivel de vacunación anecdótico son polvorines, de donde pueden surgir nuevas variantes en cualquier momento
P. El estudio se ha realizado con una de las vacunas de ARNm (se utilizó la de Pfizer-BioNTech), ¿qué se sabe sobre las vacunas basadas en un vector de adenovirus?
R. En principio, y estoy especulando, deberían generar niveles muy parecidos, pero eso hay que probarlo. Nosotros lo estamos investigando, comparando las diferentes vacunas.
P. ¿Y frente a ómicron?
R. También estamos estudiando la inmunidad celular frente a ómicron, y los resultados, aún preliminares, son positivos.
P. Para algunos la variante ómicron dará paso a una inmunidad global que convierta al SARS-CoV-2 en otro virus endémico. ¿Cuál es su opinión?
R. Quisiera que fuera así. Con las cifras que se manejan ahora parece probable, pero tenemos un hándicap: no miramos a otras zonas del mundo, como África, donde el nivel de vacunación es anecdótico. Esas zonas son polvorines, de las que en cualquier momento pueden surgir nuevas variantes. Como ómicron es muy infectiva, está desplazando a todas las demás. Eso en principio es positivo, pues si la inmunidad que estamos desarrollando con las vacunas y con las nuevas infecciones por ómicron nos ayuda a mantener a raya al virus, la pandemia se tornará en una endemia. Pero también puede aparecer otra nueva variante, más infectiva que ómicron. Por eso es tan importante invertir en ciencia y también hay que ir de la mano de la política, sin dejar de mirar hacia el sur. No basta con donar vacunas, también hay que proporcionar las infraestructuras para que lleguen a la población. Si no lo tenemos en cuenta, existe el riesgo de tener complicaciones cada año y de que surjan variantes muy infectivas y se vuelva a empezar de nuevo.
P. De hecho, ya se está hablando de una posible nueva variante vinculada a casos de Camerún.
R. Sí, es una información que todavía hay que tomar con cautela. A los científicos la opinión pública nos está pidiendo que sepamos resolver un problema surgido ayer. Personalmente, siempre distingo lo que se basa en datos de las especulaciones: que ómicron convierta al coronavirus en una enfermedad endémica, como otros virus, es, de momento, una especulación.
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