Todos los padres sabemos lo que es la triple vírica (la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola), pero no todos los ciudadanos son conscientes de que los virus también son triples en el siglo XXI. En este intenso 2020 estamos recordando que su origen es biológico y que, desde siempre, se han dedicado a poner en jaque (a menudo mate) al ser humano. Durante las últimas dos décadas, en cambio, sobre todo hemos tenido en mente a los virus informáticos y a los virus digitales. Porque los ordenadores personales y los dispositivos móviles se han vuelto prótesis de nuestra mirada y de nuestro cerebro; y porque la viralidad a través de internet se ha convertido en el motor conceptual de nuestra época.
Fue en los años 90 cuando los gurús del marketing comenzaron a utilizar la metáfora. Las personas más influyentes tenían que convertirse en agentes de contagio. Las ideas y los productos, si querían triunfar, debían aspirar a ser virales. La publicidad más efectiva era la capaz de disparar las ventas provocando modas con la misma estructura que caracteriza a las epidemias. Se creó la teoría de los memes o ideas contagiosas. Y después se impuso la lógica de internet, de los influencers, de la viralidad digital, de los memes que son chistes, montajes, artefactos en miniatura diseñados para surfear, para ser compartidos, para cambiar nuestra percepción sobre todas las cosas.
Biología y meme, microorganismo y trending topic, el coronavirus SARS-CoV-2 tal vez sea la realidad más doblemente viral que ha conocido el ser humano. Es un patógeno cyborg, que se mueve con igual rapidez tanto por los cuerpos y los medios de transporte como por los cerebros y las autopistas de la información. Ha monopolizado, al mismo tiempo, los hospitales o las funerarias y las pantallas con sus redes sociales. Pero no hay que olvidar que los virus son de tres tipos. No me extrañaría que cuando el mundo se haya rediseñado radicalmente, cuando ya sea casi imposible que suceda otra pandemia biológica, un virus informático nos sorprenda con resultados devastadores. Nuestra dependencia de la Nube es absoluta. Si la destruyen o la colapsan, en vez de encerrarnos en casa, saldremos a las calles, a los bosques, a los mares.
Fue en los años 90 cuando los gurús del marketing comenzaron a utilizar la metáfora
O no. El futuro no existe. El futuro es siempre distinto a como lo imaginamos. No hay nada más adictivo, más viral, más desconcertante que el futuro. Por eso nos fascina y nos enamora y nos produce terror.
'Diana', la revista de las Terapias Avanzadas
diana Off Jorge Carrión es crítico cultural de ‘The New York Times’ y escritor. Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/2Z1nfPO
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