
De forma tan imprevista como apresurada, nos ha dejado Manuel Ojeda Casares, gran farmacéutico al que la profesión debe muchísimo, leal vicepresidente del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla y compañero infatigable con el que he tenido el privilegio de librar mil batallas. Además de miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de Sevilla, era patrono de la Fundación Mehuer, miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Andaluz de Colegios de Farmacéuticos y del Grupo de Trabajo sobre Receta Electrónica del Consejo General. Se nos ha ido después de 37 años de ejercicio profesional en oficina de farmacia y 30 años en diferentes puestos y responsabilidades corporativas.

Se nos ha ido y su pérdida ha causado un enorme dolor y consternación en toda la profesión. No es para menos. Con él se va una persona que dejaba una huella positiva en todo aquel que lo trataba. Siempre de buen humor, siempre con la sonrisa en los labios, nadie le conoció una mala palabra ni un mal gesto. Al contrario, siempre hacía mejores los ambientes, y además de ideas -era una fuente inagotable- aportaba el apoyo, el compañerismo, el optimismo, la cohesión y el espíritu de equipo. Pero si indeleble es la huella que dejaba en todos aquellos que tenían la suerte de tratar con él, no menor es la que ha dejado en la profesión. Porque Manuel Ojeda fue sin duda uno de los grandes nombres propios de la receta electrónica en Andalucía y por tanto en España, pues Andalucía fue la primera comunidad española donde se implantó un sistema de prescripción y dispensación de medicamentos por vía telemática.
Aquella fue una gran innovación, sin precedentes en ese momento no ya en España y Europa sino en todo el mundo, gracias a la cual vinieron luego ventajas y beneficios que ya damos hoy todos por sentados, pero que en ese momento no se producían. Gracias a la receta electrónica, ganó el sistema, ganamos los profesionales sanitarios, y sobre todo ganaron los pacientes. La primera prescripción electrónica a un paciente real en España se produjo en su farmacia, en una farmacia que estaba además en uno de los barrios más humildes de Sevilla, barrio en el que ejerció durante casi tres décadas, porque además de un gran apasionado de las tecnologías siempre fue un farmacéutico con una enorme vocación social y espíritu de servicio.
Desde entonces, Manuel Ojeda ha estado en casi todos los proyectos innovadores y tecnológicos que ha puesto en marcha nuestro Colegio, donde era además coordinador de la Comisión de Informática. Su convicción profunda es que a través de la tecnología y el big data la farmacia asistencial podría ampliar sus límites, logrando una mayor integración con el resto de niveles asistenciales y una mayor contribución al sistema sanitario. Estoy seguro de que esa visión se hará realidad más pronto que tarde y cuando eso suceda, desde el Cielo, Manuel Ojeda nos estará mirando a todos con una enorme sonrisa en los labios y la satisfacción íntima de saber que él lo había visto primero. Por eso, en este artículo, me despido de él con la misma sonrisa con la que él nos obsequiaba a todos.
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